Cinco meses después de que el desprendimiento de una cornisa de 20 kilos de la torre de la Catedral de Toledo diese la voz de alarma, hoy jueves se ha presentado el proyecto de restauración de esta torre, que supondrá una inversión aproximada de 800.000 euros, un plazo de ejecución de alrededor de siete meses y una intervención que acometerán 20 profesionales y que estará centrada en las cornisas, en su limpieza y en el sellado de las juntas de las piedras de granito.
En una rueda de prensa ofrecida en el templo primado por el deán de la Catedral, Juan Miguel Ferrer; el canónigo capellán morázabe y Obrero Mayor, Javier Hernández de Pinto; y el arquitecto conservador, Jaime Castellón, se ha puesto de manifiesto que el proyecto ya ha sido presentado tanto al Ayuntamiento como a la Junta de Comunidades para, una vez ambas instituciones den los permisos correspondientes, iniciar las obras cuanto antes. Aunque para esta partida se destinarán los fondos de reserva de la Catedral, la petición de sus responsables a estas administraciones también pasa por que colaboren con la financiación, una petición que igualmente han hecho extensible a entidades privadas.
Una de las primeras dificultades para abordar esta actuación será la instalación del andamio de 50 metros que cubrirá los cuatro laterales de la torre, en dos de los cuales esta estructura no tendrá ningún suelo donde apoyar. Se estima que su montaje tardará entre dos y tres semanas.
El siguiente paso será una inspección visual de la torre por si existiese algún otro daño que los técnicos aún no han advertido en las revisiones previas, algo improbable en opinión del arquitecto ya que «el resto de la torre se conserva en buen estado». Tras una limpieza general de la misma, se procederá a un tratamiento de las juntas, sujetando los elementos movidos, asegurando las cornisas y recuperando las geometrías que se hayan deteriorado.
A continuación tendrá lugar el sellado y cosido de las juntas y de las grietas; la consolidación y reparación de la piedra pizarra; la restauración de los elementos escultóricos; y un tratamiento de la forja, eliminando el óxido para que este no siga deteriorando el mortero de cal -el material que hace las veces de junta-. Por último, se dará una pátina para entornar las zonas que puedan presentar diferencias de colores y se llevará a cabo una consolidación final de la torre para que esté protegida durante años.
El deán destacaba que, desde que se levantó en el siglo XV -gracias en buena medida a la dureza del granito y a la calidad de la construcción-, apenas ha sido necesario intervenir en la torre, tan solo en los años 80 fue preciso operar en la zona superior de la cornisa, nunca en la parte inferior, que es la que ahora va a ser objeto de reforma, una reforma que -no obstante- no va a repercutir en las visitas a este monumento, tan solo de forma puntual al tráfico de la zona.
«Los principales defectos están en las cornisas de la torre»
Tras el susto inicial que supuso el desprendimiento y las medidas preventivas para evitar nuevos riesgos de caída, las inspecciones realizadas a mediados de octubre mostraron que los principales defectos se encontraban en las cornisas de la torre, un elemento que, más allá de su función decorativa, sirve para evacuar el agua y alejarlo de la fachada.
Los informes señalaron que en el origen del deterioro de la piedra estaba la exposición a los agentes climáticos, además de la aparición de elementos vegetales. Estos factores incidieron sobre todo en el mortero de cal, cuya erosión fue haciendo que las piedras quedasen descalzas y sin apoyos en la parte inferior.