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21/07/2016junio 7th, 2017
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Muy diferente ha sido la evolución en este primer año de legislatura de los nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, debutantes en la política regional. 

Por un lado, Podemos ha cerrado el primer año como lo empezó, tensando la cuerda, discutiendo con el PSOE y hablando de cómo hay que gobernar Castilla-La Mancha y repartirse el protagonismo.


“Ha habido conversaciones sobre si Podemos entra en el Gobierno, de momento creemos que no procede”, contó en exclusiva a encastillalamancha.es el presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha y secretario de Organización del PSOE, Jesús Fernández Vaquero, uno de los muñidores del pacto. Era el lunes 11 de julio.

“Más interesante que saber si vamos a entrar en el Gobierno es qué hará el PSOE para no salir de él”, contestaba al día siguiente, también en exclusiva a encasatillalamancha.es, el vicepresidente primero de las Cortes y secretario general de Podemos en CLM, José García Molina.

“No va a haber ninguna incorporación al Gobierno”, sentenció 24 horas después el portavoz del Ejecutivo, Nacho Hernando, en la rueda de prensa semanal para comentar los acuerdos del Consejo de Gobierno.

Detrás de esta cascada de declaraciones estaba un intenso fin de semana de toma y daca entre responsables del PSOE y Podemos al máximo nivel en Castilla-La Mancha. Primero Vaquero y Francis Gil, secretario Político de Podemos en la región y miembro de la Unidad de Análisis Estratégico de la formación en España, habían sostenido un duro pulso valorando, a petición del partido morado, su entrada en el Ejecutivo. De trasfondo, el grado de cumplimiento de los acuerdos que permitieron la investidura de Emiliano García-Page como presidente de Castilla-La Mancha y el nivel de satisfacción de las partes. Diversas fuentes cuentan que la cuerda estuvo a punto de romperse entre el sábado y el domingo 2 y 3 de julio. La tarde del domingo se incorporaron a la mesa Page y García Molina y entre los cuatro parece ser que acordaron tablas. Al menos, por el momento.

Tengo para mí que no es el primer episodio de estas características. Ni será el último. Es previsible que haya uno al menos antes de cada presupuesto y se multiplicarán en el último año de la legislatura, cuando suenen las trompetas electorales.

Creo, sin embargo, que la sangre no llegará al río, porque no beneficiaría a ninguna de las partes del pacto romperlo definitivamente, lo que sucedería si Podemos retira su tenso apoyo a los socialistas. Ya han visto lo que supone para Podemos dejar que gane el PP. Además, si no fueran propietarios de dos escaños imprescindibles, sino un pequeño partido de la oposición, estarían más cerca de la irrelevancia política y social. Si no me creen, que pregunten a sus nuevos socios de Izquierda Unida qué pasa en Castilla-La Mancha cuando eres un partido pequeño cuyos votos no cuentan en el parlamento.

Tampoco veo al PSOE interesado en gobernar sin los apoyos de Podemos y convirtiendo la legislatura un infierno. Tengo la impresión de que a bordo de su acuerdo con podemitas, los socialistas se sienten en una especie de “purgatorio” político, duro, pero sin duda mejor opción que el averno, entendido como volver a la oposición. Además, en este particular purgatorio la temperatura varía según los momentos y los temas.

Las vicisitudes de la política nacional podrían alterar lo que parece lógico, que el acuerdo siga con luces, sombras, tiras y aflojas. Pero intuyo que se impondrá más la lógica, que es con la que las dos partes ganan, aunque no todo lo que quieren cada una de ellas.

Mientras Podemos consiguió plaza en las Cortes con dos valiosísimos escaños que pudieron ser tres el 25 de mayo de 2015 y se ha asentado como una realidad de la política regional, Ciudadanos se quedó fuera del primerio gordo, el parlamento autonómico y solo pudo ser relevante en algunos ayuntamientos importantes y diputaciones, circunstancia que la formación de Albert Rivera no ha sabido aprovechar para reforzarse en esta Castilla-La Mancha reserva del bipartidismo. Muy al contrario, ha retrocedido víctima básicamente de las diferencias internas, de la mala gestión de las mismas que ha hecho la dirección nacional y de una selección poco exigentes de algunos candidatos.

Del varapalo del 15 de mayo al éxito del 20-D, con tres escaños en el Congreso, al desastre del 26-J cuando perdieron todos los diputados son movimientos pendulares extremos que traen malas consecuencias para un partido nuevo que aún no se ha asentado y más en un territorio donde les cuesta tanto entrar porque es un bastión del bipartidismo y porque aquí el PP se mantiene fuerte y sin fisuras.

Tras la dimisión de su primer coordinador regional, Antonio López, denunciado por acoso por una compañera de partido a la que él a su vez acusa de mentir por venganza, Ciudadanos es un barco a la deriva.

La formación está dividida por el pulso de los que están más a la derecha y los que se sitúan próximos a la izquierda y no encuentra un liderazgo claro y con futuro. Sin duda, el nuevo responsable en Castilla-La Mancha, Alejandro Ruiz, tiene tarea en los próximos tres años.

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