«El pasado 12 de febrero se cumplieron dos años de la entrada en vigor del Real Decreto Ley, posteriormente convertido en Ley, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral.
En el preámbulo del mismo (ver) se afirma que la razón de los profundos cambios operados en la Ley se deben a que desde el inicio de la crisis en ‘España se ha destruido más empleo y más rápidamente que en las principales economías europeas…’ y ‘…que la destrucción de empleo ha sido más intensa en ciertos colectivos, especialmente los jóvenes, con tasas de paro del 50 por 100…’ y que ‘…el desempleo de larga duración… es también más elevado que en otros países de la UE…’, al mantener ‘…una tasa de temporalidad de casi un 25 por 100, mucho más elevada que el resto de nuestros socios europeos… que es del 14 por 100…’.
Por ello afirma que era necesaria esta reforma para ‘…fomentar la contratación indefinida y la creación de empleo…’, y ‘…promover la contratación por pymes y de jóvenes…’, para dar mayor estabilidad y seguridad al empleo, a través de la ‘flexiseguridad’, siendo por tanto una reforma ‘…en la que todos ganan, empresarios y trabajadores y que pretende satisfacer más y mejor los legítimos intereses de todos’.
Hoy, dos años después de su entrada en vigor es necesario pararse siquiera por un momento para analizar si los objetivos enunciados por el Gobierno se han cumplido o si por el contrario las afirmaciones realizadas por las organizaciones sindicales y por multitud de analistas, han demostrado lo contrario: que la ¿reforma? ha servido para todo lo contrario, para destruir aún más empleo, especialmente estable y de calidad, para incrementar la precarización del mercado de trabajo, para rebajar los salarios, para deteriorar la negociación colectiva y para romper, en definitiva, el cierto equilibrio existente en las relaciones laborales a favor de una de las partes, al darle todo el poder al empresario.
Con carácter previo a este balance, quisiera hacer unas breves consideraciones de carácter más general.
La primera es de perogrullo, pero necesario reflejar. Siempre entre los objetivos de una reforma está el interés por mejorar lo ya existente, para hacerlo más útil, más cómodo y más seguro para sus usuarios. Pero esta reforma no ha cumplido estos objetivos, ya que lo realizado no ha sido una reforma, sino que se ha destruido lo esencial de lo existente para construir algo nuevo, pero no para todos, sino tan solo para el uso y disfrute tan solo de una parte. No se le puede llamar reforma, a aquello que termina empeorando lo existente y hace inviable la convivencia entre quienes lo habitaban.
La segunda, es afirmar que en la relación entre capital y trabajo existe desde siempre un fuerte desequilibrio a favor del primero y que el derecho del trabajo y el conjunto de normas y derechos laborales que se han ido estableciendo en el mundo desarrollado, también en España, han intentado hacer que ese desequilibro disminuyera. Esta ha sido y sigue siendo la pelea desde siempre de los trabajadores y del movimiento sindical. Precisamente el Estatuto de los Trabajadores, que se aprueba al inicio de la transición política, año 1980, tenía como objetivo central dar un marco estable a las relaciones laborales, al tiempo que intentaba desarrollar y modernizar las mismas, reduciendo las imposiciones de los primeros y mejorando los derechos de defensa de los segundos.
La tercera, vinculada con la anterior es que no debemos olvidar que con esas reglas laborales nacidas del ET, tan denostadas y criticadas por este Gobierno, su partido y la patronal, hemos construido en estos 35 años de democracia un país avanzado, moderno, con más empleo, con más derechos y con cotas de bienestar muy superiores a las que existían cuando se aprobó aquella norma, permitiéndonos acercarnos a la media europea.
La cuarta es el papel jugado en ese cambio por los trabajadores y sus organizaciones sindicales, por CCOO y UGT. Se ha afirmado y creo que con razón, que el dialogo social ha sido uno de los valores intangibles más mportantes de los que nos hemos valido para nuestro desarrollo y progreso y que Rajoy y el PP en su conjunto ha despreciado, vilipendiado y denostado.
Y la última, dejar sentado que esta crisis no la han creado ni los trabajadores, ni los sindicatos, pese a que somos las auténticas víctimas y que la estamos sufriendo en nuestras propias carnes, vía paro y vía pérdida de derechos. Los auténticos responsables tanto en el terreno político como en el económico no solo no la están sufriendo al mismo nivel que los trabajadores sino que se están beneficiando de ella, al tiempo que saliendo reforzados política y económicamente.
