El plan de desmantelamiento y clausura de la central nuclear José Cabrera de Almonacid de Zorita (Guadalajara) sigue su curso y actualmente ha superado el ecuador de su fase final, consistente en la vigilancia radiológica y restauración del emplazamiento a fin de dejar las 12 hectáreas de terreno tal y como se encontraban antes de construir esta planta.
El fin, para finales de 2027 o principios de 2028
Un proceso que ejecuta la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), que estima que todo podría estar concluido para finales de 2027 o principios de 2028, a la espera de que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) dé su visto bueno.
El coste de las actuaciones realizadas al cierre del último ejercicio contable (diciembre de 2023) era de 163 millones de euros, una cantidad por debajo de lo presupuestado hasta esa fecha para acometer el desmantelamiento y clausura de la primera central nuclear que se puso en marcha en España y también la primera en la que se acomete una actuación de este calibre de forma completa.
139.000 toneladas de residuos
Desde que Enresa inició el plan de desmantelamiento y clausura en febrero de 2010, cuatro años después del cierre de Zorita, se han generado algo más de 139.000 toneladas de residuos, de los cuales la mayoría son convencionales -hormigón, hierro o tierra- y están yendo a gestores autorizados, mientras que un 15 por ciento son residuos de media, baja y muy baja actividad que se envían a El Cabril, en Córdoba.
Un desmantelamiento que, sin duda, constituye un hito complejo que afecta a una superficie de 12 hectáreas, el equivalente a unos 12 campos de fútbol, donde tras la demolición de los grandes edificios y la consiguiente retirada de la mayor parte de los residuos se está procediendo a la restauración de los terrenos, tarea que, cuando concluya, Enresa tendrá que comunicar y documentar con un dossier final al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), solicitando la declaración de clausura de la planta.
Almonacid de Zorita (Guadalajara) vuelve a su pasado calatravo con su Feria Medieval
Proceso «complicado e ilusionante»
Catorce años lleva Enresa hasta el momento con un desmantelamiento en el que la prioridad siempre ha sido y sigue siendo la seguridad. Por diferentes razones, entre ellas la pandemia, ha habido que reprogramar e incluso paralizar momentáneamente algunas tareas, pero no ha habido que lamentar accidentes graves, tal y como ha explicado a Europa Press, durante una visita a las instalaciones, el actual director del desmantelamiento de la nuclear José Cabrera, José Campos.
Un proceso que si bien Campos ha definido como «complicado», por ser la primera vez que se lleva a cabo en España, también lo ha considerado «un reto muy importante e ilusionante del que hemos sacado una experiencia bárbara para hacer frente al siguiente desmantelamiento que se está preparando, el de Garoña».
En el proyecto de desmantelamiento -que ha tenido ya tres directores hasta hoy- no se deja nada sin planificar y «todo está calculado» y aunque la retirada de la tapa de la vasija del reactor supuso un hecho significativo por ser elemento más identificativo de esta instalación nuclear, han sido miles las acciones llevadas a cabo en todos estos años.
El desmantelamiento de Zorita ya está sirviendo como experiencia para los siguientes previstos, que, según Campos, serán básicamente similares a este aunque con otro factor de escala al tratarse de centrales más grandes, con más hectáreas afectadas y con más toneladas de residuos a gestionar.
En Zorita, durante la fase actual de restauración del emplazamiento, se está procediendo a la vigilancia radiológica metro a metro. Un proceso «largo, arduo y laborioso» que aún se prolongará unos tres años más y que ya supone haber enviado a El Cabril más de 21.000 toneladas de residuos de media, baja y muy baja actividad.
Plazos
Los de alta actividad, como el combustible gastado, permanecerán en el Almacén Temporal Individualizado (ATI) que hay en la propia planta. «La idea es que en un plazo aproximado de unos tres años todo esté medido, todas las tierras retiradas, todos los residuos mandados a El Cabril y tener el dossier con la documentación completa de todo lo que se ha hecho, con todas las pruebas y vigilancias radiológicas para solicitar la declaración de clausura al CSN», ha declarado el director del desmantelamiento.
Una vez que el organismo regulador tenga dicho informe, no hay un plazo determinado para que decida si da o no luz verde a la clausura de Zorita. Lo hará cuando verifique que todo está correcto y que los terrenos están totalmente descontaminados y cuando emita la apreciación favorable la remitirá a su vez al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco), que es el que finalmente tendrá que dar la autorización.
«La clausura la conseguiremos cuando esto esté todo verde y el Consejo de Seguridad esté de acuerdo», ha indicado Campos, quien ha comentado que «no solo hay que ver que la superficie está bien sino lo que hay debajo de ella».
En cuanto al combustible de la planta -residuos de alta actividad- que se encuentran en el ATI, cuando los terrenos se transfieran a Naturgy, la empresa propietaria, esa instalación pasará a ser un Almacén Temporal Descentralizado (ATD), es decir, una instalación nuclear independiente que seguirá baja la supervisión de Enresa hasta que haya un almacenamiento geológico profundo (AGP) al que llevar todo.
Frente a los más de 300 trabajadores que participaron inicialmente en las labores de desmantelamiento, en la actualidad apenas quedan un centenar, en su mayoría técnicos expertos en protección radiológica que, sin embargo, no precisan en su quehacer diario de una indumentaria de protección especial salvo si tuvieran que actuar para la retirada de algún residuo de muy baja actividad.
Desmantelamiento de interés
El proceso deja ya grandes hitos en esta planta, siendo los más llamativos el corte del generador de vapor o la extracción de la vasija. Sin embargo, el director del desmantelamiento reconoce que aún están en una fase complicada en la que la lluvia, las temperaturas bajo cero o previamente la pandemia, supone dificultades añadidas que pueden complicar que no se pueda cumplir la planificación.
Al ser un desmantelamiento pionero en España y de los primeros que se afronta de forma completa tanto en Europa como en Asia, ha despertado un gran interés por parte de empresas y organismos de distintos países que como Corea, Japón, Suiza o Suecia, entre otros, quieren conocer cómo se está llevando a cabo este reto.
Si bien el proceso de construcción de la central nuclear de Zorita supuso cinco años de trabajos, su cierre y clausura triplicará el tiempo de intervención, algo que, según explica el director del desmantelamiento, tiene toda la lógica teniendo en cuenta que ahora no solo se trabaja con material convencional sino con la componente radiológica, que es la que frena y ralentiza más el proceso porque hay que ir con más cuidado y «anteponer siempre la seguridad».
Tras su desmantelamiento, esta zona seguirá siendo fuente de energía, en este caso fotovoltaica, ya que Naturgy, propietaria y empresa operadora de la central cuando estaba en funcionamiento, trabaja para construir varias plantas en el entorno, proyectos que entran dentro del concepto de transición justa, donde se incluye el paso de la energía nuclear a las renovables.