«Había una vez un gobernante llamado Mariano Rajoy el Incumplidor, que quería llevar a cabo una contrarreforma educativa. Para dicha tarea nombró, como ministro de Educación, Cultura y Deportes, a Wert el Juglar, un famoso tertuliano radiofónico.
Su presidente le ordenó que introdujera en todas las escuelas las ideas conservadoras y neoliberales que estaban tan de moda en la Europa del norte y menos ociosa. Esa era su hoja de ruta. Cargó de tinta su pluma estilográfica y…
– ¡Se van a enterar estos «progres» de lo que vale un peine en educación!, -empezó a refunfuñar Wert.
Dicho y hecho. Elaboró con sus amigos -el empresariado de la educación privada, los movimientos ultracatólicos y la jerarquía eclesiástica- el Anteproyecto de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce). Todo lo cocieron en reuniones a puerta cerrada. Pensaron que la Comunidad Educativa y, especialmente, los profesionales de la enseñanza, maestros y profesores, no tenían nada que aportar. En esta ardua tarea de demoler el sistema educativo vigente, recibieron la bendición del presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Rouco Varela. Todos los pecados que cometieran contra la Escuela Pública les serían perdonados.
Una vez concluida la redacción del texto, con cítaras y timbales, se hizo su presentación pública. La primera versión era un poco burda y no incidía lo suficiente en los amplios intereses de los amigos más influyentes y de algunos barones de gobiernos regionales. En su segunda versión introdujeron una exposición de motivos que clarificaba su verdadero contenido. La gran propuesta de la Lomce era la mercantilización del derecho a la educación. La Escuela Pública se ponía en venta.
– ¡Equidad, justicia social, mejora de la calidad educativa…! – gritaba Wert con un gran megáfono mediático y que dominaba muy bien. Los conceptos eufemísticos que utilizaba respondían a la campaña de manipulación y engaño que se había orquestado para su consumo.
– ¡Papás, mamás! -vociferaba todo entusiasmado. -¡A partir de su aprobación tendréis plena libertad de elegir «cole» para vuestros hijos y, además… haremos un ranking de centros para que os ayude a fundamentar vuestra decisión! ¡Os recuerdo que la excelencia está en los centros privados concertados! ¡Vuestras demandas son órdenes para mí!
En la hoja de ruta que le hizo entrega el presidente de Gobierno aparecía como primer punto el introducir la visión empresarial y economicista en el sistema educativo español.
-A partir de este momento, la escuela se transforma en fábrica de instruir, en una carrera de obstáculos con todo tipo de evaluaciones y reválidas. ¡Ganaremos a PISA! -mascullaba Wert, de vez en cuando, por los pasillos del Congreso de Diputados.
La Educación ya no se planteaba un derecho sino un producto a consumir. El niño o la niña se convertirá en usuario de una plaza educativa que se deberá merecer poniendo en juego todos sus «talentos» y su espíritu emprendedor. –Educaremos para la integración de los jóvenes en el futuro sistema productivo-, decía Wert entre dientes. -El país necesita mano de obra barata. ¡Perdón, ha sido un «lapsus»!, mano de obra cualificada que nos permita volver a la senda del crecimiento y del consumo. Los «progres» defendían una educación integral, para la libertad y orientada a formar buenos ciudadanos.¡Pamplinas!- farfullaba con vehemencia. Con saber que su fuerza de trabajo les permite trasladar una carga pesada sobre una carretilla, ¡les basta! Eso del proceso de aprendizaje-enseñanza son modas de intelectualillos universitarios.
-Introduciremos los principios de gestión privada en la escuela-, manifestaba todo orgulloso a sus colegas. -La democracia participativa es algo trasnochado y arcaico. El director debe tener las riendas de la empresa, rendir cuentas e informar a los órganos consultivos pertinentes: el Consejo escolar y el Claustro de profesores.
Pero no dejó títere con cabeza y redactó cambios que usurpaban las competencias de las comunidades autónomas. Incluso, se atrevió a cambiar el currículum escolar y modificar el nombre de algunas asignaturas, como el Área de Conocimiento del Medio, por Ciencias naturales y Ciencias sociales. -¡Eso de estudiar tanto el entorno, la comunidad autónoma, el territorio… (¡gilipolleces!) hace que el niño no tenga claro el concepto de Estado, lo verdaderamente importante, el reino de España: una, grande y libre!
-Me critica la «marea verde» que estoy realizando una dejación de mis funciones como gestor público-, comentaba en una tertulia radiofónica. Se les olvida que estoy aquí porque tengo que defender los intereses privados de las clases dominantes. Cumplo con excelencia y con nota la función que me han encomendado los de arriba. ¡Mirad cómo he suprimido Educación para la ciudadanía y los derechos humanos y he establecido la alternativa a la religión! ¡Era hora de que alguien mandara firmes a este país!
Pero… pasado un tiempo y, gracias a la indignación y a la movilización social, fracasó el intento de contrarreforma y de desmantelamiento de la Escuela Pública y el derecho a la educación. La presión social en la calle le obligó a dimitir a él y al gobierno de Mariano Rajoy y se le castigó con mandarle a una escuela, de una zona de actuación educativa preferente, situada en la periferia de una ciudad y cumplir el programa de Formación en el Aula para titulados universitarios, de Mª Dolores de Cospedal -también dimitida- sin ningún tipo de retribución económica.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado; si quieres que te lo cuente otra vez cierra los ojos y cuenta hasta tres.
Nota: La asignatura de Valores éticos que quería implantar fue rechazada por incoherente y fraudulenta por las prácticas de corrupción del partido saliente».
Jesús Ortega Murcia, maestro de Infantil y Primaria.