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10/03/2016junio 7th, 2017
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El 22,2 por 100 de los ciudadanos mayores de edad considera que los políticos en general, los partidos y la política son actualmente uno de los tres principales problemas de España, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Ellos, que deberían ser los encargados de resolver los problemas de la ciudadanía, se han convertido, por méritos propios que se han ganado a pulso, en un problema más que en una herramienta para aplicar soluciones.

De los 39 asuntos por los que ha preguntado el CIS, las personas consultadas sitúan el paro como el principal problema, como ocurre cada mes en los últimos años (lo es para el 78 por 100), seguido por la corrupción y el fraude (47,5 por 100) y los problemas de tipo económico (25,1 por 100). Los políticos y la política son vistos como uno de los tres principales problemas por el 22,2 por 100.


Hace bastante tiempo que los políticos y la política lograron el dudoso honor de ser vistos por los ciudadanos como un serio problema pero, a juzgar por el espectáculo que algunos están dando desde las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, los hay que parecen no haberse enterado de esta importante crítica que les hace la población. Sólo así se explica que no rectifiquen algunas conductas y sigan a diario ofreciendo espectáculo más que política seria. Algunos, no todos, que conste.

BRONCAS Y PETICIONES IMPOSIBLES

Da pereza escribir otra vez sobre el mismo asunto, pero hay que hacerlo porque es el tema de más actualidad. En los casi tres meses que han transcurrido desde las elecciones generales la ciudadanía ha visto de todo en el panorama político: bronca por la composición de la Mesa del Congreso, bronca por la distribución del lugar que cada grupo debe ocupar en el Hemiciclo de la Cámara (distribución que fue corregida, porque tenían razón los diputados de Pablo Iglesias cuando reclamaron), peticiones de constituir cuatro grupos parlamentarios entre Podemos y sus confluencias cuando el Reglamento no lo permite)… «¿Y para esto he votado?», se preguntarán algunos electores.

Después hemos asistido a decisiones y actuaciones insólitas, poco serias y sin precedentes en la democracia: un presidente en funciones, Mariano Rajoy, que ganó las elecciones pero que renunció a presentarse a la investidura por falta de apoyos y ahora dice que lo va a intentar de nuevo; el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que quiere ser presidente aunque sabe que las cuentas no le salen, y que ha pactado con la derecha liberal de Ciudadanos a pesar de sus diferencias ideológicas y de las duras críticas que les lanzó durante la campaña electoral; Pablo Iglesias que, en la segunda sesión de investidura, dedicó dos de los cinco minutos que tenía para intervenir a hablar de una anécdota que había visto en un programa de televisión, como si estuviera contando chascarrillos a sus amigos en una cafetería; Albert Rivera, que quiere llevar al PP a su pacto con el PSOE aunque sabe que es imposible, y Alberto Garzón, de Izquierda Unida-Unidad Popular, que con solo dos escaños pone todo su empeño en intentar que se alcance un pacto de las fuerzas de izquierdas para formar Gobierno. Y se podría seguir.

COLGARSE LA MEDALLA

Lo último, después del fracaso esperado de Pedro Sánchez en su investidura como presidente del Gobierno -solo obtuvo 131 votos a favor frente a 219 en contra-, es que los líderes de los cuatro principales partidos coinciden en la necesidad de diálogo y han iniciado un envío de cartas unos a otros para proponer reuniones, como si estuvieran compitiendo para ver quién se apunta el tanto de lograr que se sienten de nuevo en una mesa. Rajoy va a llamar a Pedro Sánchez; éste dice que va a rechazar esa propuesta porque ahora deben reunirse los equipos negociadores, y que él acudirá a las posibles reuniones junto con Albert Rivera porque para eso han firmado un pacto; el PSOE ha escrito a todos los partidos -excepto a los independentistas catalanes- para proponerles nuevos encuentros; Ciudadanos defiende su acuerdo con el PSOE y quiere sumar al PP, aunque sabe que Sánchez rechaza esa posibilidad…

Y todo ello es retransmitido a diario casi en directo por los medios de comunicación, sobre todo por algunas televisiones, desde las dependencias del Congreso de los Diputados que se han convertido en un verdadero plató de televisión. Los periodistas cumplen con su obligación profesional de preguntar; y los líderes políticos -y otros diputados que no son tan líderes- están encantados de aparecer en la pantalla. ¿Sabe el lector que algunos políticos tienen cada día a cuatro, cinco o seis entrevistas en radios y televisiones distintas? No es malo que se expliquen, porque la ciudadanía tiene derecho a saber y a conocer el trabajo que hacen sus representantes; pero hay momentos en que las negociaciones para algo tan importante como formar un Gobierno requieren cierta dosis de tranquilidad y sosiego, aunque los periodistas queramos saber las cosas incluso antes de que ocurran.

Cada vez es más frecuente escuchar a ciudadanos que dicen: «Cuando pongo la televisión o sintonizo la radio y empieza a hablar uno de estos», en referencia a los líderes de los partidos políticos, «cambio de programa o de emisora».

No es bueno que la ciudadanía se canse de los políticos, porque la política es imprescindible en la democracia para la convivencia y el bien común. Pero cada día es más fuerte ese desapego hacia los poíticos, debido al espectáculo que algunos dan a diario. Y todavía quedan tres meses y medio para el 26 de junio, fecha en que probablemente se celebrarían las elecciones generales si hubiera que convocarlas de nuevo, como parece que va a ocurrir. Paciencia, porque propósito de rectificar en su conducta no se ve en ninguno de ellos, ni en los políticos de siempre ni en los nuevos.

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