4:30 horas, suena el despertador. Se inicia la jornada de sábado de un grupo de jóvenes conquenses que se dirigen a Aldaia (Valencia) a ayudar en las tareas de limpieza de los destrozos de la DANA. Toca madrugar porque se esperan problemas en los accesos a los municipios, y es que esta es una de tantas historias en la marea de voluntarios contra el lodo que estas semanas se están volcando con la ayuda a unos afectados que, según relatan estos voluntarios, «necesitan desahogarse, el apoyo psicológico es casi tan necesario como que les saques barro».
El día en el voluntariado realmente no comenzó esa jornada. «Qué necesitamos?, ¿qué tenemos que llevar?, ¿dónde podemos ayudar?», son las preguntas que se hacen los días anteriores. Equipados con herramientas, EPI y comida parten hacia este municipio valenciano, donde les espera una médica del Hospital de Cuenca, que es natural de un municipio vecino.
Nada más llegar, golpe de realidad, la médica se funde en un abrazo entre sollozos. La situación está siendo muy dura para todos los valencianos. Se unen a un grupo de voluntarios y, aunque a la tarea que iban a hacer ya estaba realizada, comienza a buscar trabajo por el pueblo.
Primero limpian un garaje, donde más de 100 voluntarios de toda España concentran el lodo en una planta hasta que llegue una ansiada bomba de achique y pueda despejar otro de tantos aparcamientos que han sido la imagen de la tragedia.
La solidaridad llegada de muchos puntos ha hecho que el material para las tareas de limpieza no falte. «Cada 100 metros tienes un punto en el que hay de todo», explican los voluntarios, entre los que está Samuel, un bombero forestal del Infocam, que después de emplearse a fondo en las tareas de limpieza en Mira durante una semana se ha sumado a la limpieza en Valencia.
«La mejor sensación que me he traído es la humanidad de la gente»
Aldaia no es uno de los pueblos más afectados, por lo que no es donde hay más presencia de equipos de emergencia. «Los coches los sacan de los garajes 4×4 de los voluntarios», explica Amanda, otra voluntaria del grupo, quien destaca la hospitalidad de los vecinos que se vuelvan en atenciones hacia ellos, preocupándose en todo momento de si necesitan algo, incluso «obligando» a que coman caliente.
«La mejor sensación que me he traído es la humanidad de la gente», se sincera, y es que si esta tragedia nos ha enseñado algo, es que en los peores momentos hay miles de personas dispuestas a abandonar su comodidad para arrimar el hombro.
Continuaron la jornada por otro garaje, donde conocen otro de tantos relatos estremecedores de la DANA, como un hombre que pasó la noche en su coche en un puente hasta que fue rescatado a las 6 de la madrugada.
También ayudaron en un bazar, a una fábrica de piensos y finalmente en un trastero, donde fueron conscientes de la dureza de estas tareas, puesto que allí olía muy fuerte e incluso cada cierto tiempo tenían que salir a la calle para poder aguantar en ese ambiente.
Después de muchas horas de trabajo, «vuelta a casa reventados» y «con muy buena sensación de la solidaridad» que vieron allí, aunque con un pero muy importante: «Te vuelves con la sensación de que eres una gota en el océano y de que queda muchísimo trabajo».
Unas tareas que se seguirán prolongando durante semanas, donde el apoyo de voluntarios y equipos de emergencia será necesario, aunque como insisten desde Valencia, «ya queda menos», pero lo que seguro que sí van a necesitar es que no se olviden de ellos, porque queda mucho para recobrar la normalidad.