domingo, 20 de octubre de 2024
lo asegura en una entrevista a efe 21/01/2012junio 14th, 2017

A punto de cumplir 63 años y con toda una vida dedicada al pastoreo, Miguel Lara ha explicado que aún no puede dormir de noche y se despierta sobresaltado cuando recuerda el asalto a la explotación ganadera de Cinco Casas (Ciudad Real) en la que murió su compañero Pedro.

Miguel Lara ha relatado a EFE la trágica experiencia que sufrió hace poco más de mes y medio, el asalto en el falleció su compañero desde hacía 30 años, Pedro Fernández Hijicos, y donde él resultó herido.


Unos encapuchados asaltaron la finca Valdivieso, situada a unos seis kilómetros de la pedanía alcazareña de Cinco Casas, donde Miguel Lara trabaja desde hace 33 años.

A día de hoy, Lara todavía tiene problemas para conciliar el sueño por la noche: «No puedo olvidar lo que ocurrió y me despierto sobresaltado, duermo mejor por el día porque parece que estoy más tranquilo».

El miedo se aprecia en sus ojos, húmedos y brillantes, mientras explica que de las lesiones físicas -tres costillas rotas y golpes- está prácticamente recuperado, pero las psíquicas tardarán más tiempo en desaparecer.

«Eran las 11 o las 11,30 de la noche y oí un golpetazo en la puerta de la cocina de la casa en la que dormíamos mi compañero y yo, y pensé que Pedro había ido a beber agua o cualquier otra cosa. Como lo llamé en varias ocasiones y no me contestó, encendí la luz de mi cuarto y, al querer levantarme de la cama para ir a ver qué había pasado, me taparon la boca y me dieron un golpe en la frente con una piedra», cuenta.

Visiblemente emocionado, el pastor solanero explica que con la cara ensangrentada le ataron las manos con un cinturón suyo y le taparon la cabeza con el pijama que aquella noche no se había llegado a poner, cuyo pantalón utilizaron para amordazarle y anudárselo al cuello.

«No me pude levantar de la cama y aguanté palo va palo viene con una barra de hierro», asegura Lara al que no le dio tiempo a reaccionar y que sólo recuerda que vio pasar a cuatro personas encapuchadas.

«No sé cuánto tiempo estuvieron pegándome porque se bebieron todas las cervezas que había en el frigorífico y, cuando terminaron, me vertieron una de ellas por encima y pensé que era gasolina», explica mientras respira hondamente.

La dureza de su relato continúa. Logró desatarse las manos porque dejó un poco separadas las muñecas y fue a buscar a su compañero Pedro, de 57 años y vecino de Herencia, al que encontró muerto en el sofá que había en la cocina.

Miguel Lara que esta próxima semana, el 26 de enero, cumplirá 63 años, sentencia que «fue una salvajada» lo que hicieron los malhechores, que eran extranjeros por el idioma que utilizaban.

«Si querían robar, no tenían que haberse ensañado con nosotros», lamenta el pastor. Los asaltantes se llevaron su móvil y los 40 euros que tenía y de Pedro la televisión plana de 19 pulgadas que tenía en su cuarto, algo de dinero, unos décimos de lotería y su teléfono.

Cuando ocurrieron los hechos, en la finca también estaba el mayoral que ocupa otra casa, al que Miguel avisó rápidamente para después contárselo a la dueña de la explotación que acababa de llegar.

El pastor se alegra de que otros dos compañeros con los que él y Pedro compartían sus cuartos descansaran ese día por lo que no tuvieron que vivir esa «mala experiencia».

Durante la entrevista con Efe, Miguel está acompañado por su esposa, Gregoria, y contiene en varias ocasiones las lágrimas al recordar el suceso que le llevó al hospital y que, afortunadamente, puede contar, aunque no sabe si va a ser capaz de volver al trabajo cuando le den el alta definitiva.

«Lo voy a intentar, pero si veo que no puedo no tendré más remedio que dejar el trabajo al que me llevo dedicando desde que era un niño, porque tengo miedo y no sé si voy a poder superar lo que ocurrió», confiesa Miguel Lara.

A los detenidos por este suceso, siete hombres acusados de los presuntos delitos de asesinato, robo continuado y pertenencia a grupo criminal, Miguel Lara les desea que «se pudran en la cárcel y no puedan volver a delinquir ni a hacer daño a nadie más».

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