Agustín S.M., propietario de una finca de caza en Albarreal de Tajo (Toledo), ha sido condenado a 3.000 euros de multa, a razón de 10 euros diarios, por un delito contra la fauna después de que en el juicio reconociera ser el autor de la colocación de porciones de tortillas mezcladas con un potente plaguicida con la intención de matar zorros porque, recalcó, se comían la caza y eso perjudicaba sus intereses económicos.
La sentencia del Juzgado de lo Penal número 1 de Toledo, a la que ha tenido acceso encastillalamancha.es, absuelve a los otros dos acusados, el guarda de la finca, Juan Manuel M.; y su esposa, Matilde D., del mismo delito porque entiende que «no existe ningún indicio de que hubieran participado en los hechos». El juez afirma que nadie los vio colocar cebos envenenados en las madrigueras de los zorros ni hay pruebas de que ambos se pusieran de acuerdo con Agustín para colocarlos, por lo que la mera presencia en el lugar de los hechos es insuficiente para convertirlos en coautores.
Sentencia que no tiene nada que ver con lo que pedían tanto la Fiscalía como la acusación particular (la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha), quienes solicitaron dos años de prisión para cada uno de los tres acusados al considerarlos autores.
UN AGENTE MEDIOAMBIENTAL LE PILLÓ CON UNA CAJA EN LA QUE HABÍA TRES PORCIONES DE TORTILLA EN LOS QUE HABÍA MEZCLADO UN POTENTE PLAGUICIDA
Sí queda probado que sobre las seis de la tarde del 27 de enero de 2009 Agustín fue al paraje «Vega del Tesoro», dentro del coto de caza «Cambrillos del Norte», de su propiedad, situado en Albarreal, junto a Juan Manuel y Matilde, aunque estos dos últimos «solo le acompañaban».
Agustín llevaba una caja de cartón con ocho porciones de tortilla que previamente había mezclado con un plaguicida que contenía una concentración de carbofurano. Cinco de esas porciones las colocó en la entrada de otras tantas madrigueras de zorros con la intención de eliminarlos del coto, pero fue sorprendido por un agente medioambiental cuando todavía conservaba tres trozos de tortilla. El agente y sus compañeros lograron incautar los cinco trozos colocados, por lo que no murió ningún zorro.
Fue el propio Agustín quien durante el juicio señaló que fue él y solo él quien colocó los trozos de tortilla y que sus dos acompañantes no sabían nada, además de decirle al juez que el agente medioambiental había mentido porque ellos dieron la cara y no se escondieron detrás de unos arbustos.
JUNTO A UN CORREDOR BIOLÓGICO POR EL QUE TRANSITAN ESPECIES AMENAZADAS
Aunque tanto la fiscal como el abogado de la acusación particular insistieron en que la zona donde fueron colocados los cebos es colindante con el río Guadarrama y con un corredor biológico por el que transitan especies amenazadas y por numerosos ejemplares juveniles de águila imperial, lo que podía haber provocado que estos animales comieran posteriormente los cadáveres de los zorros envenenados, el juez considera que el relato de los hechos «no contiene concreción sobre las especies amenazadas» y que el intento de «integrar el riesgo de que especies protegidas puedan devorar en forma de carroña los animales muertos provoca la desnaturalización del delito pues lo convierte en un delito de peligro».