«¡Que vuelvan todos vivos!», era el grito de Tamara, de origen ucraniano, desde Toledo hace apenas unos días. Este domingo, seis de marzo, Tamara recibía en la capital regional con los brazos abiertos a su hija, a sus cuatro nietas, a su nuera y a su consuegra. Ellas ya han podido descansar en España, cobijadas por su abuela, pero el descanso, me dicen, es solo físico porque la cabeza no para de dar vueltas.
Allí se han quedado sus amigos, sus familiares directos y sus vidas. Todas estudiantes y pertenecientes a una familia de clase media alta. Un día antes de la invasión, una de ellas estaba haciendo prácticas de cirugía y nunca se pudo imaginar que al día siguiente su vida cambiaría por completo. Este equipo se ha acercado hasta el bar «El Muro», en Toledo, lo regenta Tamara desde hace 18 años y ahora está acompañado de cinco mujeres más con un corazón en vilo esperando la llamada de sus familiares en primera línea de guerra, puestos que son militares.
«Estaba durmiendo y me llamó mi hermano diciéndome que estaban bombardeando Kiev»
Olga es la hija de Tamara, madre de tres hijas y esposa de un marido militar marino que en estos momentos está defendiendo su país en primera línea de la batalla. Nos pide que no le hagamos fotos. Ella en Kiev, hasta ahora, tenía un trabajo muy bueno dependiente del Estado pues ha estudiado Criminología, Derecho y Economía. Dice que está aterrorizada, nada que no se note en su mirada. En Kiev ha dejado a su marido, a todos sus amigos -militares o no -, y a más familiares que hoy luchan para parar la invasión.
«Yo estaba durmiendo y me llamó mi hermano (también militar), me dijo que iban a bombardear Kiev y yo vivo en el centro», nos cuenta Olga. «Yo no pensaba que esto fuera verdad». Desde las ventanas veían explosiones azules, naranjas… cogieron un poco de alimento, ropa, pasaporte y se bajaron al sótano de su casa. Su marido, también militar, le llamó: «Me dijo que cuando escucháramos un ruido nos tiráramos al suelo«. Tres días después decidieron irse al Metro, sus tres hijas solo lloraban, no hablaban, absolutamente nada. Y no lo hicieron hasta que llegaron a la frontera con Hungría y dejaron de escuchar sirenas y explosiones, fue entonces cuando le preguntaron a su madre: ¿Aquí estamos en paz?
900 kilómetros hasta la frontera en coche
Cuando emprendieron la marcha ya sabían que les quedaban 900 kilómetros por delante hasta llegar a la frontera con Hungría. La madre conducía dos horas y después se intercambiaba con la hija mayor, Victoria. Recuerdan que cambiaban de carril en función de las bombas, «si bombardeaban por la derecha, nosotras nos movíamos al carril izquierdo». Una vez en el control «había metralletas y aviones, muchos aviones».
Las noticias que hoy, martes 8 de marzo, les llegan desde Ucrania es que los rusos han bombardeado un hospital de personas con discapacidad y que han muerto entre civiles y niños más de 1200 personas, nos relatan.
Físicamente en España, mentalmente en Ucrania
Ahora todas están a salvo, en España, con alguien que les quiere mucho, su madre y su abuela, pero mentalmente siguen allí. Piensan en su hijo, en su marido, en su padre, en su novio… ¿Cómo estarán? De momento hoy saben que están bien porque el padre les ha llamado para felicitarles por el Día de la Mujer, dicen que en Ucrania se festeja por todo lo alto que es un país democrático, igualitario y hasta ahora lleno de paz y de buena gente.
Las nietas de Tamara, ya en Toledo, cuando escuchan una sirena se aterrorizan: «Se cae una silla y ellas se tiran al suelo». El temor que tienen es incontrolable, saben que Putin tiene capacidad para tener espías por todas partes. Olga nos cuenta que mirando pisos de alquiler ella miraba la cocina, el baño, las instalaciones… sin embargo sus hijas le preguntan: ¿pero, y el sótano?
Buscan noticias por Internet y ven vídeos donde aparece Kiev totalmente derrumbado, ven calles donde antes había edificios a escasos 20 metros de su casa, de la que por cierto, no saben nada. ¿Qué pensaste cuando llegaste a España? le digo… «Que mi hija va a cumplir en abril 21 años y yo lo iba a celebrar con mi familia en Kiev por todo lo alto, ya no». Olga quiere creer que la invasión va a terminar pronto, sin embargo sus hijas creen que lo han perdido todo, que tendrán que comenzar una nueva vida, en otro país y en otro idioma, «son muchos problemas y estoy muy nerviosa».
Olga paraliza la entrevista… nos dice que hablemos con su madre, Tamara, y sus hijas. Ella está agobiada, necesita sentarse y respirar.
Piden paz al unísono
Victoria es la nieta mayor, estudia Periodismo y todos sus amigos estudiantes se han quedado allí para luchar. Además, todos unidos, han impulsado una iniciativa que trata de viralizar vídeos de ellos explicando cómo es la situación allí para así concienciar a toda Europa, un SOS lanzado en redes sociales. Muchas de sus amigas también se han quedado allí para atender en farmacias, por ejemplo. Ella también quiso luchar por su país, pero sus padres le han traído a España a la fuerza.
«Putin quiere borrar toda la historia de Ucrania y así empezar una nueva a su manera», nos dice Tamara llena de rabia y también de dolor. Ahora, aunque con su hijo y yerno luchando al frente, intenta despejar a sus nietas e hija. Van al centro comercial, esta tarde asistirán a la manifestación del 8-M, tratan de hacer pequeñas excursiones… En definitiva, todo lo posible para intentar olvidar, por un rato, la pesadilla que están viviendo.
“¡Que vuelvan todos vivos!”, el grito de Tamara desde Toledo por su familia en el frente de Ucrania