El club de fútbol sala Mora FSF-Sánchez Beteta ha denunciado un trato denigratorio que sufrieron supuestamente sus jugadoras y técnicos por parte de los árbitros del partido que le enfrentó al ADAE Simancas, Julio Castillo y Gabriel Ortiz, partido que acabó con victoria local por 5-4.
Según el club denunciante, del que encastillalamancha.es publica el comunicado íntegro, «el desprecio hacia las jugadoras, las amenazas y la falta de respeto fue una tónica constante, la tensión aumentó en el túnel de vestuarios al finalizar el encuentro, especialmente cuando el colegiado recordó a la capitana y a la directiva, que ‘qué más querían si están ya en descenso'».
Este es el comunicado íntegro del Mora FSF.Sánchez Beteta, titulado «Somos pedimos respeto»:
«El primer paso para poder hacer bien tu trabajo es respetarlo. Sin respeto a las normas, a las jugadoras y a los técnicos, faltas el respeto a todo el futbol sala. Y el respeto brilló ayer por su ausencia desde la llegada al pabellón Polideportivo de San Blas, de los árbitros del Colegio Madrileño, Don Julio Castillo y Don Gabriel Ortiz.
No he visto a ningún árbitro en Segunda División Nacional masculina que acuda a un partido sin traje, como manda el reglamento. No he visto a ninguno que salga a pitar un partido de fútbol sala con zapatillas de atletismo. No he visto a ninguno que no caliente por la banda instantes antes del partido. Y por supuesto, no he visto a ninguno tratar de esta forma a los jugadores de Primera y Segunda División Nacional.
No me gusta justificar una derrota por la actuación arbitral. Pero el escándalo que padecimos ayer sólo puede llevarnos a alzar la voz, ya que los tres puntos que justamente merecíamos y que tanto necesitábamos, no se pueden recuperar.
Es grave que no sancionen una falta de libro que corta un dos para uno a falta de 27 segundos para el final. Es más grave aún que al final del partido, el otro colegiado reconozca que sí era falta. Es grave que por la mala (o intencionada) decisión de un árbitro se pase de un posible 4-5 a un insalvable 5-4.
Pero es más grave aún el trato que recibimos jugadoras y cuerpo técnico durante todo el encuentro. Desde el principio hasta la recogida del acta. En una pista de fútbol sala no solo somos mujeres, somos futbolistas. Y como tal merecemos el mismo respeto.
No fue un partido difícil, ni brusco, ni violento. No hubo nada extraordinario durante el mismo (salvo el final) que nos llevase a airadas protestas. Fue un menosprecio continuo por su parte. No es tolerable la chulería y la prepotencia con la que se dirigía a nosotras. No es tolerable una amenaza constante ante cualquier leve protesta. No es tolerable que te manden callar airadamente. No es tolerable que estén más pendientes del banquillo y de la grada que del propio juego.
No es de recibo que saquen una amarilla a los cinco minutos de empezar el partido al entrenador visitante por reclamar un balón que no había salido. Ni que le diga: «Me vas a durar bien poquito». Es indecente que el señor Castillo se cruce toda la pista para expulsar sin motivo a una jugadora lesionada que solo animaba a sus compañeras. Su explicación; «No te expulso por nada concreto. Te expulso por todo el partido». Acto seguido, cuando la delegada dice que la jugadora no ha hecho nada para ser expulsada, el señor Castillo responde. «Tú también, a la grada con ella». Seguro que lo hizo con toda su buena intención para que pudieran disfrutar de su exhibición en compañía.
Es inexplicable que en la jugada decisiva del partido, no solo nos impidan ganar. Su incompetencia tuvieron que taparla a modo de tarjetas con la que solucionaron la desesperación y la impotencia de todo el equipo. El técnico y dos jugadoras más fueron expulsadas al finalizar el encuentro. Esa decisión adultera la competición, y merma al equipo de cara a los próximos encuentros.
Por si lo relatado hasta ahora no ha sido suficiente, quedaba aún un capitulo más. La chulería, altanería y falta de respeto se prolongó hasta el momento de recoger el acta. El señor Ortiz llegó a levantar la mano a un miembro de la directiva en el interior del vestuario. Y al pedir explicaciones por la actuación que nos deja aún más hundidas en la mierda, el señor Castillo responde: «Estáis ya en descenso, qué queréis. Yo no miro la clasificación antes de pitar.» Es muy duro que después de impedirte ganar y faltarte constantemente al respeto, un árbitro se acuerde de la situación que atraviesa el equipo.
Lo peor es que somos conscientes que estos dos señores son reincidentes. Y a pesar de todo, continúan pitando, incluso en Primera División. No tenemos la televisión o la radio como altavoz. No tenemos una opinión pública ni una masa social que vea lo que está pasando. Solo nos queda unir nuestras voces y tratar de probar todo lo que decimos para que este modo de personajes no vuelvan a pisar un pabellón. Su sola presencia hace mucho daño a un deporte que amamos y por el que luchamos cada día.
Son muchos los esfuerzos y sacrificios que todas hacemos para seguir aquí cada fin de semana. No merecemos que jueguen así con las ilusiones y los sentimientos. A diferencia de ellos, no cobramos el dineral que perciben por arbitrar cada partido de Segunda División (110 euros por equipo) y que supone un buen porcentaje del presupuesto de un club al año.
Como amamos lo que hacemos, lo respetamos. A cambio solo pedimos eso. Respeto.»