El viernes 4 de diciembre comienza la campaña electoral, que ya les vale a nuestros políticos volver hasta por Navidad. ¡Qué sacudida de pesadez que me entra! El mismo día que se encienden en la mayoría de pueblos y ciudades de España las luces «papanoeles», veremos a los políticos subidos a la farolas (no les llamen abrazafarolas, que a tanto no llega) en forma de carteles electorales porque ya no sé si la lotería nos va a tocar el domingo 20 o el martes 22. Sí, sí… Las elecciones del 20 son una auténtica lotería.
¡La de besos y abrazos que les van a dar, señoras y señores, a partir de ahora! Como si no hubiéramos tenido suficiente en 2015 con las elecciones autonómicas y municipales y el tostonazo continuo de las catalanas (de las elecciones, digo). Y multiplicados por dos. Tanto los ósculos como los estrujones se nos van a meter hasta el tuétano. Nos van a querer más que nunca, hasta incluso podrán hablar con ellos por la calle sin que nadie de su entorno se lo impida y les van a hacer un poquito más felices sus vidas porque les van a escuchar poniendo incluso cara de atención y como si les estuvieran haciendo caso. Ja, ja, ja… Unos cracks nuestros políticos. Como los de fuera, no se crean.
Porque a los dos habituales, PSOE y PP, se van a sumar los cariños de otros dos que hasta ahora no habían entrado en nuestras vidas en unos comicios nacionales, Ciudadanos y Podemos. Todo por cuadruplicado, qué hartura.
Se lo juegan todo al voto de los indecisos, indecisos que a estas alturas ya han descartado a dos de ellos y aún no se han decidido por cuál de los dos restantes. Por eso las encuestas están locas y viven sin vivir en sí. ¿Alguien se atreve a apostar quién será el próximo presidente de España? Me temo que no, salvo los incondicionales.
Entre polvorón y mazapán, a votar.
Pero Reyes Magos no habrá para todos, que algunos se van a tener que atragantar con el carbón.
La que nos espera…
@CesardelRioPolo
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