«Me dispongo a escribir sobre él ahora que se cumplen diez años de su llegada al Gobierno de España, un momento crucial para entender nuestra Historia más reciente.
En este caso me estoy refiriendo a la llegada al poder de Zapatero y por consiguiente, en primer lugar hay que hablar del 35º Congreso Federal del PSOE donde el principal derrotado, José Bono accedió al Ministerio de Defensa después de la victoria del 14 de marzo mientras que otras personas, dado que pusieron muy por encima su ego antes que el sentido de Partido y de Estado, se dieron de baja del Partido Socialista para montar otro donde hoy día hace y deshace casi que a su antojo (amén de hablar de regeneración política cuando precisamente ella no puede ser tratada como nueva ni mucho menos).
Nacido en Valladolid pero leonés de corazón, José Luis Rodríguez Zapatero fue un político desconocido para el gran público cuando accedió al poder del, por entonces, principal partido de la Oposición.
Zapatero constituía aires nuevos, renovados, una ilusión, una esperanza ante tanto desasosiego en las filas socialistas provocado por el gran batacazo electoral en las Elecciones Generales del año 2.000 con Joaquín Almunia de candidato.
Su mandato vino de la mano de una palabra que define la esencia del PSOE a la perfección: cambio pero él añadió un adjetivo bastante idóneo para poder llevar a cabo una vuelta al Gobierno de manera razonada y razonable: tranquilo.
Ese cambio tranquilo vino de la mano de hombres y mujeres nuevos en su mayor parte, un Gobierno que por primera vez tendría el mismo número de hombres que de mujeres, tanto es así que la Vicepresidencia corrió a cargo de una mujer: María Teresa Fernández de la Vega.
El cambio real del PSOE tuvo sobre todo un cariz social a tenor de leyes que se aprobaron como la de Dependencia, Igualdad de Trato y No Discriminación , contra la Violencia de Género o la de la unión de personas del mismo sexo o el permiso de paternidad en los quince primeros días del nacimiento de un bebé, que definirían a estos gobiernos sin duda alguna, como los mejores en materia social de toda nuestra etapa democrática.
Los Gobiernos de Zapatero hicieron posible que la palabra consenso fuese algo fácil de pronunciar pero desgraciadamente, no puedo obviar los errores cometidos: devolución de 400 € en la renta, cheque bebé (buena medida si este país hubiese tenido una economía realmente fuerte y estable, pero lo habría destinado sólo a aquellas personas que realmente lo necesitaran), negación de la crisis como Pedro negó tres veces a Jesucristo, reforma nefasta de la Constitución a tenor de la insolidaria modificación del artículo 135 que tanto aplaude ahora la Derecha (y es que muy bien cayó en la trampa el castellano- leonés) y eso, nos ha condenado a los socialistas a cosechar no sólo derrotas durísimas sino además, a no poder remontar el vuelo a pesar de que estamos ante el peor Gobierno de la Democracia sin duda alguna.
Quiero expresar aquí y ahora la ilusión que me hizo votar el 14 de marzo de 2004 en aquellas Elecciones Generales, las primeras de mi vida que vinieron precedidas de los atentados terroristas más trágicos, funestos y terribles de nuestra Historia acaecido el 11 de marzo de ese mismo año donde un grupo terrorista radical musulman (Al-Qaeda) nos provocó un dolor tan profundo tras dejar a 192 vidas inocentes que nunca podremos olvidar, que nos rebelamos en las urnas aquel día para parar con nuestro voto la ira de aquellos asesinos y mostrar nuestro rechazo a tanta desinformación como nos sometió el Gobierno del Partido Popular de José María Aznar (germen inequívoco de la crisis que estamos sufriendo ahora, sobre todo gracias a los pelotazos urbanísticos que de «Champions League de la Economía» no tienen nada, otro error de Zapatero pronunciar esas palabras) en aquellos tres días de marzo que pagaron justamente con aquella derrota que incluso, a mi juicio se me hizo hasta corta.
Recuerdo cómo estando en el domingo 14 de marzo, subía las escaleras de mi casa corriendo tras ducharme para vestirme y mis padres, al observarme me miraban y estaban asombrados con mi ilusión pero es que si de algo estaba convencido aquellos días es de que el Partido Socialista Obrero Español volvería a ganar unas Elecciones Generales, tanto es así que horas después, tras el recuento me reconocieron en casa mi pronóstico y ola de optimismo que me sobrevino en aquellos días.
Zapatero ha pasado a la Historia como un gran conseguidor de derechos sociales pero en su debe, siempre estará, a mi juicio, su exceso de confianza y optimismo en temas económicos (quizás estuvo muy mal asesorado en ese momento o si estuvo bien asesorado, habría entonces que preguntarse si su problema no fue el no haber escuchado a la gente de su alrededor o no haber entendido los análisis que los expertos manejaban sobre el «tsunami» mundial que se avecinaba).
No quiero ser complaciente con la figura del ex Presidente, sólo ser justo con él y con la propia Historia y por ello, no todo en la vida es blanco o negro sino una tonalidad de grises (unas veces ese gris es claro y otras, es oscuro) y por ello, juzgar a José Luis Rodríguez Zapatero de manera subjetiva y partidista, restaría importancia a lo que expongo y me niego a que eso me pase.
Ahora que su obra «el Dilema» está en las librerías de España me cabe varias preguntas: ¿cuál fue el dilema tan imposible de resolver para este señor como para que su Gobierno ahora esté tan en entredicho? ¿pudo evitarse en cierta medida lo que ahora estamos sufriendo? ¿es justo cargar la culpa en su totalidad a los Gobiernos Socialistas de ese tiempo? A la última, estoy convencido de que no es nada justo pues hay tantas causas que reducirla a ésta sería cometer una temeridad de tal calado que volvería a cometer otro error y para eso, no estoy ni sirvo ni serviré jamás (eso se lo dejo a ciertos medios de comunicación que ahora callan los hachazos infames del Gobierno de la Derecha pero bien que castigaban al PSOE cuando estábamos en el poder).
No quiero ser carga onerosa para nadie, ni daga terrible para el corazón del Socialismo Español pues por mucho que quieran esconderlo o sacarlo a relucir para masacrarlo públicamente, Zapatero dejó tal huella que diría que él entró sin hacer ruido y se fue de igual manera para que nunca quede la más mínima duda de lo que siempre demostró ser, esto es el hombre tranquilo».
Por Diego Ruiz Ruiz, militante del PSOE.