José Manuel Soria tuvo que dimitir como ministro de Industria, Energía y Turismo el pasado 15 de abril, porque mintió públicamente cuando dijo que no tenía relación con ninguna sociedad opaca con sede en Panamá o en otros paraísos fiscales, pero se demostró que sí. Cinco meses después, el 6 de septiembre, ha tenido que renunciar al regalo que le había hecho el Gobierno al proponerle para ser uno de los directores ejecutivos del Banco Mundial, con un sueldazo (225.000 euros anuales libres de impuestos) y también con algunas mentiras por medio.
Con Soria se ha anticipado un otoño caliente para el Gobierno en funciones y para el PP. Ni en la peor de sus pesadillas habrá pasado por la cabeza de Mariano Rajoy la posibilidad de que tendría que afrontar un otoño con tantos problemas judiciales y políticos para él y para su partido como el que se avecina. Un otoño caliente en los tribunales, que llega en medio de una situación política más que incierta, tras dos elecciones generales, casi nueve meses de Gobierno en funciones, un fracaso histórico en la sesión parlamentaria para ser investido presidente y el fantasma de quizá tener que convocar elecciones por tercera vez en menos de un año.
RODRIGO RATO Y SU CUÑADO
Como aperitivo de ese otoño judicial, Rodrigo Rato ha tenido que declarar el 8 de septiembre ante un juez de instrucción de Madrid, por cuarta vez, como imputado por posibles delitos fiscales, corrupción, blanqueo de capitales y otros. Según las investigaciones, en 2010, cuando era presidente de Bankia, contrató a su cuñado Santiago Alarcó como asesor, por 120.000 euros al año, y tres años después ese sueldo era de 480.000 euros por realizar el mismo trabajo. ¿Algún trabajador ha tenido una subida salarial tan espectacular como esa?
No se trata del caso de un ciudadano más que declara como imputado en un proceso judicial. No. El todopoderoso Rodrigo Rato, a quien en el PP consideran el máximo responsable del «milagro económico español» durante el Gobierno de Aznar, fue vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía y estuvo a punto de ser candidato a presidente del Gobierno por el PP; fue director gerente del Fondo Monetario Internacional y presidente del grupo Bankia.
El 4 de octubre comenzará el juicio contra las 39 personas acusadas en la trama de presunta corrupción conocida como caso Gürtel, entre las que figuran los tres últimos tesoreros del PP (Luis Bárcenas, Ángel Sanchis y Álvaro Lapuerta) y exalcaldes y otros excargos públicos de este partido.
LA CONTABILIDAD EN B DEL PP
Para este otoño también se espera el juicio por la contabilidad en B del Partido Popular, esa que no se declara para evitar impuestos o para ocultar pagos o comisiones recibidos a cambio de actos poco legales. Y están muy avanzadas las investigaciones judiciales del caso Púnica, por el que está encarcelado desde hace casi dos años Francisco Granados, exsecretario general del PP de Madrid, ex senador y presunto cabecilla de esa trama de corrupción.
Por si eso fuera poco, continuarán las investigaciones y declaraciones judiciales sobre los casos de corrupción en los que están imputados los exconcejales de Valencia del PP y otros excargos de ese partido en dicha Comunidad, donde los casos de corrupción se extendieron durante el Gobierno del Partido Popular como un vertido de aceite en el agua.
EL PSOE, LOS ERE Y OTROS CASOS
Al PSOE le espera el escándalo de las ilegalidades cometidas con el dinero para los ERE en Andalucía, si es que por fin concluye la investigación de un sumario que parece interminable. Y otros partidos, como la antigua Convergència Democràtica de Catalunya, también tienen lo suyo en el terreno judicial (hay que recordar, entre otros, el caso de Jordi Pujol, su esposa y todos sus hijos). Todos deben ser aclarados y llegar hasta las últimas consecuencias. Pero el número de casos de corrupción que afectan a cargos o excargos del PP es tan elevado que no hay comparación posible con las demás formaciones políticas.
Con ese panorama como futuro inmediato, Mariano Rajoy ha visto y continúa viendo que no tiene apoyos suficientes para ser investido presidente, Pedro Sánchez quiere serlo pero no lo dice con claridad y se limita a hablar con los demás líderes, Pablo Iglesias y Alberto Garzón insisten en que es posible un Gobierno progresista y de cambio pero no salen las cuentas… y la ciudadanía contempla perpleja, cada día más, el espectáculo que están dando entre unos y otros. Lo contempla o cambia de canal de televisión o de emisora de radio cuando hablan los políticos, una práctica cada vez más extendida, aunque algunos responsables de espacios televisivos parecen no enterarse.