Escribo esto cuando estamos justo a una semana de unas elecciones decisivas y trascendentales para Cataluña y también para el conjunto de los españoles.
En Cataluña lo que se juega es qué parlamento quieren los catalanes y las catalanas, quiénes quieren que les representen y no otra cosa.
Partiendo de esa base fundamental, quiero hacer una crítica clara a quienes hablan del llamado “problema catalán” y es que lo que yo me pregunto es cuándo ha sido Cataluña un problema. Mi segunda pregunta es si no será que el problema lo tienen aquellos que han hecho posible una fractura social, política y económica y no aquellos que estamos convencidos de que España y Cataluña deben estar unidas, pero teniendo como horizonte buscar una convivencia pacífica que haga posible una España y una Cataluña mejores y más prósperas que lo que tenemos ahora.
No podemos hablar de que Cataluña tiene como solución a sus problemas, la independencia, cuando sabemos tanto catalanes como los que no lo somos que no es viable ni económicamente sobre todo, ni tampoco políticamente.
Estoy realizando un seguimiento amplio de lo que está pasando en la campaña electoral y no encuentro en el sector que aboga por la independencia soluciones sobre el paro, la corrupción (que ha afectado al principal partido del Gobierno Catalán), los recortes en servicios sociales pero sí hemos escuchado como único mensaje el ya más que manido “España nos roba”. A mí me gustaría que se preguntara el señor Artur Mas si España le ha hecho más daño a Cataluña o el Gobierno Catalán a los propios catalanes. Seguro que eso no se lo ha preguntado. Tampoco se ha preguntado el señor Rajoy qué ha hecho mal para hacer posible que exista este clima fracturado y de desconfianza en España y sus instituciones en una parte de los ciudadanos catalanes.
Me pregunto también varias cosas. Entre ellas si los catalanes van a confiar mayoritariamente en un señor que va el número cuatro en las listas de su candidatura y aún así, pretende ser el Presidente de la Generalitat y si además, pueden confiar en alguien que ha provocado que Cataluña, esté peor que cuando él entró, en un señor que está rodeado por la corrupción de su partido y si también, van a confiar en un político que intenta utilizar a los catalanes para sus fines personales empujado a su vez, de un grupúsculo de personas que dicen representar a una mayoría de catalanes cuando en realidad, son eso: un grupúsculo.
Pienso en Cataluña y cuando lo hago, me acuerdo de mi familia de Barcelona capital. Me acuerdo de ellos porque les quiero y quiero lo mejor para Cataluña porque eso significaría que a esa parte de mi familia, le iría bien. Tengo mucho contacto con ellos, hablo con bastante frecuencia y me cuentan que la realidad de la calle, no se corresponde con lo que sale en los medios. Me cuentan que Artur Mas tiene unas ideas que son imposibles de realizar pero que aún así, hay personas (minoría) que aún en este tiempo creen en imposibles e inverosimilitudes.
Quiero una Cataluña mejor, una Cataluña distinta a la que hay como quiero una España diferente, porque ya no estamos en los tiempos de la Constitución Española de 1978, sino que estamos ante un momento donde la Carta Magna debe revisarse y modificarse en las partes que sean necesarias para que la convivencia, el bienestar, el futuro y el progreso de la nación española originen a su vez, resultados positivos para todas las comunidades autónomas sin excepción.
No quiero olvidar el legado de los socialistas catalanes como Ernest Lluch, Manuela de Madre, Pasqual Maragall, Carme Chacón o Jordi Solé Tura. Ese legado es el de la Sanidad Pública y Universal, el de la Educación Pública, el de un Estatut que fue posible gracias al acuerdo fruto del entendimiento de todos los partidos políticos de Cataluña y a su vez, de estos con el Gobierno Central.
