Como en el resto de España, Castilla-La Mancha arde estos días de ardor procesional, de fervor religioso, de respeto por una costumbre milenaria como es la Semana Santa. Pueblos y ciudades se vuelcan enteras en la celebración de las procesiones.
Como ha sido el caso de Fuentenovilla (Guadalajara) y su tamborrada, en la que, como se ve en la foto, el relevo generacional está asegurado. Los tambores tañían a duelo por la muerte de Cristo el Viernes Santo.
Tan orgullosos como los vecinos de Fuentenovilla de sus procesiones están los de Malagón (Ciudad Real) de las suyas, especialmente de la del Silencio en Jueves Santo, con el desfile de la Dulce Imagen de Jesús golpeada por el centinela con una fusta y porteada a hombros por los jóvenes más valientes.
Por otro lado, en Quintanar (Toledo), la Procesión de los Pasos en Viernes Santo mostraba cronológicamente desde la sentencia contra Cristo de Pilatos hasta su crucifixión.
Asimismo Talavera sacaba pecho por su Procesión del Santo Entierro, de la que su alcalde Jaime Ramos asegura que es un «referente en la región», no en vano fue seguida por 5.000 talaveranos.
A la celebración se une, cómo no, Villacañas (Toledo): su Semana Santa ha crecido notablemente desde la recuperación de las procesiones hace 27 años; desde entonces han incorporado más pasos, cofrades y vecinos que las siguen como espectadores.
Mientras que Villafranca de los Caballeros (Toledo) ofrece a los visitantes dos acontecimientos únicos, como los Santos en «Rilera» y la Mesa de los Discípulos.