Hay que ser muy descerebrado, miserable, vil y mala persona, sobre todo muy mala persona, para decir los disparates que algunos energúmenos han difundido por las redes sociales, alegrándose de la muerte del torero Víctor Barrio por una cornada. Faltan adjetivos para definir a esos inconscientes. Sobre esa gente debe recaer todo el peso de la ley, para que aprendan que las nuevas tecnologías -tan importantes en el mundo actual- deben ser utilizadas con sentido común y no para incitar al odio, porque hacer esto último es un delito.
Se puede estar en contra de las corridas de toros, y es una opinión tan respetable como la de los aficionados. Pero lo que ha ocurrido en este caso no es un debate entre taurinos y antitaurinos, sino una actitud vergonzosa y lamentable de gentes que demuestran tener menos cerebro que un mosquito.
El sábado 9 de julio, en la plaza de toros de Teruel, el torero segoviano Víctor Barrio, de 29 años, fue corneado por el tercer toro de la tarde, que le metió el pitón por el costado derecho y le alcanzó el corazón. Minutos después murió en la enfermería.
MENSAJES DE PESAR E INSULTOS
El dramático fallecimiento provocó inmediatamente un aluvión de comentarios en las redes sociales Facebook y Twitter. La mayor parte eran de pesar por la muerte del diestro, firmados por otros toreros y por muchos ciudadanos; pero también hubo mensajes de odio, cuyos autores y autoras se alegraban de la muerte de Barrio e insultaban a su familia, con el argumento de que apoyan al toro porque el animal tiene que defenderse frente al torero que lo agrede y maltrata.
La libertad de expresión y comunicación de la ciudadanía es un derecho constitucional y humano que siempre hay que defender. Pero esos repugnantes comentarios no pueden justificarse por la libertad de expresión: son la prueba de la poca catadura moral de unos individuos que dan rienda suelta a sus peores sentimientos amparándose en el anonimato de las redes sociales.
Probablemente no saben -aunque el firmante de uno de esos mensajes dice que es maestro- que quien divulga determinadas afirmaciones en las redes sociales puede cometer un delito de incitación al odio. Pues que pregunten y se enteren, antes de lanzar al aire sus lamentables comentarios. El Código Penal castiga alguna de esas conductas con penas de uno a cuatro años de cárcel y multa. Además, la ley también castiga la intromisión en el honor o la intimidad personal y familiar de los ciudadanos, sean toreros o no, vivos o muertos.
LA POLICÍA INVESTIGA
La Policía Nacional investiga esos mensajes para localizar a sus autores y, si procede, denunciarlos ante el juez; un abogado de Castellón, a título particular, ha denunciado al maestro que escribió uno de los mensajes más insultantes y groseros; la Fundación Toro de Lidia ha presentado una denuncia contra varios firmantes…
La empresa Nestlé ha cancelado el contrato que acababa de firmar con un joven, al que había elegido para ser la imagen de su campaña publicitaria para una conocida marca de helados -él tiene un millón de suscriptores en su canal de vídeo, con lo que gana dinero, y 400.000 seguidores en Twitter-, porque escribió varios mensajes alegrándose de la muerte del torero, lo que provocó como reacción una campaña de boicot a esos helados.
No es la primera vez que las redes sociales son mal utilizadas, ocurre casi a diario. Lo hacen algunos políticos, algunos periodistas que se creen más importantes que la propia noticia, personajillos que llenan cada día los espacios de telebasura de algunas cadenas de televisión, ciudadanos anónimos…
Para algunos, todo vale con tal de estar en la primera línea o vivir del cuento. Y todo no vale. La libertad de expresión y comunicación de la ciudadanía es un derecho constitucional muy serio, que hay que defender y garantizar siempre; el honor y la intimidad de las personas, las vivas y las muertas, también.