En los últimos años sus ojos han visto la capacidad de destrucción que puede alcanzar el hombre, escenas que califica de «catastróficas» por su barbarie y la ausencia total de humanidad. A pesar de las vivencias que está teniendo en Siria, su mensaje no es otro que la reconciliación; no en vano en 2014 estuvo nominada al Premio Nobel de la Paz. La madre Agnès-Mariam de la Cruz, abadesa del monasterio de Santiago El Mutilado de Qara (Siria), está estos días en España para ofrecer su testimonio en las Jornadas Diocesanas de Voluntariado que se celebran en Talavera, una cita que ha aprovechado para visitar Toledo.
Antes del estallido del conflicto, su labor estaba centrada, a través de la Comunidad de la Unidad de Antioquía, en la conservación del patrimonio y en la unidad de las iglesias para ayudar al hombre contemporáneo a construir su humanidad interior sobre las bases de la espiritualidad cristiana. Todo cambió a raíz de la Primavera Árabe, o como la llama ella el «Infierno Árabe». Comenzaron los bombardeos, la ocupación de su zona por parte de los rebeldes de Al Qaeda -que duró entre 2011 y 2015-, los asesinatos, los secuestros… «Yo misma tuve que huir por las amenazas que recibí». A partir de entonces la actividad que venían realizando paró de golpe y tuvieron que afrontar otra más urgente: ayudar a las víctimas de la guerra. «Poco a poco hemos ido trabajando en lo humanitario y puedo decir, humildemente, que somos una de las comunidades más activas de Siria».
Actualmente vivir en este país es «enfrentarse a la muerte cada día y en cada momento», también luchar «contra la pobreza y la falta de recursos». En muchas ocasiones se encuentra a pocos kilómetros de las tierras del Estado Islámico, ahí donde más se necesita su ayuda. Cuenta que es una situación «catastrófica» en la que quien más está sufriendo es la población civil: «He visto niños sin piernas, sin brazos, ciegos… encontré a una huérfana cuyos parientes y las 45 personas de su familia más cercanas habían sido matados por el Estado Islámico», un Estado Islámico que «entró por la noche en 13 aldeas de las montañas alauitas, cuando todo el mundo dormía, para masacrarles y acabar degollándoles y cortándolos en trozos». Asegura que aquí se ha concentrado «todo el poder de dañar que tiene el ser humano».
A 90 kilómetros al norte de Damasco, el monasterio de Santiago El Mutilado defiende la reconciliación y es artífice del movimiento Mussalaha, un movimiento popular que trabaja para alcanzar la paz favoreciendo el diálogo en la zona y negociando el alto el fuego, algo para lo que ponen en peligro su vida. La madre Agnès-Mariam afirma que ha visto de todo, muchas imágenes para olvidar pero también la fortaleza del hombre para perdonar. «Cuando alguien perdona a quien ha matado a su hijo, para nosotros es un signo de esperanza y de la llegada del Espíritu Santo».
Considera que lo que está viviendo en Siria es una «experiencia de madurez espiritual» en la que «Jesucristo es el que nos da la fuerza para abrazar una realidad que es amarga; esa realidad amarga para nosotros es un incentivo más para amar y ser más fieles porque la salvación vendrá del cambio en los corazones de la gente».
UN CONFLICTO «PREFABRICADO»
Además de prestar ayuda humanitaria a sus conciudadanos, esta religiosa -nacida en Líbano y con nacionalidad libanesa y francesa- se afana en explicar lo qué realmente está ocurriendo en Siria, una versión que nada tiene que ver con la que cuentan los medios de comunicación. Es su «testimonio sin miedo». En este sentido expone cómo «en los dos primeros años del conflicto sirio, y de manera premeditada, se buscó adormecer a la opinión pública para hacer creer que la motivación de este levantamiento fue una legítima demanda de democracia cuando en realidad lo que estaba ocurriendo era una revolución islamista».
De hecho, estos principios de democracia «no han sido aplicados en los territorios bajo control de los rebeldes, sino que se está atentando contra la diversidad y la tolerancia». Añade que el 80 por 100 de la población siria está desplazada dentro de su país en zonas del gobierno porque son tierras en las que el Estado garantiza la sanidad y la educación, incluso el agua y la electricidad allí donde los rebeldes hacen explotar los depósitos y estaciones.
Critica que desde el mundo occidental se esté «demonizando» a un gobierno que, «si bien tiene que reformarse, no cambiará mediante la destrucción de las infraestructuras y del Estado». Asegura que los cristianos sirios no son partidarios de la dictadura -como les han acusado desde países como Francia- pero es que «el único que les defiende es el Estado».
La situación de los cristianos es, sin cabe, «más precaria». «En ciudades como Homs, hasta 80.000 tuvieron que huir de sus casas en solo un día a causa de la invasión de los grupos del Estado Islámico; aldeas enteras han sido secuestradas y mujeres sirias son usadas como esclavas sexuales. Lo que está sufriendo el cristiano es una auténtica persecución» que incluso se extiende fuera de Siria, hasta los campamentos de refugiados con mayoría de musulmanes. «Todo esto está sucediendo bajo la protección internacional».
Esta carmelita descalza cree que las potencias mundiales están siendo artífices de un conflicto prefabricado en el que tienen una responsabilidad muy grande. Lamenta que la Unión Europea haya olvidado los principios fundacionales que la vieron nacer y se haya hecho aliada de los dictámenes de Estados Unidos protegiendo a los hermanos musulmanes y haciendo «una nefasta alianza con el fundamentalismo musulmán». Por eso denuncia que los países europeos estén comprando petróleo al Estado Islámico: «directamente les está financiando». Sostiene que «hoy en día el mundo entero se esmera para luchar contra el terrorismo pero en realidad lo están alimentado porque hacerle frente es tomar medidas muy serias y no hacer el espectáculo». Desde su punto de vista, «Europa y el mundo occidental viven una crisis muy profunda de valores que está provocando que se instale el barbarismo».
A diferencia de lo que pueda parecer, afirma que la solución a este enquistado conflicto no es complicada, «es mucho más fácil de lo que el mundo piensa porque basta con que las grandes potencias decidan que ya vale de desestabilizar un país».
CRISIS DE REFUGIADOS
La madre superiora Agnès-Mariam de la Cruz -muy estimada por la población siria, incluso por los oponentes al régimen- también ve una mano negra en la crisis de los refugiados porque «¿cómo es posible que tantas personas, procedentes de tantos países, empiecen a dirigirse todas a la vez hacia Europa?» «La mayoría son jóvenes y entre ellos hay terroristas que se han disfrazado de refugiados y vienen a Europa para proyectos muy oscuros». Más que fomentar la acogida de estas personas en países europeos, aboga por dedicar ese dinero a que sean desplazados a zonas seguras de sus países o de países cercanos. «Así no sería necesario integrarles y supondría un empuje de inversión para la población del lugar». Su comunidad fue la primera, y por el momento la única, en conducir una caravana de 2.000 refugiados sirios que quisieron volver al país. «Para nosotros es una estrategia».