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Artículo de opinión 07/02/2016junio 7th, 2017

«Necesaria». Esa es la palabra que mejor define este momento que nos ha tocado vivir. Y también urgente y reclamada por muchos españoles, entre los que me encuentro.

Sin duda alguna, aunque no estamos en las mismas circunstancias sí que necesitamos volver a nuestros orígenes, que hunden sus raíces en la época que transcurrió tras la muerte de Franco, y reconociendo no solo nuestros aciertos sino también los errores que hemos cometido como sociedad.


España amaneció el día 23 de diciembre de 2015 con un parlamento muy fragmentado, diverso y plural que representa, seguramente mejor que en otras ocasiones, la verdadera realidad de nuestro país y por ello, debemos sentirnos agradecidos.

Me he lamentado del resultado obtenido por el partido de mi vida, el PSOE, pero no por ello debo caer en el error de no considerar que aquel nos ha dejado en una posición en la que la posibilidad de gobernar siendo uno de los ejes fundamentales sobre el que deberá pivotar la mayoría de las iniciativas parlamentarias que se presenten.

Podría hablar de la izquierda como un sector ideológico fragmentado, dividido en sentido negativo, pero me niego a pensar así. Ahora tenemos más fuerza en el Parlamento que hace cuatro años y es nuestra obligación hacer que nos dejemos notar, llevando la iniciativa en el Parlamento español para llevar a cabo todo aquello que favorezca al país.

Ahora es el momento de comprobar quiénes damos un paso al frente y quiénes a un lado. Yo me siento parte del primer grupo y quiero dejar claro que mi función será siempre la de ser uno de los facilitadores del camino que juntos debemos recorrer en pos de la necesaria modernización de España. En el segundo grupo está Mariano Rajoy que, lejos de asumir su responsabilidad por haber sido el líder del partido más votado en las elecciones generales, declinó esa posibilidad ante el ofrecimiento del Rey. Y lo más grave de todo esto es que además de no asumir lo que le corresponde, pone en el disparadero de su fracaso al PSOE (costumbre suya la de ponerse de perfil y luego culpar a los demás de sus desatinos).

He estudiado y leído muchos documentos sobre la etapa de la Transición que, según autores, abarcan de 1975 a 1978 o incluso hasta 1982. No estamos en una situación idéntica aunque hay elementos parecidos, y es que en palabras de los dirigentes de Podemos durante la formación de la Mesa del Congreso de los Diputados, PP, PSOE y Ciudadanos conforman un búnker (los famosos «tres del búnker»), como se denominó a los partidarios del régimen franquista, que se oponían a los partidos de la izquierda, en la que hoy quiere posicionarse Podemos.

Importante es comprobar qué partido representa el papel de la centralidad, como en su momento ejerció la Unión del Centro Democrático de Adolfo Suárez; bien pudiera jugar ese papel el PSOE en la persona de Pedro Sánchez («nosotros queremos ser la izquierda que quiere atraer al centro -dijo en la campaña).

Pedro puede representar muy bien el papel de persona vertebradora y conciliadora en este país que tanto necesitamos. Un papel, por fin, de un verdadero estadista. Y digo por fin porque España está falta de alguien así y seguramente por eso no avanzamos. Recuerdo las palabras de Albert Rivera en las que dejaba claro que el debate que plantea Ciudadanos no es de sillones sino de políticas, como pasó en aquel momento tan crítico posterior al franquismo durante el que todos los partidos supieron ceder y estar más en aquello que les unía que en lo que les separaba.

Pedro Sánchez tiene claro que, para avanzar, necesitamos reeditar los Pactos de la Moncloa como en aquel tiempo para poner en común una agenda de desarrollo, innovación y avance en materia económica, social y política.

Hemos de reeditar el pacto constitucional así como llevar a cabo una nueva ley de partidos como fue la impulsada por Adolfo Suárez (la llamada Ley de Reforma Política), que posibilitó entre otras cosas que los presos políticos pudieran obtener la amnistía y abrir la participación así a todos los partidos políticos como el Partido Comunista de Santiago Carrillo; en el caso que ahora nos ocupa, se correspondería a la reforma de la actual Ley Electoral que haga posible las listas abiertas, entre otros aspectos.

