Este fin de semana, Letur, el pueblo albaceteño devastado por la dana, parece en su entrada el mismo de siempre, incluso con turismo, pero conforme se avanza hacia la zona cero aparecen los abrazos, las lágrimas contenidas, los uniformes y los voluntarios embarrados.
El pueblo se mueve entre dos objetivos que llevan al mismo sentimiento, impotencia. Por un lado, Letur necesita que sus cinco vecinos, a los que se busca desde el martes, aparezcan.
Por otro, necesita recuperar ese aspecto de pueblo de película, con el encanto que le daban sus piscinas naturales y el discurrir del agua por cada uno de sus rincones más emblemáticos.
En cuanto se avanza desde la entrada del municipio hasta el colegio -reconvertido ahora en centro de mando de las operaciones de rescate y reconstrucción-, Letur se transforma en un hervidero de vehículos, efectivos uniformados, vecinos con palas cubiertos de barro y pesar de quienes paran, hablan y lloran de impotencia porque esos cinco vecinos, a quienes todos conocían, siguen sin aparecer.
La actividad no para en esta localidad de apenas 926 habitantes. Desde los perros de la Guardia Civil, que buscan sin descanso; hasta los equipos de Cruz Roja, que atienden a profesionales y voluntarios; o la cantante María Rozalén, que ha vuelto a su pueblo y tan pronto está barriendo como repartiendo comida.
Los vecinos piden que Letur no caiga en el olvido, que no cese la búsqueda -hasta ahora sólo se ha encontrado el cuerpo de una mujer de 92 años- ni la ayuda en las tareas de recuperación de lo que arrastró la riada. De hecho, este sábado, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se ha comprometido con ambas peticiones.
De momento, en Letur no faltan manos, pero, como dicen los psicólogos de Cruz Roja, mientras se levanta el pueblo también habrá que afrontar las secuelas emocionales por la impotencia de una riada que, la tarde del martes 29 de octubre, cuando ni siquiera llovía, arrasó la zona antigua y se llevó a seis vecinos