sábado, 23 de noviembre de 2024
artículo de opinión 29/04/2012junio 13th, 2017

Que estamos en crisis es algo que es imposible no tener asumido ya desde hace tiempo. Bien sea porque los medios de comunicación nos lo recuerdan diariamente, bien porque las medidas adoptadas nos afectan de lleno o tangencialmente, cohabitamos con categorías analíticas como crisis, deuda, déficit, prima de riesgo, etc. Vivimos tiempos convulsos en un escenario financiero que nos constriñe sobremanera. Esta constricción se refleja en la resolución de una enorme deuda de miles de millones de euros que acarrean las Administraciones local, autonómica y estatal, difícilmente solventable a corto plazo. Esta deuda, lamentablemente también afecta al contexto socio-sanitario en el que nos desenvolvemos los profesionales de enfermería.

Las últimas «medidas», «ajustes», «recortes», como quiera que etimológicamente se quieran definir, hacen que nuestro sistema sanitario comience a estar en riesgo. Nuestro sistema sanitario público, hasta ahora se había considerado uno de los mejores del mundo, tanto por su gratuidad, equidad y accesibilidad, como por las prestaciones ofrecidas con plenas garantías de seguridad y calidad asistencial, así como por el alto nivel de competencia de sus profesionales, verdaderos artífices y vectores de este logro.


Lamentablemente, el inicio del resquebrajamiento del sistema nos puede hacer retornar a un sistema sanitario previo al 1986, año en el que se promulgó la Ley General de Sanidad, considerada por los expertos un verdadero hito histórico-social que enarboló la bandera del tan deseado Estado de Bienestar, Estado de Bienestar cuyos cimientos se comienzan a agrietar.

Esta situación la podemos corroborar en nuestra región y en nuestra provincia tras las medidas que los gestores sanitarios autonómicos están ejecutando. La solución no pasa por tomar decisiones que disminuyan el número de profesionales y su salario, aumento de horario laboral y elaboración de planes funcionales de forma unilateral sin previo análisis de la gestión de todos y cada uno de los ámbitos que conforman nuestro Servicio de Salud. En este análisis es imprescindible la colaboración de los profesionales, agentes conocedores e implicados en el buen desarrollo de la actividad sociosanitaria.

Los resultados de las citadas decisiones están generando en el profesional un descontento creciente que no sabemos hasta dónde puede llegar. En el Colegio estamos recibiendo una gran cantidad de denuncias, quejas, comentarios de nuestros colegiados que ratifican la afirmación anterior. Los profesionales temen que la calidad asistencial que hasta ahora era excelente, merme poco a poco.

Aun sabiendo que las medidas tomadas son impopulares para los propios profesionales, es imprescindible que se cuente con ellos, hecho que hasta ahora no ha sucedido. El riesgo que corremos es que el profesional, que ha creado y manteniendo uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, comience a desilusionarse y desmotivarse disminuyendo paulatinamente las actividades que se realizaban más allá de su desempeño puramente asistencial como la formación, la investigación, la gestión, etc., en definitiva, la entrega total a una profesión y a un servicio de salud que hace del cuidado del paciente su núcleo principal de trabajo.

Por lo tanto, es urgente una solución que se debe comenzar a contemplar antes que la situación sea insostenible. La Administración Autonómica debe hacer un ejercicio de acercamiento hacia los principales actores implicados en la sanidad: los profesionales. No cabe la menor duda de que los profesionales son los verdaderos conocedores de su ámbito profesional local y global. Se hace necesario dialogar con ellos para aunar esfuerzos e intentar salvar la sanidad que queremos y que ha costado tanto tiempo construir, en el menor tiempo posible dejando atrás intereses puramente economicistas, políticos o ideológicos.

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