Estos días se ha confirmado algo que casi todo el mundo ya creía: que los millones de españoles que se manifestaron en 2003 en contra de que España apoyara la invasión de Irak tenían razón, porque en ese país no existían las supuestas armas de destrucción masiva y porque había que agotar las vías pacíficas, antes que ir a una guerra, para acabar con el dictador Sadam Husein; y que José María Aznar mintió a la ciudadanía, para justificar una guerra que rechazaba más del 90 por 100 de la población.
Durante siete años, el diplomático británico John Chilcot ha llevado a cabo, por encargo de su Gobierno, una exhaustiva investigación independiente cuyo resultado está recogido en 12 tomos y puede ser consultada en internet, en inglés. Las conclusiones son demoledoras para quien entonces era primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, pero también dejan en muy mal lugar a Aznar. Recuérdese que ambos se reunieron en las islas Azores con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, posaron en una famosa fotografía que dio la vuelta al mundo y decidieron, sin escuchar el clamor de los ciudadanos de sus países, la invasión de Irak.
NO HABÍA ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA
Entre otras cosas, el informe Chilcot concluye que: decidieron la guerra sin agotar antes todas las vías diplomáticas y pacíficas para derrocar al sanguinario Husein; no existía certeza de que Irak tuviera armas biológicas o químicas de destrucción masiva, pero lo dieron por cierto; no contaban con una base legal clara para ir a una guerra; no tuvieron en cuenta las advertencias de que una invasión militar de ese país provocaría más actos terroristas de Al Qaeda; no se ha conseguido pacificar la zona, como se pretendía, tras una guerra que ha costado más de 250.000 muertos entre civiles y militares.
Hay que recordar que el día 13 de febrero de 2003, en una entrevista en TVE, Aznar afirmó con rotundidad: «Le estoy diciendo la verdad, el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva». Un mes después, con ese argumento que se ha demostrado falso, los Gobiernos del Reino Unido y de España, en contra de la opinión abrumadoramente mayoritaria de su ciudadanía, decidieron apoyar la guerra de Irak.
Según el citado informe, Aznar, Berlusconi y otros, cuando vieron que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no aprobaba una segunda resolución de respaldo claro a la invasión militar, presionaron a Estados Unidos para que no retrasara la intervención militar en Irak.
AZNAR SIMULÓ QUE NO QUERÍA LA GUERRA
Y algo más: Aznar estaba firmemente decidido a apoyar la invasión de Irak pero, según el informe, pactó con Tony Blair llevar a cabo una estrategia de comunicación para hacer ver a los ciudadanos de sus países, mayoritariamente contrarios, que ellos hacían todo lo posible para evitar la guerra.
El miércoles 7 de julio, en cuanto se ha hecho público el informe Chilcot, el ex presidente estadounidense Bush ha reconocido que hubo fallos en los servicios de inteligencia en relación con las supuestas armas de destrucción masiva, y otros errores, pero sostiene que el mundo es mejor sin Husein. Tony Blair ha dicho que siente «más dolor, pesar y arrepentimiento de lo que muchos pueden creer», y que todo lo hizo con la mejor voluntad. Además, ya han pedido a la Cámara de los Comunes que emprenda acciones contra él y
algunos familiares de fallecidos en esa guerra estudian la posibilidad de denunciarle en los tribunales.
Por el contrario, José María Aznar, el tercero de la foto de las Azores, un día después de ser conocido el informe seguía guardando silencio. Y no es de esperar que vaya a pedir disculpas o a mostrar arrepentimiento. Probablemente prefiere seguir creyendo que España se hunde sin estar él al frente y seguirá hablando de vez en cuando, como acostumbra, para dar disgustos a su partido, el PP, y a su presidente, Mariano Rajoy, a los que quiere seguir tutelando sin aceptar que su tiempo político ya pasó. Pero nunca reconocerá que mintió a los españoles.