Valentín Huertas, jubilado y vecino del madrileño barrio de Canillas, donde es conocido como «el abuelito Valentín», ha presentado este sábado su primer libro de cuentos, con el que ha cumplido el sueño de su vida a los 90 años: ver editadas las historias que comenzó ideando para su nieta y que en los últimos años ha compartido con niños y niñas en colegios y hospitales. Ahora han sido recopiladas en ‘Los cuentos del abuelito Valentín’, de la editorial LoQueNoExiste.
«Estoy flotando como en una nube»
«Imagínate, estoy flotando como en una nube. Yo siempre había tenido una ilusión desde que empecé a escribir cuentos: que el día que me falte la vida me quede la palabra. Y la editorial ha hecho factible que si un niño tiene un libro mío, habré conseguido que me quede la palabra», explica Valentín a Europa Press.
Valentín nació en la localidad de La Roda, en Albacete, pero la guerra le sacó pronto del pueblo y de la escuela. «Salí de allí con 10 años, y aunque estuve tres en un internado de Aranjuez, la situación económica no era muy boyante y con 14 años me puse a trabajar de aprendiz en un taller en Madrid», relata.
[ze_summary text=»Nació en La Roda, pero la guerra le sacó de su pueblo con 10 años y ahora vive en Madrid»]Nació en La Roda, pero la guerra le sacó de su pueblo con 10 años y ahora vive en Madrid[/ze_summary]A pesar del poco tiempo que pasó en el colegio, Valentín ha cultivado el hábito de la lectura a lo largo de toda su trayectoria laboral como tornero, y cuando llegó la jubilación se puso a escribir, inducido por su nieta Elena.
«Cuando era pequeña y estábamos cuidándola, me decía: «abuelo, ¿me cuentas un cuento hasta que me duerma?» Y la contaba los tradicionales, como ‘Caperucita roja’ o ‘El gato con botas’, pero un día me dijo: «estos me aburren, quiero que te los inventes». Y me pasaba todo el día pensando en la historia que iba a forjar para contarla por la noche», recuerda.
Todo empezó cuando se lo pidió su nieta
De aquello han pasado ya 15 años, y su nieta Elena, hoy veinteañera, le hizo otra petición. «Esta vez me dijo que le escribiera los cuentos de cuando era pequeña para guardarlos en un cuaderno», explica Valentín, que cogió bolígrafo y papel, y descubrió siendo octogenario una vocación literaria que no tardó en difundir por internet. «Porque mi otro nieto me hizo un blog, y ahí están los cuentos», aclara.
Valentín comenzó a escribir cuentos, y como su nieta ya había crecido, se puso a contárselos a otros niños y niñas de su barrio. Las visitas a los colegios de Canillas y Hortaleza se hicieron frecuentes, y el abuelito Valentín acabó convirtiéndose en reclamo de cualquier celebración infantil. A veces, hacía textos «ilustrados», y un día, mientras confeccionaba uno de ellos, le ofrecieron llevar sus relatos al Hospital Niño Jesús de Madrid.
«Surgió de casualidad, porque yo iba a una fotocopiadora del barrio con mis textos para ponerles imágenes, que encontraba en Google para decorar el cuento, y el dueño, que también trabajaba en el hospital, me hizo el ofrecimiento», rememora divertido. «Y he estado yendo mientras las facultades físicas me lo han permitido, porque ya me empiezan a fallar las piernas», puntualiza.
A pesar de los achaques, Valentín mantiene intacta la memoria y la creatividad, que vuelca a diario en todo tipo de textos, también comprometidos con su tiempo. «Cuando trabajaba fui delegado sindical, porque he sido un poco revoltosillo», afirma. Militó en el PCE y fue fundador de una asociación de vecinos durante la Transición. También de la asociación de padres y madres de alumnos del instituto de sus hijos, el Conde de Orgaz de Madrid, que reivindica como estandarte de la defensa de la educación pública.
«En aquella época, muchos alumnos tenían que dejar los estudios por necesidades económicas para incorporarse al mundo del trabajo. Entonces la dirección del instituto creó clases nocturnas para que pudieran seguir estudiando, algo que no gustó a las autoridades de la época, ni tampoco a unos grupos de mozalbetes que venían a apedrear las ventanas. Y formamos la asociación de padres para hacer patrullas que evitarán el gamberrismo, y así los chavales pudieran estudiar tranquilos en horario nocturno», dice recordando los últimos años de la dictadura.
Como jubilado, Valentín ha mantenido esa sensibilidad social. Una noche de desvelo, llamó a un programa nocturno de radio para leer uno de sus escritos. En concreto una carta contra la violencia de género. Un periodista de televisión le escuchó, y quiso ponerse en contacto con él para hacerle una entrevista, y de aquella entrevista surgió el encuentro con la editorial que acaba de publicar el libro ‘Los cuentos del abuelito Valentín’, que ha presentado este sábado rodeado de familiares, amigos y «sus queridos niños», como llama a los destinatarios de sus historias.
«Si me mantengo así es porque cada abrazo que me da un niño es como echarle combustible al depósito de un coche viejo para que ande unos kilómetros más», sentencia poético Valentín.
Si me mantengo así es porque cada abrazo que me da un niño es como echarle combustible al depósito de un coche viejo.