Recuerdo leer los inicios de nuestra Democracia donde Josep Tarradellas y Adolfo Suárez, hicieron posible que el diálogo fuera la herramienta que posibilitara el avance de Cataluña y de España a la vez. Recuerdo leer que Tarradellas reconoció en Adofo Suárez a un hombre que fue capaz de escucharle y entender sus reivindicaciones. Suárez y Tarradellas supieron ceder y me niego a pensar a que ahora no vaya a pasar lo mismo entre el Presidente del Gobierno de España y el Presidente de la Generalitat de Cataluña.
Verdad es que no tengo ninguna confianza (nunca la he tenido) en el Presidente Mariano Rajoy. Tampoco la he tenido jamás en Artur Mas. Para mí son dos personas de un mismo tiempo, de un tiempo que debe ser pasado porque si esto que ha ocurrido, posibilita que estas dos personas sigan dirimiendo los designios de España y de Cataluña, estoy convencido que habrá menos España y menos Cataluña.
El domingo veintisiete de septiembre, en las manos de un catalán o de una catalana van a tener mucho más que una papeleta. Van a tener en sus manos el cambio o la continuidad. Yo apuesto y pido el voto por el cambio o lo que es lo mismo, la convivencia, el respeto a la singularidad de Cataluña y también de la de España. Apuesto por una salida que sea razonada pero sobre todo, razonable. Es tiempo de la sensatez, es el tiempo de la cordura y de la coherencia; no de la división, la disputa, el “y tú más” o cualquier otra forma de afrontar la situación de Cataluña que nos lleve a una deriva imposible de sostener para los catalanes y también para los españoles, cuyas consecuencias económicas irían mucho más allá del famoso 3% con la también triste consecuencia que sería la no entrada de Cataluña en la Unión Europea, pues ésta no reconocería a Cataluña como estado.
Quiero centrarme en último lugar, y no por ello va a ser algo menos importante, en la figura política del candidato socialista Miquel Iceta. Sé de Miquel desde hace unos tres años. Me hablaron de él, me recomendaron que leyera lo que escribía en su blog. A fe os puedo decir que lo hice y descubrí a un hombre sensato, correcto pero sobre todo, muy brillante, muy consecuente con las ideas que defiende y también con su forma de entender lo que es la realidad de España y de Cataluña. Catalanista convencido pero dentro de un marco federalista, el mismo que hemos mantenido siempre los socialistas.
Iceta cree lo mismo que lo que todos los socialistas creemos y es que España y Cataluña necesitan un cambio profundo a nivel territorial, económico, político y social. Ese cambio se llama Federalismo, se llama convivencia, se llama pacto, reforma constitucional profunda y no sólo en el tema territorial o el de dejar pasar las cosas pues eso es propio de Rajoy pero esa torpeza que caracteriza al Presidente del Gobierno, la estamos pagando todos los españoles porque si España es una casa que necesita arreglos y él es el albañil que debe de llevar a cabo la obra, yo no he conocido nunca en mi vida a un albañil, que simplemente con mirar el edificio haya arreglado el problema sino que ha cogido su cemento, sus ladrillos, su yeso, su arena, su agua y todas sus herramientas para hacer las reformas necesarias para que ese edificio no se caiga. Señor Rajoy, con el debido respeto, creo que si seguimos así el edificio de España se cae y por consiguiente, también el de Cataluña pero le digo otra cosa: no se preocupe usted que antes de que ocurra eso, los socialistas pondremos el remedio a partir de que Pedro Sánchez esté en el Palacio de la Moncloa haciendo una España de todos y para todos, así como una Cataluña de todos y para todos contando España con Cataluña y viceversa y a eso, lo llamamos Federalismo frente al inmovilismo de usted y el “España nos roba” de Mas, Junqueras y el resto de socios.
Catalanes, este veintisiete de septiembre os la jugáis y España también porque estoy convencido de que Cataluña es solución y no un problema.
Diego Ruiz Ruiz. Militante del PSOE de Polán (Toledo).