Menudo abismo se abre ante nosotros con este 2016 que debuta cargado de preguntas. La mayoría de ellas son de difícil respuesta, otras parece imposible que encontremos a tiempo la contestación adecuada y aún hay una buena cantidad de interrogantes planteados de los que se nos antoja que sería mejor no conocer el veredicto final.
Sin saber aún si España tendrá que votar de nuevo para elegir presidente del Gobierno, la amenaza financiera china se cierne sobre el mundo sin que se conozca nada cierto, salvo que algo va mal y eso puede ser terrible para la economía mundial; Arabia Saudí e Irán casi declarándose la guerra en el epicentro del terrorismo islámico, y Cataluña retomando el camino loco del separatismo… Bienvenidos a 2016, esto es lo que hay.
Así las cosas me parece más que sorprendente que algunos en España sigan haciendo pronósticos “irrefutables” como si todo estuviera atado y bien atado. ¿Alguien me puede explicar cómo después de que fallaran todos los pronósticos y encuestas, aún sigamos oyendo a algunos sentirse depositarios de la verdad sobre lo que va a pasar si hay nuevas elecciones en España?
Teniendo en cuenta que estas serían a finales de mayo y faltan aún más de cuatro meses, no sé cómo alguien se atreve a pronosticar el resultado, cuando hemos podido comprobar, y en varias ocasiones, que en un mes se puede dar la vuelta al tablero político. Y eso con escenarios internacionales tranquilos. ¿Qué puede pasar en casi cinco meses con tantas repuestas sin despejar en tantos y tan abiertos frentes repartidos por el globo terráqueo y cuyo incierto desenlace tendrá consecuencias políticas, económicas y de seguridad para todos?
Yo no sé si repetir elecciones beneficiará al PP y a Podemos, como dicen la mayoría de los analistas. Quizá sería eso lo que pasara si se celebrasen mañana, pero de aquí a casi cinco meses, cualquier parecido con el escenario actual puede ser pura coincidencia. O no. ¿Quién lo sabe?
¿Y si Bárcenas tiene las pruebas que dice tener? ¿Y si, por el contrario, el juicio por los papeles de Bárcenas queda en nada?
Si crece, como es previsible, la tensión separatista en Cataluña, ¿no afectará ese hecho a Podemos, cuyos votantes en Cataluña, Galicia, País Vasco o Valencia parecen pensar cosas distintas a las que opinan, sobre la unidad del país, en el resto de España? ¿De verdad hay más de 5 millones de españoles que defienden que haya un referéndum separatista en Cataluña, condición innegociable para Podemos ante cualquier posible pacto?
¿No afectará a las expectativas de voto de los partidos políticos españoles una nueva recesión económica, si es que ése es el escenario que se deriva de la telaraña económica china?
¿No afectarán a las posibilidades electorales de los partidos políticos españoles los escenarios internacionales sobre terrorismo y refugiados? ¿Qué nuevas propuestas harán ante un mundo cada vez más complejo en estos asuntos? ¿Y si se repite en España lo sucedido en Nochevieja en Colonia?
¿Qué va a pasar en el liderazgo del PSOE: habrá cambios o seguirá Pedro Sánchez? Si hay cambios, ¿quién tomará el mando? Si sigue Pedro Sánchez, ¿lo hará tambaleándose o se cerrarán heridas?
A la vista de los sucedido en Cataluña, con un acuerdo in extremis con enemigos hasta ahora irreconciliables, ¿es posible descartar un escenario de pacto hoy imprevisible cuanto esté a punto de expirar el plazo para convocar unas nuevas elecciones generales en España?
Son solo algunas preguntas sin respuesta cierta aún que me llevan a pensar que no hemos aprendido nada de 2014 o 2015, los años más convulsos de las últimas décadas en la política española y aquellos en los que se han gestado cambios tan profundos como el fin de las mayorías absolutas y el principio del multipartidismo.
Entiendo los pronósticos basados en hipótesis, pero me parece mentira seguir escuchando verdades “irrefutables” a los mismos que llevan años fallando pronósticos.