«Siempre que me paseo por esta ciudad, hago mías las palabras de Cossio y me dejo impresionar «con el espectáculo de cien civilizaciones apiñadas cuyos restos conviven formando innumerables iglesias y conventos, viviendas góticas y mudéjares y platerescas, empinados y estrechos callejones moriscos, cuadro real casi vivo e intacto, en suma, un pueblo donde cada piedra es una voz que habla al espíritu», hasta que llego a la Capilla de nuestra Virgen del Sagrario, tan querida por los toledanos de nacimiento y adopción.
Es en este crisol de culturas donde se encuentra la raíz de la raíces, la patria chica de nuestras queridas patrias chicas, la España de las Españas. De norte a sur, de este a oeste, todos somos un poco de Toledo. Para los que no hemos nacido aquí, esta ciudad también nos pertenece porque nos reconocemos en ella, porque nos encontramos al cruzar una esquina, una plaza, una callejuela,… un rastro imborrable, una huella fiel de nuestra propia y particular historia.
En la S.I.C. Primada de Toledo tienes tu capilla, como no podía ser de otra manera, con todos los lujos y honores que mereces (se finalizó la construcción a finales del siglo XVI).
No me resisto más en hablar de Nuestra Señora del Sagrario, cuya capilla en la Catedral de Toledo es rica y suntuosa. Te lo mereces. Eres la Madre de Dios y Madre Nuestra.
Fue construida a finales del siglo XVI por encargo del Arzobispo Quiroga y trazó sus planos el arquitecto Nicolás de Vergara contribuyendo a su construcción con sus obras Juan Bautista Monegro, el hijo de «El Greco», Bartolomé Abril, Juan Bautista Semeria, Villafañe y otros.
De estilo greco-romano y admirable por su riqueza, arrogancia y magnificencia. La portada es de mármoles y jaspes bien combinados. Sobre el arco de su entrada, flanqueado por medio de columnas de orden compuesto, hay unas notables esculturas de «La Virgen» ante la que se arrodilla «San Ildefonso» y «San Bernardo». Cierra el arco, una grande, sencilla y elegante reja labrada según autorizados informes por Bartolomé Rodríguez, y sus puertas de finas maderas van adornadas con atributos del Cardenal Sandoval y Rojas. Sobre el blanco del campo del ático hay un escudo de jaspes y oro de dicho cardenal.
La antecapilla, llamada también capilla de «Santa Marina» y de los Doctores, forma el vestíbulo, y es una pieza cuadrilonga, con una bóveda que descansa en cuatro grandes arcos torales, de los que el del fondo forma la entrada a la capilla y va cerrado a otra reja análoga a la anterior. Los laterales y bóveda están pintados al fresco por Carducci y Caxés. En el muro izquierdo hay un altar con lienzo de Carducci representando a «Santa Marina», y en el derecho, un cuadro del mismo autor, cuyo asunto es la Ascensión del Señor.
Penétrase por la reja de Francisco de Sierra a la capilla, recinto espacioso y elevado, totalmente revestido de costosísimos mármoles de colores y cubiertos por una gran cúpula. Esta construcción es magnífica. La pintura tiene su rica manifestación en los muros con sus concepciones de los misterios de María Virgen, los frescos de los Santos Fabián y Sebastián, las escenas de las vidas de San Bernardo, San Eugenio, San Ildefonso y Santa Leocadia, los colosales frescos de los Doctores de las Iglesias Latina y Griega, los prelados representados en las pechinas de los arcos torales y las figuras de gran relieve de los evangelistas. La arquitectura en los arcos, pilastras, columnas, capiteles, contrafuertes y cornisas, en la que no se sabe qué causa mayor admiración, si la aérea distribución de sus formas o la exquisita corrección de sus líneas, los sepulcros y severa entonación de los mármoles o la dorada y brillante combinación de sus adornos, la escultura de sus magníficos altorrelieves, como el de «El Descendimiento de la Virgen», o en las severas y elegantes estatuas de los Apóstoles. Las doradas inscripciones de las lápidas expresan los méritos y grandezas.
«Toledo, dice Manuel Nieto Fernández, a quien seguimos en esta descripción, todo habla al corazón y emociona, levantando el espíritu y haciendo que los ojos se fijen en el soberbio altar de la Virgen, como si en su imagen depositáramos el tesoro de nuestras emociones, con el resto y la unción del que concibe tan sublimes grandezas».
Se eleva el altar sobre rica gradería cubierta de láminas de plata labradas y repujadas sobre las que destaca el trono ricamente adornado de relieves y columnas y bellamente rematado con vistosa coronación: todo ello del siglo XVII. La imagen de morenas facciones cubierta con riquísimo manto bordado de perlas está sentada y lleva en sus brazos al Divino Niño. Su escultura es de arcaica talla en madera y va toda ella, a excepción de manos y rostro, recubierta de chapa de plata siendo muy discutidos su antigüedad y origen.
En los muros izquierdo y derecho de la capilla hay dos enterramientos, con los restos del cardenal Sandoval, el de la izquierda, y los de sus padres y hermanos el de la derecha. Ambos constan de un cuerpo arquitectónico compuesto de pilastras; en el intercolumnio se abre una hornacina conteniendo una oscura urna cineraria que remata en roja pirámide con un globo dorado.
En los cuatro espacios que flanquean los sepulcros, varias lápidas contienen inscripciones relativas a los personajes enterrados.
Obras Recientes
En el año 2013 fue restaurado su trono y en el año 2014 el manto que ha lucido durante el Octavario y que también llevará el día de su fiesta el 15 de agosto.
Religiosidad y cariño
Los toledanos fieles a su religiosidad y cariño que profesan a su Virgen, desde hace siglos y a primeras horas de la mañana acuden a la Catedral para beber el tradicional «Agua de la Virgen» en los famosos «botijos».
Más tarde otros participan en la Eucaristía que celebra y preside el Ordinario del Lugar acompañado del Deán y Canónigos de la Catedral Primada seguida de Procesión con la venerada imagen del Sagrario por las naves del templo.
¡VIVA LA VIRGEN DEL SAGRARIO! ¡VIVA LA MADRE DE DIOS!».
Vicente Romera es concejal del PP en el Ayuntamiento de Toledo.