Debajo del Altar Mayor de la Catedral de Toledo, pronto abrirá al público un espacio que ha estado cerrado durante cuatro siglos: la cripta central en la que se guardan los restos de Santa Úrsula. Lo hará, previsiblemente, tras el verano, una vez queden ultimadas las obras de reforma y acondicionamiento que se han llevado a cabo.
Verá así la luz una nueva aportación patrimonial del templo primado, un lugar que habla de su historia, de su riqueza y de la leyenda que envuelve a una mártir santa, cuyo esqueleto comparte emplazamiento con obras del escultor Diego Copín de Holanda y del pintor Francisco Ricci.
Ocupando el epicentro de la Primada, durante años albergó diferentes reliquias y lo hizo hasta que el cardenal Quiroga mandó construir a finales del siglo XVI la sala de El Ochavo con el fin de reunir aquí todas las que se encontraban dispersas por la Catedral. Décadas después, ya a mediados del siglo XVI, en época del cardenal Pascual de Aragón, éste recibe de la duquesa de Feria los restos de Santa Úrsula, pertenecientes al papa Clemente XVI. El cardenal decide que el esqueleto -del que se conserva el cráneo (sobre una almohada y coronado con una diadema), el cuerpo y las extremidades- quede en una urna de madera y cristal, con el escudo cardenalicio, en el altar central de la cripta.
[ze_gallery_info id=»256761″ ]Frente al altar central, tres altares en semicírculo vigilan los restos: uno dedicado a San Julián; el central dedicado al Santo Entierro, con el grupo escultórico de Diego Copín y con Juan de Borgoña como autor de la policromía original; y un tercero dedicado a San Sebastián, con pinturas de Francisco Ricci.
Dos pasadizos laterales con sendos tramos de escalera dan acceso a este espacio abovedado en el que también destacan unas grandes rejas de hierro.
La princesa bretona que murió por negarse a renunciar de su fe
Gracias a este proyecto de rehabilitación, Toledo se suma al grupo de ciudades que exponen reliquias de Santa Úrsula, una lista en la que están la Basílica de Colonia, la Catedral de Pamplona, el Museo Memling de Brujas y el Museo Diocesano de Álava, entre otros.
La historia de esta santa data del siglo IV, cuando una princesa bretona llamada Úrsula, hija del entonces rey de Bretaña, marchó de peregrinación a Roma -junto a 11 doncellas- tras rechazar a un príncipe pagano, defendiendo así su fe cristiana y virginidad. De regreso a Bretaña, los bárbaros de Atila la apresaron en Colonia. Éste se enamoró de ella y le pidió que abandonase su religión para casarse con él, algo que la princesa volvió a rechazar, por lo que fue ejecutada por arqueros junto a sus doncellas.
Patrona de los «pañeros» (de la industria textil), los huérfanos, las maestras y las jóvenes en general, en el siglo IX aparecieron en Colonia los restos de una iglesia del siglo VI con un epígrafe en el que se podía leer «Martirio de Santa Úrsula y 11.000 vírgenes», una traducción que siglos después se vio que era incorrecta ya que en realidad ese número representaba un 11. Hoy esa iglesia es la actual Basílica de Santa Úrsula, donde permanecen fragmentos óseos de miles de esqueletos que algunos siguen atribuyendo a las 11.000 vírgenes ursulinas, debido a ese error histórico. Este descubrimiento hizo que su devoción cobrase fuerza en el siglo IX, como también ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial cuando se encontró en el cementerio de la Basílica de Colonia un sillar de piedra en el que se señalaba lo siguiente: «en el lugar donde algunas vírgenes encontraron la muerte por su fe…»