El buceo a pulmón es la modalidad más extrema de practicar submarinismo, porque implica realizar la actividad sin la ayuda de la bombona de oxígeno ni otros elementos. Solo cabe contener la respiración hasta el límite en cada inmersión, esperando llegar cada vez un poco más lejos.
Así, sin apenas ayudas externas y conteniendo la respiración hasta el último aliento, ganan las españolas sus medallas en Río, como versiones femeninas del Quijote. Las medallas caen con una mezcla de genio, coraje y esfuerzo hasta el límite. Nada que ver con sus homólogas y homólogos de otros países avanzados, donde se organizan los éxitos controlando y planificando los detalles, los rendimientos, los materiales, el número de licencias y cuántos datos caben en un análisis para que, llegadas las grandes competiciones, la bandera del país sea una fábrica de medallas.
Las españolas rinden por encima de los españoles en las citas de élite, probablemente porque en su vida también lo hacen y tienen que vencer más obstáculos, mayor falta de medios y de horas para llegar a la meta, que está más lejos que para sus colegas británicos o estadounidenses, dos países donde las medallas se siembran primero y se recogen después en abundantes cosechas.
El deporte femenino tiene muchas más obstáculos que el masculino incluso en las modalidades más vistosas. Si encima estamos hablando de especialidades minoritarias, como la halterofilia o el K1, no me quiero ni imaginar la caminata, larga, cargada de dificultades y recorrida sin oxígeno y a pulmón, conteniendo la respiración hasta la extenuación o hasta la medalla.
Qué gran lección dan las chicas a sus compatriotas deportistas que se quedan más atrás pese a tener igual clase y más apoyos.
Cuánto podríamos aprender todos de ellas, especialmente esos (al parecer) líderes que el país tieney que nos han llevado a dos elecciones generales en seis meses y en ocho meses aún no han sido capaces de formar un gobierno.
¡Mi reino por la formación gobierno!, parece decir cada español! ¡Con qué poquito nos conformamos! Nadie se atreve ya a pedir que el gobierno pueda hacer su tarea. Y de que lo haga bien, ni hablamos. Parece un lujo propio de otros tiempos que ya no nos podemos permitir pedir en el presente, aquejado del “mal” de la fragmentación política y la falta de acuerdo. ¡Cómo si no se lo hubieran ganado a pulso!
Siempre que los españoles destacan en algo: deporte, artes, economía y no digamos la ciencia se nos presenta cómo quijotes capaces de vencer a gigantes en pos de un sueño o una meta. Mitad genios, mitad locos, pero capaces de las mayores gestas en las peores condiciones y con todo en contra. Así son y así ven fuera a los españoles que destacan en alguna actividad.
¿A qué esperan los responsables políticos a parecerse a sus paisanos? Los miro y pese a las notables diferencias entre unos y otros no veo ni locos ni genios y mucho menos quijotes que sacrifican todo para llegar a la meta, una España con buen gobierno.