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07/01/2016junio 7th, 2017
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Si Mariano Rajoy no hubiera despreciado a la oposición como ha hecho durante los cuatro últimos años, ahora le resultaría más fácil negociar un acuerdo para constituir un Gobierno presidido por él y apoyado por el PSOE y Ciudadanos, como intenta. Pero su mandato no ha sido precisamente un ejemplo de diálogo y de escuchar a los otros partidos, sino todo lo contrario, por lo que es prácticamente imposible que consiga el pacto que últimamente viene reclamando y ofreciendo.

Buena prueba de esa falta de diálogo son las numerosas e importantes leyes que ha aprobado el Congreso con el único apoyo de la mayoría absoluta del PP y con todos los partidos de la oposición unánimemente en contra, incluso los que no son de izquierdas.


Otra prueba contundente de ello es la costumbre de Rajoy de utilizar el decreto ley para aprobar leyes, pese a que la Constitución reserva esta fórmula exclusivamente para casos «de extraordinaria y urgente necesidad». En esto, el PP tiene el triste mérito de haber batido el récord de los casi 40 años de democracia: una tercera parte de los más de 220 proyectos de ley aprobados en los cuatro últimos años han salido adelante por ese método, aunque muchos no eran urgentes, lo que impide que sean debatidos a fondo en el Parlamento y mejorados con enmiendas. Es decir, aprobados sin diálogo.

RAJOY TAMBIÉN TIENE SU HISTORIA

El 20 de febrero de 2013, en el Debate sobre el estado de la Nación celebrado en el Congreso de los Diputados, el entonces líder del PSOE, Alfredo Pérez-Rubalcaba, criticó y rechazó lo que dijo Rajoy sobre la marcha de la economía. El presidente del Gobierno le respondió con una frase que saltó a los titulares de la prensa: «El problema es que el señor Pérez-Rubalcaba tiene una historia». «Habla de lo que nunca hizo e hizo lo contrario de lo que ahora está proponiendo», afirmó, en referencia a la política económica que aplicó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, del que Rubalcaba formó parte.

Al líder del PP y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, se le puede aplicar esa frase suya, porque él también tiene su historia, aunque sea de solamente cuatro años al frente del Gobierno. Ése es uno de sus problemas ahora. En esos cuatro años ha incumplido buena parte del programa electoral de su partido, ha hecho lo contrario de lo que había prometido en distintas materias y no ha mantenido el diálogo fluido que todo gobernante debería tener siempre con la oposición. Con esos mimbres no puede construir ahora el cesto de la negociación que él quiere.

EL ESPECTÁCULO POLÍTICO CONTINÚA

El espectáculo político continúa a diario, ante una ciudadanía que lo contempla entre sorprendida, indignada y desesperanzada. Pero el espectáculo no solo lo protagoniza Rajoy -quien, tras haberse negado durante toda la legislatura a reformar la Constitución, ahora se muestra dispuesto a hacerlo a cambio de que el PSOE le apoye para gobernar-, sino también otros partidos y dirigentes políticos.

En Cataluña, un patético y acabado Artur Mas sigue empeñado en ser presidente de la Generalitat pese a que no encabezaba la lista de su candidatura -iba en el cuarto lugar- y a que sus socios de la CUP han decidido que no le darán sus votos, necesarios para ser investido presidente.

El PSOE de no acaba de asumir sus malos resultados en las recientes elecciones generales, en las que ha salvado los muebles al ser el segundo partido más votado, y se debate en peleas internas y en maniobras contra su secretario general, Pedro Sánchez, que no benefician ni al partido ni a la ciudadanía.

PABLO IGLESIAS DA LECCIONES

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, sigue adelante con su plan para intentar eliminar a Izquierda Unida -con la colaboración de algunos miembros de IU-, en vez de buscar la unidad de acción con esta federación, con la que coincide en buena parte de sus propuestas. Dice que sus diputados renunciarán a privilegios oficiales que ya fueron eliminados por el Congreso hace años, pretende tener cuatro grupos en la Cámara -uno de Podemos y otros tres de candidaturas de su partido con otros y con varias organizaciones de Cataluña, Galicia y Comunidad Valenciana-, se mete a diario en la vida interna del PSOE y se permite dar lecciones a este partido. En fin…

En Cataluña es prácticamente seguro que habrá que repetir las elecciones autonómicas después de otros tres meses perdidos, en España muy probablemente también habrá que repetir las generales… Y la ciudadanía, mientras tanto, sigue con sus problemas y ve cómo algunos líderes políticos se dedican a sus asuntos personales y de partido más que a los temas de interés general. No todos, por cierto, pero sí varios de los que tienen la sartén por el mango tras el resultado de las urnas, tanto de los de siempre como de los llamados emergentes. ¿Hasta cuándo?

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