Son muchos los análisis y estudios realizados en estos días y todos, absolutamente todos, salvo los realizados por el propio Gobierno y algunos de sus voceros que no se los cree nadie, coinciden en que esta reforma solo ha servido para destruir más empleo, abaratar el despido, precarizar los nuevos empleos, rebajar salarios y romper, en definitiva, el marco de derechos laborales y sociales existentes y con ello el equilibrio entre capital y trabajo.
Los datos reales, por más que se quieran enmascarar, lo dicen todo. (Ver estudio Fundacion 1º de Mayo) Se han destruido en estos dos años 1.354.644 empleos; los asalariados han disminuido en casi 600.000 mil y de ellos 375.000 era puestos fijos y a jornada completa; la población ocupada ha pasado de 18.100 millones a 16.700.000; el 93 por 100 de los contratos efectuados son precarios; y el 30 por 100 de los contratos indefinidos son con jornadas a tiempo parcial; los parados según la EPA del último trimestre siguen en torno a los 6.000.000, habiendo aumentado en estos dos años en 989.800 trabajadores, situándonos en una tasa de desempleo en el 26,5 por 100, lejísimos del 12 europeo, sin tener en cuenta los 300.000 que se calculan que se han marchado al extranjero, bien de jóvenes o de emigrantes que han vuelto a su país, además de los llamados parados desanimados; 1.832.000 hogares tienen a todos sus miembros parados; el paro de larga duración (más de un año) se sitúa en el 58,5 por 100, habiendo aumentado más de 5 por 100; en estos dos años la tasa de cobertura del desempleo ha caído en mas de un 3 por 100, siendo en estos momentos cerca de 4 millones los trabajadores que no cobran (el 81 por 100 de los jóvenes parados menores de 30 años, o el 51 por 100 en el caso de los mayores de esta edad).
A todo ello habría que añadir que en los centros de trabajo las condiciones de trabajo se han deteriorado, habiéndose perdido en estos dos años cerca de un 6 por 100 del poder adquisitivo de los salarios; o que son miles los convenios colectivos, especialmente de empresa, que no se han negociado pese a que están vencidos, como consecuencia de la ultraactividad de los convenios; al tiempo que los incrementos salariales de los convenios colectivos durante estos dos años no han llegado al uno por 100. Lo expedientes de regulación de empleo han aumentado fuertemente, fruto de una política de ajuste económico, injusta y nefasta para el futuro y que no defiende nadie, pero que este Gobierno aplica sin piedad a las clases populares y de las facilidades dadas por esta reforma laboral. Ahí tenemos algunos ejemplos: Coca Cola, Solaria, Gamesa, Roca, Geacam, TeleMadrid, Canal Nou y un largísimo etc.
Es evidente que los objetivos reales de la reforma laboral y sus posteriores modificaciones no tenían como objetivos centrales los anunciados en el preámbulo de la Ley, sino todo lo contrario: disminuir los costes laborales en un 30 por 100, reducir los derechos laborales a la mínima expresión y debilitar a las organizaciones sindicales y así preparar las condiciones favorables a sus intereses para que cuando se inicie de verdad el proceso de recuperación económica, intentar disminuir al máximo la capacidad de respuesta de los trabajadores. No en vano han despreciado también el dialogo social y han atacado despiadadamente a las organizaciones sindicales, concretamente a CC.OO. y UGT.
Esto es lo que Rajoy y el PP, nos han preparado para el futuro, y que a nosotros, a los trabajadores nos toca hacer frente si queremos recuperar no solo los derechos, sino también la dignidad. Esta si que es la verdadera herencia que nos quieren endosar, salvo que los trabajadores en su conjunto, junto con las organizaciones sindicales seamos capaces de hacerles frente de verdad en todos los campos, en el económico, en el social y en el político. Lo que debe quedar claro es que, como siempre ha ocurrido, somos los trabajadores los que respondemos y nos defendemos, junto con nuestras organizaciones sindicales, ya que nadie va a venir a hacerlo por nosotros.
Y ello me lleva a afirmar, antes de finalizar, que el sindicalismo se clase siempre ha sido el instrumento necesario que los trabajadores hemos tenido para la defensa de nuestros derechos y que hoy lo son más que nunca, si queremos de verdad parar estos recortes y recuperar el camino perdido».
Juan Antonio Mata, ex secretario regional de CCOO Castilla-La Mancha.