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08/10/2015junio 7th, 2017
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En el otoño de 2013, varios meses antes de que Podemos existiera como partido político y cuando sus promotores ni siquiera habían pensado en ese nombre, Pablo Iglesias y algunos compañeros suyos de la universidad veían necesario hacer algo para echar al PP del Gobierno, combatir las políticas de austeridad que han asfixiado a la ciudadanía y cambiar la situación de España. Ya entonces decían en privado que ese proyecto debería liderarlo alguien como el diputado de Izquierda Unida Alberto Garzón.

Unos meses después, cuando Podemos se constituyó oficialmente y se presentó como partido político en enero de 2014, hubo quien opinó que Iglesias y algunos de su equipo –no todos y, por supuesto, no toda la gente que apoyó con ilusión ese nuevo proyecto con la mejor voluntad de cambiar las cosas y mejorar la democracia- querían captar a dirigentes de Izquierda Unida y aprovecharse de una infraestructura que la federación de Cayo Lara tiene en toda España por sus muchos años de lucha pero que el nuevo partido necesitaba y no tenía.


OBJETIVO: «FICHAR» A GARZÓN Y A OTROS DE IU

En numerosas ocasiones desde entonces, Iglesias y su núcleo más próximo han intentado fichar a Alberto Garzón y a otros dirigentes de IU, proponiéndoles que abandonen esta formación política de izquierdas y se pasen a Podemos. No lo han conseguido con el joven diputado malagueño, pero sí lo han logrado con otras personas, entre ellas Tania Sánchez, quien negó reiteradamente que fuera a integrarse en Podemos pero finalmente lo ha hecho.

IU y Podemos coinciden en que es necesario constituir candidaturas de unidad popular para desbancar de los gobiernos al PP. Así se ha hecho con éxito en las elecciones municipales y autonómicas del 25 de mayo último y, debido a ello, ciudades tan importantes como Madrid, Barcelona, Zaragoza, La Coruña y otras son gobernadas por la izquierda después de haber estado durante años bajo la tutela de la derecha. La ciudadanía es la que tiene la última palabra en las elecciones y así lo ha decidido, pero parece que hay quien no ha aprendido nada de esas experiencias.

En lo que no coinciden Podemos e Izquierda Unida es en la manera de lograr esas candidaturas de unidad popular: Garzón está dispuesto a presentarse en listas conjuntas incluso sin las siglas de IU, a someterse a elecciones primarias para ver si es elegido candidato o a no ir en la lista de Madrid -como ha decidido su partido- sino por Málaga; por el contrario, Iglesias pretende que quien sea partidario de esas candidaturas se sume a las de Podemos, cuyo nombre sí figuraría en ellas, y que esas personas se somentan también a primarias y vayan en sus listas electorales empotradas en los puestos que deje libres Podemos. Curiosa manera de entender la acción conjunta y la unidad popular.

RUPTURA INESPERADA

El 6 de octubre último, representantes de Podemos e IU volvieron a reunirse dispuestos a «hablar de todo», debatieron y acordaron verse de nuevo el jueves día 8. Pero unas horas después del encuentro del día 6, cuando informaron a Iglesias de lo que habían hablado, él dijo que ya no veía posibilidades de alcanzar un acuerdo, lo comunicó a Garzón por un mensaje telefónico y Podemos difundió un comunicado anunciando la ruptura de las negociaciones. ¿No era el PP el partido en el que Mariano Rajoy ordena y manda, decide y hasta nombra con su dedo cuando quiere?

Pablo Iglesias no ve contradictorio que la dirección de Podemos apoye pactar candidaturas conjuntas con IU y otros partidos y movimientos sociales en Cataluña y Galicia -y quizá también en Valencia- pero no quiera un acuerdo para toda España, porque dice que son situaciones distintas. Y tan distintas: en tierras gallegas y catalanas su partido tiene mucha menos fuerza e implantación que en otras comunidades, es más débil que IU y si va en solitario a las elecciones se expone a peores resultados que en candidaturas con otros.

No se entiende por qué dice Iglesias que no estaban negociando un pacto con IU sino únicamente llevarse a Garzón, porque ya han celebrado varias reuniones para hablar de ese hipotético acuerdo general. Esa explicación suena a excusa, porque el diputado malagueño ya le dijo hace varios meses que no se irá con él. ¿Para qué seguir reuniéndose, entonces?

El Centro de Investigaciones Sociológicas ha dado a conocer la encuesta que realizó tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado 25 de mayo. Entre otras cosas, ese sondeo refleja que las alcaldesas de Barcelona y Madrid -que encabezaban listas conjuntas integradas por personas de Podemos, IU, Equo y movimientos ciudadanos- son las mejor valoradas; y que la ciudadanía apoya mayoritariamente los pactos alcanzados en varias comunidades autónomas que han dado sus gobiernos a la izquierda. Aunque solo sea una encuesta, ¿qué habrá pensado Pablo Iglesias al ver que los ciudadanos apoyan acuerdos como el que podrían haber alcanzado Podemos, IU y otras formaciones y colectivos si él no hubiera decidido romper las negociaciones?

NEGOCIAR OBLIGA A CEDER EN ALGO

Probablemente los dos partidos y sus dos líderes tienen alguna responsabilidad en la ruptura de estas conversaciones. Pero no hay que repartirlas por igual porque, como ya se ha dicho, mientras Garzón estaba dispuesto a ceder en unas cuantas cosas para conseguir la unidad -incluso a que no figuraran las siglas de IU en las candidaturas, con lo que ha provocado la consiguiente bronca de una parte de su federación-, Iglesias ha sido inflexible desde el primer momento y proponía una especie de acuerdo de subordinación a Podemos, que los demás se sometieran a primarias y finalmente colocarlos en los huecos que su partido dejara libres en sus listas.

La decisión unilateral de Pablo Iglesias de cortar las negociaciones con el partido de Alberto Garzón es la crónica de una ruptura anunciada que frustra las ilusiones de mucha gente, incluso entre sus seguidores. En política no vale todo, y mucho menos diluir en la ambigüedad la propia ideología para conseguir votos.

El tiempo, que siempre pone las cosas en su sitio, dirá quién tiene más razón. Pero de momento, la decisión de Iglesias beneficia al PSOE, porque puede llevarse de los votantes de IU papeletas de quienes todavía creen que ese es el voto útil, y al PP, donde estarán contentos al ver a la izquierda dividida una vez más. Como casi siempre.

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