Siguiendo la línea habitual de esta legislatura, avanzamos hacia las elecciones generales del 20 de diciembre a ritmo de vértigo por la cantidad de acontecimientos que se suceden y la importancia de todos ellos.
Hace unas semanas titulé mi artículo «¿Alguien sabe qué va a pasar el 20-D?» y aún sigo sin saber la respuesta exacta.
Por aquel entones el PP era claramente el primer partido en las encuestas; el PSOE, el segundo; Ciudadanos, el tercero, aún lejos del 20 por 100 de los votos; y Podemos caía en cada barómetro. Solo unas semanas después y aún a dos meses para las elecciones sigo haciéndome la misma pregunta.
La última encuesta, publicada el domingo 1 de noviembre por «El País» y elaborada por Metroscopia, dice que el PP sigue siendo el primero, pero Ciudadanos es ya el segundo partido del país en estimación de voto, ve muy cerca al cabeza de carrera y desplaza al PSOE a la tercera plaza y quedando los tres partidos en un pequeño puñado de puntos. Parece que serán muy cortas las diferencias entre los puestos del podio.
¿Ha acabado ahí el ascenso de Cs? Eso no lo sabe nadie. Los sociólogos de Metroscopia también detectan una recuperación de Podemos, pero concluyen que la “oxigenación” del sistema que propone Ciudadanos tiene más seguidores entre los españoles que la mera “indignación” del partido morado. En cualquier caso, un gobierno del PP o del PSOE, es el que más rechazo suscita entre los españoles.
Con una encuesta que lo cambia todo, cierra la semana, en la que ¡por fin! los líderes de los nuevos partidos y los de los viejos se sentaron a hablar. Parece mentira que en el país que acuñó la expresión «hablando se entiende la gente» cueste tanto sentar a dialogar a los que representan a los ciudadanos y aspiran a gobernarles. El más reacio de todos a ver a los demás, Mariano Rajoy, fue el primero en dar el paso a bordo de esa metamorfosis que ha convertido al presidente que hablaba por plasma en un político más en cuanto a entrevistas, actos de calle y aparente normalidad.
Esta semana hemos visto lo que parecía imposible: Albert Rivera y Pablo Iglesias en la Moncloa sin tener ni siquiera escaño en el Congreso. A Pedro Sánchez lo habíamos visto ya, porque las escenas de sofá entre PP y PSOE son más habituales. Luego vinieron las conversaciones entre los de la oposición, Sánchez y Rivera, y es de suponer que visto lo bien que acogen los españoles que sus líderes políticos hablen, sigan produciéndose encuentros camino del 20-D.
Es un pena que haya tenido que verse a Cataluña al borde de la secesión para que empezar a hablar, aunque aún no haya propuestas concretas para parar el desafío independentista. Nunca sabremos cuánto se hubiera podido evitar si hubieran comenzado antes.
En ese afán de frenar la secesión nos hemos encontrado una aliada imprevista, la “Mafia Pujolesa”. El “pujolismo”, padre fundador del separatismo, es hoy el principal enemigo del independentismo y su avance. La familia que los catalanes adoraron e identificaron con Cataluña y el patriarca al que admiraban y respetaban, aunque no lo votaran, queda al desnudo semana tras semana.
No era España quién robaba, sino hombres de carne y hueso, con apellido ilustre, según se va conociendo a medida que trascienden las investigaciones judiciales. ¡Qué fortunón! Amasado a base de comisiones ilegales sacadas de los contratos que ha ido adjudicando la Generalitat, información privilegia, tráfico de influencias y vete tú a saber cuántas cosas más… Todo ello, presuntamente, claro. Yo ya he perdido la cuenta del tamaño de la “herencia de papá”, del número de cuentas en las que se esconde y de la cantidad de paraísos fiscales que guardan tantos millones de euros.
El vuelco electoral en las encuestas, la fiebre dialogante de los líderes políticos y el tamaño de la “Mafia Pujolesa” en una sola semana. Y lo que queda por venir… Hace poco hubiéramos dicho que a solo dos meses para las elecciones, “todo el pescado está vendido ya”. Hoy, lo adecuado es afirmar que aún quedan dos meses para las elecciones y, por lo tanto, “todo está abierto, muy abierto”.