«Es inevitable en los últimos tiempos unir al estudio de la situación de la familia en Europa, en España o en Castilla-La Mancha, un análisis demográfico que nos demuestra una realidad tan tozuda como preocupante. Cada vez nacen menos niños y el afortunado aumento de la esperanza de vida está causando una inversión de la pirámide de la población que ya empieza a presentar algunas consecuencias directas en nuestra vida cotidiana.
Esta realidad no es fruto de un único factor, ni siquiera de uno determinante y desde luego es algo más que un cambio de actitud. No se debe necesariamente a cambios sociales negativos. Y desde luego no se debe imputar a la decisión libre e individual de cada hombre, cada mujer, cada familia sobre el momento en que va a tener un hijo.
En muchos aspectos, el descenso de la natalidad va vinculado a algunos elementos tan positivos como la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo o al cambio de los roles tradicionales en la familia. Pero también es cierto que en nuestra sociedad estos cambios han tenido lugar en un espacio tan corto de tiempo que no ha permitido, en ocasiones, la compensación de los efectos asociados a los mismos. La mujer ha roto barreras profesionales, aunque en muchas ocasiones esta ruptura no se ha realizado por haber alcanzado mayores cotas de igualdad, sino a través de la renuncia o el retraso no deseado de la maternidad.
Los esfuerzos para mejorar la conciliación laboral, familiar y personal de los padres y las madres se están produciendo tras años de lucha en favor de la corresponsabilidad. Y las políticas de apoyo a las familias y a la maternidad han sido, en general, dispersas y poco eficaces. Y sólo a través de la planificación estratégica realista, que permita intervenir ordenando los recursos, puede tener algún efecto a medio plazo.
Las medidas para favorecer a la familia y a la maternidad deben partir de un principio irrenunciable: no se puede pretender apoyar a la familia arrebatándole al tiempo su función inalienable, que es la de transmitir los valores a los niños.
Es inaceptable establecer cualquier conjunto de medidas, por amplio que este sea, cuando la moneda de cambio es «apoderarse del alma de los niños», tal y como proclamaba Rodolfo Llopis en 1929 como requisito para el triunfo de su revolución. Esta tentación resurge con diferentes formas y discursos modernizados cada cierto tiempo y es importante estar alerta para identificarlos.
Por eso es importante partir de un compromiso con la familia como institución y de las familias como sujetos de derechos para avanzar en las líneas y medidas concretas para favorecerla y apoyarla.
Es fundamental continuar avanzando en cada una de las líneas que se han establecido en Castilla-La Mancha en estos tres últimos años. El instrumento del que se parte, la idea común, es reconocer a las familias como las protagonistas de su propia historia, dejando a las administraciones el papel de meros coadyuvantes. El apoyo no puede suponer suplantación, ni la ayuda exigir otros peajes. Establecer prestaciones económicas especiales o preferentes para las mujeres embarazadas, como las «becas mamá», no sustituye la decisión de la madre, sino que la refuerza dotando a la mujer de una mayor libertad para asumir la maternidad, limitando los obstáculos que pudieran derivarse de una situación de insuficiencia económica o ante las dificultades que se puedan presentar por la pérdida del hogar familiar.
Es necesario además atender las necesidades de los distintos tipos de familia, adaptándonos a sus concretas situaciones. Los problemas de violencia que se están dando a conocer cada vez con más frecuencia nos muestran una necesidad real de dotar de nuevos recursos a los padres y madres para mejorar la comunicación con los hijos, recomponer la autoridad y el respeto mutuo en el seno de las familias y prevenir rupturas traumáticas de las relaciones familiares.
Las leyes vigentes y planes actuales en nuestra comunidad incluyen importantes medidas que mejoran la protección y la promoción de las familias y los niños de nuestra región. Y constituyen un instrumento moderno, pionero en muchos aspectos, para reforzar y garantizar ese papel fundamental de la familia en la educación de los niños y la transmisión de valores.
Hace poco tiempo que el Papa Francisco afirmaba que una sociedad es «triste y gris porque se ha quedado sin niños…». Y es verdad. Pero además una sociedad sin niños es una sociedad que se agota, que es cada vez menos próspera y que tiene un menor potencial.
Los niños son nuestra riqueza, y las familias son el mejor recurso que tenemos para criar niños felices y educar ciudadanos responsables. Cuidar de las familias, de los niños, proteger la maternidad es un deber de toda la sociedad, pero también es su privilegio».
Silvia Valmaña Ochaíta (secretaria del Área de Familia y Bienestar Social del PP de Guadalajara)