Su parador, sus plazas y el conjunto histórico que la conforman dan cuenta del noble pasado que tuvo hasta el siglo XVII la antigua villa medieval de Alarcón (Cuenca). En medio de su entramado de calles empedradas se alza la iglesia de San Juan Bautista, un bello edificio herreriano de finales del siglo XVI que hoy en día guarda la obra maestra del artista conquense Jesús Mateo, un proyecto contemporáneo que a lo largo de los años ha contado con el respaldo de grandes de la cultura como José Saramago, Ernesto Sábato, Fernando Arrabal, Antonio Saura, Gustavo Torner, Antonio López, José Antonio Marina…
Estudió Derecho «por imposición» pero desde su niñez se formó en pintura por pasión, llegando a estar vinculado a artistas de la talla de Gustavo Torner y Antonio Saura. Afirma que lo suyo no son las exposiciones ni moverse dentro de los círculos convencionales del arte. «Para mí el arte es una necesidad, pinto porque lo necesito», comentaba a encastillalamancha.es.
Por este motivo, el día que llegó a Alarcón y conoció de la mano del cura la iglesia de San Juan Bautista -desacralizada desde hace 200 años y en avanzado estado de abandono- «vi que era el soporte que necesitaba para descubrirme». Por aquel entonces tenía 23 años y una seguridad inusitada en lo que quería hacer: plasmar sobre paredes y techos cómo la naturaleza ocupa un espacio creado por el hombre, «cómo una maraña de formas orgánicas nacidas de la tierra aprisiona una ruina creada por el hombre», según sus propias palabras. Motivos vegetales, animales y minerales se deforman hasta el extremo para trasladar al espectador a una ensoñación que le lleva a un mundo completamente ajeno a la realidad. Los 1.500 metros cuadrados que ocupa la iglesia se convierten entonces en un «utero materno» en el que sentir «el instante previo al inicio de la vida», también «recogimiento y protección» porque «el arte nos ayuda a protegernos».
Esta pintura mural que recuerda a la Capilla Sixtina de la Basílica de San Pedro es única por varios motivos. El primero de ellos salta a la vista: el esplendor por la ocupación total del espacio, algo que no tiene antecedentes. Además, está reservada a muy pocos la posiblidad de utilizar a modo de grandes lienzos las paredes de los edificios religiosos (artistas como Miquel Barceló sí han podido desarrollar así su trabajo). Las pinturas murales de Alarcón, patrocinadas por la Unesco desde el año 1997, son aún más únicas, si cabe, porque han sido realizadas por una sola persona y porque la obra ha sido financiada al 100 por 100 por la sociedad civil, adelantándose en el tiempo a lo que hoy es el crowdfunding.
En octubre de 1995 comenzó a trabajar con 50.000 pesetas y unos andamios prestados. Tras convencer al cura, el apoyo económico vino de unos «mecenas» que creyeron desde el principio en un creador, por entonces, desconocido. «Eran unos ingenieros del telecomunicaciones de Telefónica que promovieron un crowdfunding. Reclamaron la atención de la sociedad civil y consiguieron que muchas personas hiciesen pequeñas aportaciones». El mismo 1995 surgió la asociación cultural en la que se sustentó un proyecto que se prolongó durante siete años y que en sus orígenes tuvo un gran empuje con la visita que realizó la periodista Rosa Montero y al artículo que publicó en El País. La suya sería la primera de muchas visitas ilustres, personalidades del mundo de la cultura que han contribuido a dar un motivo más para ir a Alarcón, cuya iglesia de San Juan Bautista recibe al año a 35.000 personas.
Así, el último texto que escribió Ernesto Sábato habla de estas pinturas murales; el filósofo Gustavo Bueno publicó un ensayo sobre su obra en 1999; el escritor Fernando Arrabal le dedicó un extenso poema en francés; Federico Mayor Zaragoza (exdirector general de la Unesco) contribuyó con sus textos institucionales a la difusión de estas pinturas; José Saramago dejó testimonio de la impresión que le causó su contemplación… Surgidas de la inspiración del artista conquese, han servido de motor creativo para otros.
Pintor autodidacta, Jesús Mateo tuvo la oportunidad de iniciar su formación teórica en el seno de la biblioteca del Museo de Arte Abstracto Español. La formación técnica la desarrolla desde muy niño a partir de visitas a museos, talleres y, sobre todo, a través del trabajo solitario en el estudio. Desde muy temprana edad se decantó por este mundo de color y forma. Una exposición individual a los 17 años y varias colectivas le alejan rápidamente de las fórmulas expositivas convencionales. Renuncia progresivamente a los formatos convencionales y a los usos de comunicación tradicionales entre el artista y el público. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Castilla-La Mancha y estudió Historia del Arte.