«Los políticos que se ocupan de definir el sentido de nuestros destinos están acostumbrados a actuar en función de sus propios intereses, muchas veces poco confesables para la comunidad para la que trabajan, por cuanto se ocupan de cuestiones que podríamos llamar del ámbito de lo privado o puramente parlamentario.
Cuando eso ocurre se desatienden los intereses generales, que es la encomienda principal de los representantes políticos, y si además se cambian las reglas sobre la marcha para obtener beneficios espurios se pone en peligro el noble arte de la política.
Eso está ocurriendo en Castilla-La Mancha en los últimos tiempos, puesto que nuestros representantes públicos andan a la greña con el asunto de sus sueldos o los complementos de cuatro privilegiados cuando miles de familias en las cinco provincias hacen piruetas contables para llegar a fin de mes, tras los recortes sufridos en sus retribuciones y la pérdida efectiva de poder adquisitivo de más del 30 por 100.
La decisión del gobierno de Cospedal de retirar los sueldos públicos a los diputados regionales cayó como un jarro de agua fría sobre la clase política, que veía peligrar su medio de vida, al hacer del ejercicio de la política una profesión en toda regla. El grupo socialista en la oposición usó calificativos muy duros para adjetivar una medida tachada de antidemocrática e inconstitucional. Con el paso del tiempo han modificado su indignación inicial y ahora esperan ganar tiempo con la propuesta de que la aplicación de esa propuesta se demore hasta el año 2015, sin duda amparada en la confianza de ganar las próximas elecciones autonómicas.
Y mientras todo esto está pasando, los empleados públicos y sus familias intentan asimilar la pérdida continuada y mantenida de sus derechos retributivos y laborales, con la eliminación de la paga extraordinaria de Navidad, el aumento de la jornada, la penalización por incapacidad temporal o el impago de los 45 días generados y no afectados de la paga.
Asistimos, por tanto, al ejercicio de la política en beneficio partidista, ocupada de mantener sus privilegios en primer lugar y después, si ello no afecta al proceso de negociación de esos intereses, atender los asuntos más banales, que tienen que ver con el Estado del Bienestar, la solidaridad, el trabajo de las personas, la calidad de vida o la falta de esperanza de futuro de miles de unidades familiares, que asisten, seguro, atónitas, a las refriegas dialécticas de unos y de otros.
Intentan distraernos con sus discursos vacíos y sus promesas mil veces incumplidas, en un bucle de mentiras, engaños y demagogia barata que a nadie convence ya, inmersos como están en la tomadura de pelo permanente a los ciudadanos, convertido por arte de birlibirloque en meros instrumentos del voto útil en cada nueva cita electoral.
Y mientras la gente lo pasa mal para llegar a fin de mes, ellos siguen saltándose las promesas realizadas, los programas electorales (cada vez más virtuales) y cambiando las reglas del juego a su antojo, pero siempre para beneficio propio o para perjudicar al oponente político, con el único objetivo de perpetuarse en el poder a costa del sufrimiento de los hombres y mujeres que algún día confiaron en la política y en los políticos.
La Navidad está cerca, pero como los miles de trabajadores de esta administración regional no vamos a tener paga extra, no vamos a poder regalarles ningún juego de mesa; entre otras cosas, porque seguro que volverían a cambiar las reglas, haciendo caso omiso a unas instrucciones que piensan no se han escrito para ellos, acostumbrados como están a hacer lo que les viene en gana».
Roberto Rincón, presidente del Sector de Autonomía de CSIF.