Es curioso que los mensajes enviados vía guasap entre Esperanza Aguirre y su todavía presidente en su doble vertiente, de España y del PP, Mariano Rajoy se sucedieran un día tan significado como el 14 de febrero, San Valentín, Día de los Enamorados.
Mensajes de desamor, más propios de una love story de la época de Paco Martínez Soria en versión españolada, televisada en directo y todo, que nos dejó poco menos que petrificados justo a la hora de comer en un domingo en el que cayó la intocable, la que siempre se ha puesto el mundo por montera y la que más veces ha dicho pan cuando era pan y vino cuando era vino en una época en la que la corrupción salta un día sí y otro también por los pasillos de Génova y que van directos a la Moncloa en un deja vu inaguantable para el PP e insufrible para el resto de los mortales.
Pero lo que tenía detrás la «jefa», Paco Granados incluido, no tenía toreo alguno.
La escenificación del amor desenamorado entre Aguirre y Rajoy pone punto y final a la carrera política de la primera y da prácticamente por cerrada la del segundo. Es tan ridícula toda la intrahistoria del asunto que incluso la propia expresidenta «popular» madrileña contó que cuando llamó a Mariano éste no le contestó y que solo lo hizo cuando le remitió un guasap avisándole de lo que iba a ocurrir.
Entre el amor y el odio solo hay un paso, ni siquiera línea roja, no digo ya azul.
El partido se desmorona, los que están dentro se dan cuenta pero todavía no son capaces de escenificarlo en público. Que necesita un recambio en masa, más moral que fìsico incluso, está más que cantado, pero las jerarquías endogámicas que hay dentro impiden que de una vez por todas aparezca un nuevo PP que, como mínimo, debiera cambiar las caras de todos aquellos que por activa o por pasiva han permanecido «durmientes» cuando de corrupción, graves casos, se hablaba en su partido.
El último episodio es mantener el aforamiento o la protección por encima del bien y del mal, más de lo segundo, de Rita Barberá. A la luna de Valencia que han optado muchos por quedarse cuando no se adopta una solución tan sencilla como echarla y que por aquí no vuelva más, al margen de las soluciones judiciales cuando correspondan.
Ponerse de perfil contra la corrupción es lo que tiene. Que pase lo que pase ni sus militantes más militantes los creen. El PP va a la deriva, sin rumbo y sin capitán.
Y no lo quieren reconocer, que es lo peor.
Albert Rivera está al acecho, no lo olviden. Y va en serio.
@CesardelRioPolo
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