viernes, 22 de noviembre de 2024
Raigal, en el parte inferior, junto con otros miembros del equipo de rescate.
Raigal, en el parte inferior, junto con otros miembros del equipo de rescate
El relato de uno de los héroes del rescate - 13 julio 2018

En la vida de Fernando Raigal seguro que hay un antes y un después tras la aventura que ha vivido en las últimas dos semanas. Él es el buzo de Ciudad Real de 33 años que estuvo ayudando en las tareas de rescate de los 12 niños y su entrenador, que quedaron atrapados en una cueva al norte de Tailandia.

Allí ha vivido la doble cara del rescate, con un momento muy dulce y otro muy amargo. Y es que Raigal, una vez concluida la liberación de las 13 personas del equipo «Los Jabalíes Salvajes», solo tiene una obsesión: poder ayudar a la recaudación de fondos para la viuda de Saman Gunan, el buzo tailandés voluntario de 38 años que perdió la vida en el rescate. En su cuenta de Facebook dejó un post sobre cómo proceder para echar una mano.


Por este motivo, y tal y como ha relatado Raigal a encastillalamancha.es, para él ese fue el momento más duro. «Lo negativo es la pérdida de un compañero, si se puede ayudar a su viuda a recaudar fondos…», reclama. Aunque esta gran espina clavada en el rescate no quita que hubiese momentos más felices, «al final todo ha salido perfecto«, reconoce. Uno de los que destaca es el punto final del salvamento. Cuando salió el último atrapado en la cueva, el monitor, únicamente quedaban los cuatro Navy Seals en el interior. En ese momento pasó algo inoportuno. Se rompió una de las bombas extractoras de agua y «hubo que evacuar rápidamente» la cueva, explica.

Pero entonces llegó el momento de máximo éxtasis. «Cuando ya estaban todos fuera hubo cinco minutos de aplausos«, cuenta el buzo.

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Siempre en alerta por si había que realizar una evacuación express

Pero antes de todos esos acontecimientos, repasemos todo lo ocurrido anteriormente. Los niños y su entrenador quedaron atrapados el 23 de junio, cuando huyeron hacía el interior de la cueva (todavía no hay versión oficial de porqué se encontraban ahí) huyendo de las lluvias monzónicas que estaban cayendo. Eso hizo que el nivel del agua en la cueva subiese y se bloquearan las salidas. Desde el día 24 estaba en la zona el equipo de rescate y una semana más tarde llegaría Raigal.

Él, que era un voluntario en el rescate al que habían pedido echar un cable, estaba en la cueva dos y su función era pasar las camillas con todo el material necesario de un lado al otro. Dentro de la cueva solo se podía estar pendiente de una cosa, donde poner el siguiente pie para que todo saliese bien.

«Cuando te pasaban la camilla solo pensaba en realizar bien el siguiente apoyo. El terreno era irregular en un pasadizo estrecho y a un lado tenía una caída de tres o cuatro metros y al otro de un metro».

[ze_summary text=»Había que intentarlo porque, pese a las dificultades, había una posibilidad»]

Había que intentarlo porque, pese a las dificultades, había una posibilidad[/ze_summary]

 

Una vez liberados los primeros niños y pese a que el salvamento iba saliendo mejor de los esperado, lo que reinaba en el campamento no era la euforia, sino la cautela por lo que quedaba por delante.

Porque la concentración no se podía perder ni un minuto. «Cuando se completó el primer rescate había mucha alegría, pero sin lanzar las campanas al vuelo, cogíamos la camilla y seguimos a los nuestro». Los cierto es que había muchos factores que podían influir en que algo saliese mal. «Por ejemplo, si las bombas fallaban, habría que haber realizado una evacuación muy rápida, había que estar alerta y preparados para la emergencia«, como así pasó cuando estaban saliendo los último cuatro buzos de la Navy Seal.

[ze_image id=»256049″ caption=»Momentos de coordinación en el grupo de rescate.» type=»break_limited» src=»http://ecmadm.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2018/07/IMG-20180713-WA0004.jpg» urlVideo=»» typeVideo=»» ]

 

Distintos países, distintos idiomas, pero algo en común: «Una gran coordinación»

Junto a los buzos expertos en rescates de la marina tailandesa estaban 13 buzos intencionales echando una mano y, de todas las experiencias y sensaciones que ha vivido estos días, Raigal se queda con algo que flotaba en el ambiente en el dispositivo de rescate: «Las ganas de hacer algo».

Pese a lo dificultoso de la operación, donde las posibilidades de que saliese bien no eran muy altas, en el equipo de rescate se planteaba una cosa, «había que intentarlo porque, pese a las dificultades, había una posibilidad«, subraya.

Por este motivo, el buzo ciudadrealeño también quiere destacar lo que más le ha gustado del rescate: «La capacidad de organización». No era fácil, personas de diferentes países y con diferentes idiomas que se coordinan a la perfección. «Logramos estar unidos», resalta Raigal.

[ze_image id=»256051″ caption=»Raigal junto con uno de los buzos de la Navy Seals tailandesa.» type=»break_limited» src=»http://ecmadm.encastillalamancha.es/wp-content/uploads/2018/07/IMG-20180713-WA0002.jpg» urlVideo=»» typeVideo=»» ]

 

Buen gesto de Tesla, pero el plan estaba trazado

El fundador de Tesla, Elon Musk, se presentó en el rescate con un artilugio para intentar ayudar en las tareas. Sin embargo, a pesar de este buen gesto, ya había un plan a ejecutar. Intentaron poner en marcha el aparato pero «lo inflaron y no funcionaba», aún así, lo dejaron allí por si podría ser útil. Aunque finalmente no pudo ayudar, Raigal agradece su gesto, «está bien que hubiese más opiniones«.

Un buzo trotamundos acostumbrado a realizar trabajos hasta a 100 metros de profundidad

Esta era la primera vez que Fernando Raigal se enfrentaba a una operación de rescate. Él es buzo comercial y trabaja en labores de construcción y de inspección de infraestructuras submarinas. Sus tareas se desarrollan en distintas profundidades y ha llegado a trabajar hasta a 100 metros de profundidad.

Raigal es natural de Ciudad Real y allí vivió hasta que tenía 18 años, momento en el que se alistó en Marina Española. Ahí aprendió a ser buzo y, tras un año «de nómada» por España transitando por cada obra submarina que encontraba, decidió partir a Escocia, donde tampoco estaría mucho tiempo. Su siguiente destino sería Singapur. Una vez en Asía, Raigal siguió con sus trabajos bajo el agua y de nuevo como nómada, ya que estuvo otros tres años y medio de sitio en sitio hasta que llegó a Tailandia, donde ha pasado los últimos dos años.

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