domingo, 24 de noviembre de 2024
sus padres eran de Villanueva de Alcardete 27/10/2015junio 7th, 2017

Su negativa a abrir el instituto que dirigía en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) el 9 de noviembre de 2014, para que fuese sede electoral del referéndum sobre la independencia de Cataluña, y su declaración ante la justicia como testigo de lo que ocurrió aquel día, la convirtieron en protagonista sin pretenderlo y en bandera de aquellos que no quieren la independencia y que se atreven a decirlo en alto. Dolores Agenjo Recuero, una barcelonesa de raíces toledanas (sus padres eran de Villanueva de Alcardete, de donde se marcharon cuando eran jóvenes para buscarse la vida y a donde a ella le gusta ir todos los años) no se siente cómoda con los focos pero es consciente de que, coherente con sus ideas, «hay que dar la cara y que la gente sepa lo que pasó».

«Desde el Gobierno catalán quieren dar una imagen de unidad, de que todo el mundo estaba a favor de la votación. Lo cierto es que hubo presión y miedo y que muchos directores de centros escolares optaron por abrir para no tener problemas». Ella fue la excepción. Pidió a la Generalitat una orden por escrito, una orden que nunca llegó, por lo que el 9 de noviembre del año pasado optó por mantener el instituto cerrado. Esto y su declaración como testigo en el juicio abierto contra Artur Mas y su gobierno por la convocatoria de la consulta le ha supuesto recibir amenazas e insultos hasta el punto de tener que cerrar sus cuentas en las redes sociales. Palabras como «puta» o «bruja» y expresiones como «ojalá estuvieses en el Valle de los Caídos» le llovieron durante días a través de Twitter y Facebook. Pero también numerosas muestras de apoyo y solidaridad.


Dolores Agenjo lamenta mucho el clima de intolerancia y agresividad que se ha instaurado en su comunidad. «No son mayoría pero son muchos y están muy belicosos y envalentonados. Los demás hablamos a través de las urnas, con el voto», como lo demostraron en las pasadas elecciones catalanas.

No se considera una valiente, solo una persona que quiere abrir un camino porque «aquí hay miedo a decir que no quieres la independencia». Cree que -de declararse Cataluña independiente- tendría que marcharse de allí. Es más, lo que hizo lo pudo hacer porque ya está jubilada; de no haber sido así «no me imagino la situación a la que me habría tenido que enfrentar en la enseñanza», un sector copado por el independentismo en el que –cuenta- la presión es máxima, tanta que ningún padre se atreve a pedir más horas de clases en castellano para sus hijos; «los que lo solicitan deben ser héroes para atreverse». No entiende que, hablando castellano más de la mitad de la población, en ningún colegio público se pueda estudiar en español. «Es una lengua que han marginado».

Pero para ella los responsables de esta realidad social que se vive en Cataluña no son únicamente los partidos nacionalistas, sino también el Gobierno central, «que aquí es como si no existiera y nunca ha defendido los derechos de los catalanes que no quieren la independencia o que quieren una enseñanza en castellano». Dice que ha habido un «abandono total» y que ese dejar hacer a los gobiernos nacionalistas «nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos». En este sentido, opina que en Cataluña ha habido durante muchos años «un lavado de cerebro» y que solo cuando Ciudadanos ha irrumpido en la escena política se ha empezado a hablar de los derechos de aquellos que quieren mantener la unidad con España; «los demás partidos siempre han callado». Destaca que, a pesar de ese abandono y de esa presión que ejercen los nacionalistas, «en las pasadas elecciones los votos para estos partidos no fueron mayoría».

Dolores Agenjo ve difícil una solución a este problema porque «no son mayoría pero son muchos». Añade que «Cataluña, actualmente, es una sociedad enfrentada y dividida. Antes de dialogar con España, los catalanes deberíamos hablar entre nosotros y ponernos de acuerdo, alcanzar unos mínimos».

La radicalización en la que ha desembocado el nacionalismo es lo que le ha motivado a colaborar para defender la unidad. En este sentido, y en otros muchos, simpatiza con la formación de Albert Rivera, de ahí que –sin ser militante- llegase a ocupar el número 23 en la lista del partido a las autonómicas porque, además, «creo que puede llevar adelante una regeneración de la vida política». Estas ganas por cambiar las cosas no son nuevas en ella; ya en su época estudiantil era una habitual en las manifestaciones de los grupos antifascistas y en favor de la democracia.

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