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18/08/2016junio 7th, 2017
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Tiene razón Mariano Rajoy cuando dice que sería «un disparate» tener que convocar elecciones generales por tercera vez en menos de un año, porque los líderes políticos sean incapaces de ponerse de acuerdo para formar el nuevo Gobierno. Pero pierde toda la razón en la práctica, porque se limita a pedir al PSOE que cambie de postura y pase de no votarle a abstenerse, mientras él deja transcurrir el tiempo, como acaba de hacer con las seis propuestas que le planteó hace una semana Albert Rivera.

Después de una semana de espera, no hay quien entienda la decepcionante rueda de prensa que el presidente del Gobierno el funciones ofreció el miércoles 17 de agosto, tras la reunión del Comité Ejecutivo del PP. Los hechos justifican esa decepción. Veamos:


EL PP NO DEBATE LAS PROPUESTAS DE RIVERA

Albert Rivera se reunió el 10 de agosto con Mariano Rajoy y le dijo que los 32 diputados de Ciudadanos, en contra de lo que había mantenido hasta ese momento, estarían dispuestos a apoyarle con sus votos en el debate de investidura -en vez de abstenerse en la segunda votación, como había dicho siempre- si fija ya la fecha para someterse al debate de investidura en el Congreso y acepta seis propuestas contra la corrupción y por la regeneración de la democracia.

A pesar de que ambos dicen que hay que salir de esta situación de bloqueo cuando antes, Rajoy anunció que convocaría al Comité Ejecutivo del PP el miércoles 17, una semana después, para que estudiara esas propuestas y decidiera. Nadie entiende a qué viene esa semana de espera; nadie, excepto Rajoy.

El miércoles 17, el presidente en funciones compareció ante los periodistas y, en medio de la sorpresa generalizada, dijo que el Comité Ejecutivo del PP no había hablado de las condiciones que le ha planteado el líder de Ciudadanos y se había limitado a autorizarle para que negocie esas propuestas.

A RAJOY LE FALTAN VOTOS

¿A qué juegan uno y otro? Mariano Rajoy -que ya lleva ocho meses, ocho, como presidente del Gobierno en funciones- parece que ya está asumiendo que no reunirá los votos necesarios para ser investido presidente y que los nuevos comicios son casi inevitables.

Albert Rivera dio un buen golpe de efecto cuando presentó sus condiciones para votar a favor de Rajoy. Pero algunas de sus propuestas no dependen de Rajoy ni del PP, sino del Congreso; y para aplicar otras se necesita modificar la Constitución, lo que requiere el voto favorable de dos tercios (234) de los 350 diputados de la Cámara Baja, hoy por hoy imposibles de conseguir.

En Ciudadanos saben que sin el apoyo del PSOE es imposible poner en marcha sus propuestas, aunque Rajoy dijera que las acepta todas, porque no podría salir adelante la necesaria reforma de la Constitución. ¿Por qué, entonces, insisten a diario en que sus propuestas son innegociables y que deben ser aceptadas íntegras y en su totalidad por el PP, sin matices? Pensarán que queda bien decirlo, pero saben que en la práctica eso no es posible.

EL PSOE SE MANTIENE EN EL «NO»

Mientras tanto, Pedro Sánchez y el PSOE mantienen su postura de votar «no» a Rajoy -o a otro hipotético candidato del PP-, porque sus políticas son contrarias a las que defienden los socialistas. Están siendo muy criticados por ello por la derecha, pero siguen en esa postura.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha optado por primera vez por la prudencia y, en vez de aparecer en rueda de prensa pidiendo la vicepresidencia del Gobierno para él y varios ministerios para su partido -como hizo tras las elecciones generales del 20 de diciembre-, se dedica a reflexionar y a intentar resolver los diversos problemas que están surgiendo en Podemos, unos por actuaciones personales de sus dirigentes -Pablo Echenique y su asistente personal, Juan Carlos Monedero sancionado con seis meses de empleo y sueldo por la Universidad Complutense de Madrid- y otros en distintas comunidades.

¿Y Alberto Garzón? Como era previsible, tras las condiciones en las que Izquierda Unida se integró en la candidatura de Unidos Podemos -unidad que ambas formaciones necesitaban, pero que se hizo mal y por eso no ha tenido éxito electoral-, el coordinador federal de IU está alejado del primer plano de la actualidad. Pero sigue defendiendo la posibilidad de un acuerdo entre las formaciones políticas de izquierda para constituir un Gobierno de cambio y de progreso. Es difícil, porque los números no salen, pero nada hay imposible en política.

Unos ciudadanos albergan la esperanza de que Rajoy fracase en la investidura y se pueda constituir un Gobierno de izquierdas, mientras otros ven las terceras elecciones generales a la vuelta de la esquina. Toca esperar.

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