¿Cuántas elecciones, inestabilidad e incertidumbres son necesarias en España para que los principales partidos políticos del país y sus dirigentes encuentren la fórmula para formar el gobierno que devuelva a la normalidad la vida institucional del país?
¿Vamos a tener que averiguar cuánto son capaces de aguantar los españoles en esta situación y qué pasa cuando pierdan la serenidad y la paciencia?
Cuando el 20 de diciembre de 2015 las urnas nos dejaron el tablero políticamente más complejo de nuestra corta historia democrática, repetir elecciones se veía como un desastre de incalculables consecuencias. Nadie daba con la fórmula, pero se tendía a decir, al menos al principio, que todo menos volver a las urnas en seis meses.
España no fue razón suficiente -ni tampoco el presente y el futro de los españoles- para que los candidatos a presidente encontraran el camino de renuncias y acuerdos necesarios para formar gobierno, dotar al Estado de unos nuevos presupuestos y poner a funcionar la locomotora, cuya parálisis tiene, cuando menos ralentizados, al resto de vagones del país, desde los económicos a los sociales pasando por las administraciones autonómicas y locales.
Pues bien, lo que parecía un desastre y un motivo de sonrojo mundial, que era repetir elecciones ya se ha digerido y ahora, si nadie lo remedia, nos encaminamos a las terceras elecciones con la misma naturalidad con la que fuimos a las primeras y a las segundas y aún a sabiendas de que el tablero volverá a exigir equilibrios complicados.
Vemos los telediarios hablarnos de terceras elecciones sin levantar la cuchara del plato, con la resignación con la que antes nos «acostumbramos» a ver víctimas de ETA, niños y adultos ahogados huyendo de la guerra, mujeres maltratadas o los cadáveres que dejan atentados integristas.
Encogidos de hombros y entregados a la indignación los españoles sostienen la cuchara y la mirada viendo desfilar cada día uno tras otro a los candidatos a presidente exhibiendo excusas y broncas, todos ellos con su parte de razón, todos con su culpa arrastras y ninguno con las respuestas adecuadas para salir del trance.
Se vetan entre ellos cuando les conviene, de espaldas a su pueblo, que debe estar muy cerca del límite y de pasar una factura de incalculables consecuencias.
¿Vamos a tener que averiguar cuánto son capaces de aguantar los españoles en esta situación y qué pasa cuando pierdan la serenidad y la paciencia?
Y si tras unas presuntas terceras elecciones las cosas siguen igual o parecidas, ¿nos propondrán las cuartas? ¿Quizás las quintas…?