Han pasado ya 12 meses desde que el PSOE volvió al Gobierno de Castilla-La Mancha, una tarea en la que han estado casi siempre. La Junta de Comunidades va en el ADN de los socialistas de la comunidad autónoma, la conocen como la palma de su mano, la han poblado durante 28 años ininterrumpidos, (29 en total) de los 33 de su existencia y se mueven como pez en el agua en los despachos, los pasillos y los pueblos. La orografía de la región les es familiar y el sistema capilar de colectivos, asociaciones y organizaciones lo tienen desde hace décadas en su agenda.
Podría decirse que ver al PSOE en la Junta no es noticia, porque hasta ahora ha sido lo habitual. Las razones de su longevidad y la fugacidad del PP -solo cuatro años de 33- no son objeto de este artículo, sino analizar, desde mi punto de vista, cómo ha transcurrido el primer año del regreso de los socialistas a su hábitat político castellano-manchego. Y los datos del paro conocidos precisamente este lunes serán segurametne la mejor manera de celebrarlo para el presidente y su Ejecutivo.
El sábado 4 de julio de 2015 Emiliano García-Page tomaba posesión como cuarto presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Aún recuerdo el calor en el patio del Palacio de Fuensalida. Isabel de Portugal miraba inmortalizada en piedra en el patio por el que corrieron, subieron y bajaron los Austrias mayores. En primera fila, sus predecesores: José Bono, José María Barreda y María Dolores de Cospedal, la única mujer al frente de la región y la primera que la gobernó bajo las siglas del PP. También la presidenta más breve hasta la fecha. Todos ellos fedatarios de la inmensa felicidad que transmitía el protagonista, reflejada en una sonrisa que nada ni nadie ha conseguido borrarle aún. Se sentía capaz de todo y así lo transmitió. Como si nada pudiera ir mal y todo tuviera remedio.
Muchos acontecimientos políticos vividos este año dentro y fuera de Castilla-La Mancha han cargado los depósitos de preocupación del presidente de Castilla-La Mancha, pero creo que él sigue pensando casi todo lo que transmitió aquel día. Salvo en alguna cosa.
El caso es que lo primero que se vio aquel 4 de julio fue un cambio claro de talante, que atestiguaban todos los presentes, desde los invitados a los funcionarios pasando por los operarios que participaron en el montaje del acto. ¡Qué diferencia! Era la frase más comentada de la tarde.
Para empezar era más que suficiente, dado el mal sabor de boca y el cabreo generalizo que habían dejado la altivez y lejanía de una buena parte de la Administración Cospedal, en la que tantas esperanzas se habían puesto solo cuatro años antes. La gestión, plagada de recortes y desplantes, dejó mucho que desear y la sensación de que todo lo de Castilla-La Mancha iba detrás de lo nacional hizo el resto y facilitó el cambio de Gobierno. Por la mínima y por los pelos, pero alternancia al fin y al cabo.
Transcurrido el primer año, el cambio de talante sigue siendo evidente. Esta Junta escucha y recibe. El Gobierno tiene una media alta en actitud y aptitud, excepción hecha de la Educación, que ya se ha cobrado su primera víctima -la exconsejera Reyes Estévez- y desencadenado el mayor descontento con el nuevo Ejecutivo. No es moco de pavo para Ángel Felpeto, entregado a hacer de muro de contención mientras gana tiempo para recuperar el terreno perdido y/o destruido.
Se ha puesto manos a la obra a los planes de empleo para taponar una de las vías más dolorosas y se trata de regionalizar la Sanidad, que habíamos ido exportanto a clínicas privadas de Madrid, pero las listas de espera siguen siendo socialmente inasumibles. La Hacienda pública sigue muy tocada por la deuda, la falta de ingresos propios y un modelo de financiación autonómica que nos lastra e impide costear los servicios básicos de la región a la medida de sus necesidades. El cambio de perfil en la política social ha sido un alivio para la mayoría de los colectivos, pero hay más necesidades que dinero.
La sensación de que se mejora, pero muy lento, se impone y el buen talante de la mayoría -ojo, con deshonrosas excepciones- no va ser siempre suficiente para mantener las expectativas altas creadas hace un año y gestionar la ansiedad generada durante los cuatro anteriores. El agua ha vuelto al discurso del Gobierno con condena del trasvase, herido de muerte por la evidencia pero salvado por la ley.
Exceptuadas la bolsas ideológicas de voto que los dos grandes partidos tiene en CLM, una de sus reservas nacionales incluso para los socialistas, lo que se oye es que una buena parte no quiere volver atrás, a lo que había hace solo un año, pero espera más de quien aventuró desde el primer minuto la recuperación económica y social de Castilla-La Mancha. La complejidad y la volatilidad de la política española hace que nada se dé por definitivamente perdido ni por ganado sin más.
Hoy la sensación más generalizada es que Page será presidente 7 años más. Pero…
Pero frases como la que hoy publicamos como titular de la entrevista con el presidente de Educación de CSIF en CLM, José Antonio Sanz, indica que no cabe la relajación. «En los docentes hay desencanto y decepción… Nos dicen: ´Nos han engañado´», dice. En manos del Ejecutivo y de su presidente está que titulares como éste sean la excepción o la normal al final de la legislatura.
Sin duda, los datos históricos del paro conocidos justo un año después de la toma de posesiónde de Page son una razón para la esperanza.
Hoy tocaba Gobierno. La semana que viene, el primer año de PP, Podemos y Ciudadanos en la oposición.