Lo sucedido el domingo pasado en los alrededores del estadio “Vicente Calderón” de Madrid con resultado de un muerto por pelea, etc, me ha venido a recordar un poco por ciertos parecidos a algunas peleas con cantos incluidos que nos gastábamos los chavales de hace algo más de medio siglo. Alguna vez los adolescentes de dos barrios de la ciudad nos peleábamos a ver quién era el más fuerte. Y de vez en cuando había alguna descalabradura. Pero ojito, cuando nuestros padres se enteraban nos castigaban severamente con un par de castañas incluidas.
Pero esto de retarse por métodos modernos, decenas y decenas de personas adultas y entradas en años, no tiene nada que ver. Como tampoco tiene nada que ver que le tirasen al río, etc. Eso son salvajadas incontroladas fruto de la sociedad de hoy que produce estos fenómenos tan violentos. ¿Qué se puede esperar dentro del campo de fútbol de estas personas si fuera ya tienen estos comportamientos tan violentos y estentóreos? Nada bueno por supuesto.
Entiendo también que los clubes deben tener a estos personajes a buen recaudo. Ni socios ni nada. Y ahí al menos sí es responsabilidad de ellos que les dejen un lugar donde ubicarse. Peñas y gente así sobra en cualquier lugar. Parece una ironía que el nombre del grupo al que pertenecía el difunto se llame “Los dulces”. En fin, una muerte absurda, innecesaria y trágica que pudo evitarse si nuestra sociedad no estuviera tan idiotizada y embrutecida. Para los detenidos y que sean culpables, penas duras y trabajos sociales para que no repitan en el futuro. La mitad, según sabemos, tienen antecedentes.
Entre lo que hacíamos inconscientemente en aquella época y lo que se hace ahora existe demasiada diferencia. Ambas cosas están mal. Lo primero eran travesuras con cierto riesgo, y esto es sangre, salvajadas, premeditación, alevosía y me faltan calificativos. No tiene parangón alguno. Solo pensar que estas prácticas son habituales del paisaje en estos tiempos me produce pesar y tristeza.
Carlos Martínez-Fuertes. Toledo.