El toledano David Mora, que cortó sendas orejas a los toros de su lote de Torrestrella, se destacó en Pamplona como el primer matador de alternativa en salir a hombros estos Sanfermines.
La verdadera bravura apareció por primera vez en estos Sanfermines en el ruedo de la Monumental pamplonesa y, con ella, llegó también el primer triunfo sonoro de un matador de toros, en este caso David Mora, que salió a hombros por la llamada «puerta del encierro», el umbral de los éxitos de esta plaza.
La corrida de Torrestrella, dispar de volúmenes y de cuajo, tuvo tres toros con un fondo muy estimable de raza y bravura, hasta el punto de que esta vez no se vio a ningún astado marcar las querencias de los mansos.
Muy al contrario, esos tres astados dieron un juego a más, superando una, en principio, aparente falta de fuerzas, que se trocó en entrega y calidad en sus embestidas durante el último tercio. Y la fortuna se repartió bien en el sorteo matinal porque a cada diestro de la terna le correspondió uno de esos toros destacados.
El tercero, que se derrumbó al salir del primer puyazo, se recuperó por completo en la muleta de David Mora, que le asentó con una técnica irreprochable en la primera mitad de la faena.
Sólo que cuando debió disfrutar de su logro, de la cada vez más larga y entregada embestida, el de Borox no aplicó la fibra y la garra necesaria para redondear un trasteo que aun así se premió con la primera oreja de la tarde.
La segunda, la que avaló su salida a hombros, se la dieron a Mora tras acumular una larga sucesión de pases a un ejemplar jabonero que se empleó poco pero sin mayores complicaciones. Fue al final del trasteo cuando el toledano, en busca ya de amarrar el trofeo, le puso más garra al asunto hasta que acabó con el toro de una gran estocada.
La tercera oreja concedida fue para Francisco Marco, que si bien no tuvo opciones con un primero aplomado casi desde su salida, se encontró con un cuarto de mucha clase.
Le abrió faena el navarro a este buen y serio toro con las dos rodillas en tierra para continuar con un muleteo desangelado y sin apurar la calidad del enemigo, pero que provocó la petición del trofeo por parte de sus paisanos después de que fuera prendido espectacularmente, aunque sin consecuencias, a la hora de matar.
Iván Fandiño fue el único espada que se fue de vacío, a pesar de que hizo la faena de mayor mérito de la tarde ante un quinto toro terciado y escurrido pero que sacó un desabrido temperamento.
Le plantó cara el diestro vasco, muy resuelto y muy asentado en todo momento, hasta que buscando también asegurar el triunfo se quiso adornar con unos molinetes de rodillas en los que resultó derribado por el toro.
Inerme sobre la arena, Fandiño vio como los serios pitones del de Torrestrella le pasaron junto al rostro en varios derrotes que no alcanzaron el objetivo. Una vez en pie, ligeramente desorientado, volvió al toro para matarlo de una estocada atravesada, tras la que, incomprensiblemente, hubo una insuficiente petición de oreja.
Antes, Fandiño no había terminado de ajustarse con las siempre entregadas embestidas del toro destacado de su lote.