lunes, 25 de noviembre de 2024
21/01/2016junio 7th, 2017
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Ando dándole vueltas a la razón por la que se supone que la vieja política es mala, solo porque viene de atrás; y por qué la nueva es buena, únicamente porque la proponen personas con 30 años.

Si cuando uno se ve ante un quirófano en una operación a vida o muerte busca un cirujano experimentado y con muchas horas de bisturí… Si uno prefiere un piloto con muchas horas de vuelo si vienen turbulencias o se complica la travesía, sí solemos escoger un abogado con pedigrí en caso de apuros… En definitiva, si cada vez que alguien se ve ante un trance importante se busca lo viejo, entendido como lo experimentado y de resultados contrastados, ¿por qué se detesta en política a los que tienen experiencia?


Al mismo tiempo, me pregunto: ¿Es descartable un médico joven, formado, con nuevas ideas y ganas de investigar solo porque aún no ha visto miles de casos de gripe o de cualquier otra enfermedad? ¿Se puede despreciar a un abogado brillante no tocado por los tópicos de la justicia solo porque no ha tenido aún la oportunidad de pasar por suficientes pleitos? ¿Se tiene que temer a un piloto joven, bien preparado y con energía para aguantar sin pestañear largas horas de travesía solo porque aún no ha tenido tiempo de demostrar que es una gran piloto?

Y me sigo preguntando: ¿Es la rueda un mal invento solo porque sea viejo? ¿Es la bomba atómica un buen invento solo porque sea nuevo? ¿Es desdeñable la Grecia de Pericles por ser una sociedad antigua? ¿Es buena la «novedosa» fórmula coreana de Kim Jong Un?

Parece de sentido común concluir que lo que todos queremos es contar con buenos médicos, buenos abogados, buenos pilotos o buenos políticos y que la experiencia o la carencia de ella no es en sí mismo un elemento que garantice o descalifique a ninguna persona para ninguna tarea

No se me escapa que los partidos políticos más veteranos en España han soliviantado suficientemente a la población como para desencadenar una voluntad de castigo que va más allá del sentido común. Me parece también evidente que si no fuera por la aparición de nuevas formaciones pocas cosas hubieran cambiado en la política española en cuanto a desahucios, emergencia social, transparencia, participación y persecución de la corrupción.

Negarlo es ponerse una venda, la misma que nos colocamos si tratamos de concluir que los viejos partidos no han aportado nada a un país cuya Transición asombró al mundo y que para sí quisieran tantas naciones que han salido de un dictatura en cualquiera de los cinco continentes.

Creo que ninguna sigla tiene por si sola el tarro de las esencias, aunque respeto la fe los militantes. Más buen creo que la sociedad española lo ha comprendido así también y por eso reparte sus preferencias, en la confianza -veremos si ilusa- de que la mayoría de los partidos se ponga de acuerdo para aportar cada uno lo mejor que tenga y más pueda ayudar a España a salir de esta.

POSDATA CON AYUDA DE LA RAE:

Les dejo como posdata de este artículo las definiciones del diccionario, que siempre son útiles para clarificar conceptos.

Dice el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua que nuevo es: «Recién hecho o fabricado. Que se percibe o se experimenta por primera vez. Repetido o reiterado para renovarlo. Distinto o diferente de lo que antes había o se tenía aprendido. Que sobreviene o se añade a algo que había antes. Recién incorporado a un lugar o a un grupo (es nuevo en el colegio). Principiante en una profesión o en alguna actividad. Dicho de un producto agrícola: De cosecha recentísima, en oposición al almacenado de cosechas anteriores (patatas nuevas. Trigo nuevo. Maíz nuevo). Dicho de una cosa: Que está poco o nada deteriorada por el uso, por oposición a viejo. Joven (de poca edad). Noticia (información)».

Viejo: «Dicho de un ser vivo: de edad avanzada. Existente desde hace mucho tiempo o que perdura en su estado (mantenemos una vieja amistad). Que existió o tuvo lugar en el pasado. Recuperó viejas creencias. Precedido del artículo el y pospuesto al nombre o al apellido de una persona para indicar que esta nació antes que otra llamada igual (Plinio EL viejo). Deslucido, estropeado por el uso. Usado o de segunda mano. Padre y madre de una persona (¿lo sabe tu viejo?). Usado como apelativo afectuoso para dirigirse a una persona de confianza…».

Finalmente, encontré lo que es bueno: «De valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino. Útil y a propósito para algo. Gustoso, apetecible, agradable, divertido. grande (que supera a lo común: buena calentura. buena cuchillada). Sano. Irónicamente dicho de una persona: Simple, bonachona o chocante. Dicho de una cosa: No deteriorada y que puede servir (este vestido todavía está bueno). Bastante, suficiente…».

Como conclusión, no tengo duda de que los ciudadanos y los políticos no deberían empeñarse en dividirse en nuevas castas, ahora diferenciadas por su edad, sino en quienes defienden las buenas prácticas por contraposición a las malas. Para bien, o para mal, ninguna generación tiene la fórmula mágica que permite hacerlo todo bien.

Ojalá que en adelante y mientras llegan esos pactos imposibles que España necesita, los protagonistas y quienes les votamos nos empeñemos más en pedirles cosas buenas, que nuevas o viejas. Es decir, en exigir mantener lo bueno que funcionó, cambiando lo malo que pasó y adaptando sus propuestas y comportamiento a los nuevos tiempos que vivimos. Tiempos que vivimos todos, los nuevos, los viejos y los de mediana edad.

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