Hace poco más de un mes se inauguraba en Toledo, en la estación de autobuses, el primer restaurante «Robin Hood» de la ciudad, una iniciativa muy novedosa de la ONG Mensajeros de la Paz -solo hay otros dos establecimientos en Madrid- que tiene visos de quedarse y de extenderse a otros lugares debido a la buena acogida que está teniendo.
Este tipo de restaurantes tiene la particularidad de que a partir de las siete de la tarde, y después de todo un día funcionando con total normalidad, ofrece cenas a personas con pocos recursos que acuden procedentes de los Servicios Sociales del Ayuntamiento o bien que llegan directamente hasta allí a pedir ayuda.
Una tarjeta facilitada por Mensajeros de la Paz les permite cenar durante todo un mes, de lunes a domingo, e incluso llevarse a su casa la comida que les sobra. El servicio que se ofrece es posible gracias a la colaboración del restaurante de la estación de autobuses, pero también gracias a los donativos de los clientes que van a lo largo del día, algunos de los cuales dejan menús pagados o cuantías para contribuir económicamente con esta causa. «Robin Hood» también se nutre de la solidaridad de otras empresas de alimentación o de restauración que ponen a disposición la comida que les sobra.
Tanto Rosa Trujillo -miembro de Mensajeros de la Paz- como Laura Kerzazi -responsable del restaurante- destacaban la buena acogida que está teniendo la iniciativa en la ciudad, tanto por parte de los beneficiarios como del resto de clientes y de la solidaridad de la que están haciendo gala. También ha llegado una buena respuesta por parte de los voluntarios, ya que son muchos los que llaman a Mensajeros de la Paz interesados en aportar su grano de arena.
Cada día acuden una media de 20 personas con necesidades. Lejos del perfil de una persona que lleva años viviendo en la calle y que ronda la mendicidad, la mayoría de ellos son víctimas de la crisis, gente que perdieron su trabajo, y en ocasiones hasta su casa y su familia, y que intentan hacer todo lo posible para mantener una dignidad e integrarse de nuevo en el mundo laboral.
Por eso son tan importantes proyectos como este restaurante ya que, tal y como resaltaban desde Mensajeros de la Paz, en estos sitios son uno más, no es un comedor especial para ellos, si no «un lugar amable en el que comparten espacio con el resto de la clientela».
«A nadie nos gusta depender de ayudas, lo que queremos es trabajar»
Giovanni Greco es una de esas personas que no lo han tenido fácil en la vida. Procedente de Venezuela, salió de una crisis muy grave para llegar hace seis años a un país en el que las cosas tampoco estaban sencillas. «Vine a España en plena crisis y en todo este tiempo solo he podido cotizar 57 días». Con un hijo a su cargo, viven con los 426 euros de subsidio que recibe su mujer y con ayudas de ONGs. Ahora tiene todas sus esperanzas puestas en el Plan de Empleo del Ayuntamiento de Toledo porque «a nadie nos gusta depender de ayudas, lo que queremos es trabajar», algo que a sus más de 50 años le está resultando muy complicado. A cerca del restaurante «Robin Hood», solo tiene palabras de agradecimiento: «es una gran iniciativa».
Hasta hace muy poco Andrea, de 20 años, también iba cada día al restaurante a cenar después de que un buen día se encontrase en la calle junto a su madre por culpa de un desahucio y la falta de trabajo. «Nos quedamos con la mitad de la casa metida en un coche; no teníamos dónde dormir». Cuenta que gracias a Cáritas se fueron a una vivienda social y allí permanecen hasta que su situación mejore, algo que ya ha empezado a ocurrir ya que Andrea ha sido contratada a media jornada por el restaurante de la estación de autobuses y es ahora es ella la que brinda esa solidaridad y ayuda a los demás, motivo por el que se siente muy contenta y orgullosa.
Teresa, Manuel, Lola y Marisa forman parte del equipo de voluntarios que acuden por las tardes a ayudar en “Robin Hood”. Este equipo lo componen un total de seis personas, pero es muy probable que el número aumente dentro de poco. Todos coinciden en señalar lo gratificante que resulta la experiencia, también la actitud tan agradecida y amable que muestran los beneficiarios. «Al principio les cuesta confiar en nosotros» pero en cuanto comienzan a sentir que no están solos «en seguida se abren; se nota que necesitan que les escuchemos».
Lola ponía de manifiesto que lo que a estas personas les ha ocurrido «nos puede pasar a cualquiera» por lo que «no tienen por qué venir con vergüenza».