En cuanto a la necesaria reforma constitucional, tengo claro que para conseguir esto, en primer lugar, habrá que convocar una mesa de negociación para tratar una puesta en común de objetivos constitucionales tanto a corto y medio plazo como a largo. Necesario es sanear nuestras instituciones democráticas y, para ello, no podemos consentir que no haya leyes más restrictivas que endurezcan las penas para toda aquella persona u organizaciones políticas que se vean involucradas en presuntos delitos de corrupción.

No es tiempo de poner trabas ni tiempo de altas exigencias partidistas sino de altas exigencias para acabar de una vez con la angustia y el dolor de millones de españoles que hoy sufren el drama del paro, que es lo verdaderamente importante y el principal cometido de todo político. En definitiva, necesitamos realizar una buena política.

Hoy, como en aquel tiempo, necesitamos volver a reencontrarnos como país, mirarnos a los ojos los unos y los otros sin reprocharnos demasiadas cosas y mirar hacia delante de tal forma que podamos hacer frente a los graves problemas que tenemos que solucionar juntos.

Es un nuevo tiempo y hace mucho que sostengo que Mariano Rajoy y la mayoría de los dirigentes actuales del Partido Popular no pueden liderar este nuevo tiempo (son políticos del siglo XX en pleno siglo XXI). Es justo algo muy similar a lo que le pasó a Manuel Fraga Iribarne con su Alianza Popular, el germen del actual PP, que se componía en su mayor parte de personas íntimamente ligadas al franquismo pero, aún así, sin duda que se hizo muy bien en convocar a esta fuerza política para la redacción de la Constitución de 1978 en el Parador de Segovia.

Por eso, quien pretenda iniciar este tiempo sin el Partido Popular estará confundiéndose a sí mismo, confundiendo a España y a la situación actual que nos exige sumar a todos y no discriminar a nadie para afrontar los grandes asuntos de Estado.

Cito en último lugar al Partido Popular porque tengo claro que este debe ser el principal partido de la oposición pues, a pesar de haber ganado las elecciones generales, merecen estar ahí máxime cuando sabemos que es un partido cuyas sucesivas cúpulas estuvieron presuntamente relacionadas en escándalos de corrupción. Tomemos la oposición no como enteramente lugar de castigo sino también como un lugar en el que podrán llevar a cabo sus políticas siempre y cuando estas sean consensuadas entre todos, tal y como se hizo en los inicios de nuestra etapa democrática.

Debe ser un tiempo en el que el entendimiento sea fruto del diálogo, el acuerdo sea resultado de la ardua negociación en la que las cesiones de unos y otros hagan posible la sostenibilidad del Estado, cuya arquitectura actualmente se encuentra dañada. Es una labor de todos, la de implicarnos en su reconstrucción poco a poco, parte a parte. Es por eso fundamental abrir el debate del modelo de Estado en el que por tanto tendrán vital importancia los partidos nacionalistas tal y como pasó también en la primera Transición.

Por ello la reforma constitucional que debe salir con el voto de todos los españoles debe ser flexible, comprensiva y adecuada a las necesidades de todos los territorios del Estado, garantizando el avance de todos y, por supuesto, en igualdad de condiciones.

Creemos los necesarios espacios de convergencia, hagamos posible que el mercado laboral mejore fruto del acuerdo de patronal y sindicatos, que la educación sea por fin una materia regida por una ley que sea duradera en el tiempo y no cambie según el signo del partido del Gobierno. Hagamos que la ya mencionada reforma constitucional blinde derechos para consolidar nuestro Estado de derecho y de bienestar, dejando atrás todo aquello que nos ha hecho daño. Las piedras del camino, por muy grandes que estas sean, no pueden ser obstáculos insalvables para lograr la ansiada España de todos, esa España de las oportunidades que queremos.

Es el turno de todos, pero quien le ponga zancadillas al momento a buen seguro lo lamentará, pues una sociedad que es sabia y bien formada como la ya madura España democrática, no perdonará a quienes dividan e hieran la sensibilidad colectiva.

Es la hora de España y de todos los españoles».

Diego Ruiz Ruiz. Militante del PSOE de Polán (Toledo).

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