«Bastante se ha hablado y escrito estos días acerca de la famosa e innecesaria escolta que aún se prodiga a nuestro expresidente autonómico José Bono Martínez, sin duda una de las figuras más populistas y controvertidas de la etapa democrática de la que hoy disfrutamos los españoles. No hace más de medio año escribía de los privilegios que ostenta y hoy no tengo más remedio que repetir, ya que nadie lo remedia, valga la redundancia, y no parecen estar dispuestos a hacerlo.
El que este señor al que le encajan numerosos prefijos ex, aún disfrute de escolta, guardias civiles, policías nacionales, tenga pintadas en el suelo de la calle donde vive líneas amarillas para no aparcar ni para detenerse, es un disparate de la que, en mi opinión, tiene la culpa él mismo señor Bono y los mandatarios actuales del Gobierno de la nación. Sí, por no poner fin a esa situación que no deja de ser innecesaria, ilegal y lo peor de todas, vergonzosa, pues su «seguridad», la pagamos con el bolsillo de todos los españoles. Como reza el dicho popular, «de mayor, yo quiero ser cómo él». Por favor, ¿quién va a tomar cartas en el asunto el primero? Y encima, cuando van fotógrafos de un medio de comunicación a sacar unas fotografías desde la calle, les envían a la Guardia Civil para ser interrogados cuando lo que están haciendo no es sino cumplir con el sagrado deber y trabajo de informar a la sociedad.
El primer culpable en el tiempo considero que es el mismo Bono, al permitir, todo un demócrata y socialista, que le paguemos una pasta de por vida con dos secretarias, chófer y no sé que más, que cuando más sé, más me indigna. Y los otros culpables son el Gobierno anterior y el actual, el mismo, por permitir que ese gasto innecesario, que da mal ejemplo a la ciudadanía, no se suprima y se emplee en asuntos más justificados y necesarios. Es decir, que a Bono le estamos pagando la alarma entre todos en una vivienda a la que solo acude en verano a echarse la siesta y a dos sirvientes que tiene, que el único trabajo que tienen es el de cuidar las plantas y echar a los periodistas y demás merodeadores sospechosos.
Lo peor, que este suceda en el siglo XXI en España, con un señor que cesó de sus cargos públicos hace varios años y que no le corresponde ninguno de esos privilegios que aún disfruta. ¿Por qué entonces lo hace y quién consiente que siga sucediendo tal tropelía? Pues ya va siendo hora de que se acabe y se pague, si lo quiere, su propia seguridad. En mi casa la alarma la pago yo y ni siquiera vale para la desgravación fiscal. Y desde luego, al albaceteño se le debía poner la cara roja cuando viera los comentarios escritos y hablados que se le dedica desde los cuatro rincones de la región de la que en su día, fue el máximo reyezuelo que ha habido, como otros en otras partes del país. Así nos luce el pelo y la que nos queda si nadie pone coto a estos desmanes de otras épocas. Y es que, cuando falla, cuando falta el ejemplo, peor todavía».
Carlos Martín Fuertes