lunes, 23 de septiembre de 2024
artículo de opinión 20/11/2013junio 12th, 2017

«Este mundo sigue siendo duro y difícil para demasiados millones de niños. Sus derechos, recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) que ahora cumple 24 años, deberían estar plenamente garantizados, al menos, para todos aquellos que viven en los 193 países que la han ratificado.

UNICEF trabaja y lucha, por mandato de Naciones Unidas, para que este tratado internacional se cumpla para todos los niños y niñas en todo momento y en todo lugar.


Es un trabajo de todos que suma grandes resultados gracias a los propios gobiernos y comunidades de países con pocos recursos que deciden que la infancia es una prioridad, pero también gracias a las ONG y entidades públicas y privadas que trabajan por los derechos de la infancia en los rincones menos afortunados de la tierra.

Ese esfuerzo mundial no sería posible sin la decidida y sostenida ayuda que prestan, desde los países con más recursos, personas, empresas, administraciones públicas, fundaciones, medios de comunicación y entidades de distintos ámbitos. Por eso todos tenemos motivos para celebrar los avances conseguidos para la infancia: sentirnos partícipes de las vidas que se han salvado, de los niños y niñas que pueden ir a la escuela, del progreso en la batalla contra el SIDA infantil o de que cada vez haya más leyes y sistemas que los protegen.

Hay muchos datos que demuestran esos avances, como el de la reducción de la mortalidad infantil en un 47% en los últimos veintidós años. Este porcentaje significa que entre 1990 y 2012 se ha evitado que unos noventa millones de niños menores de cinco años murieran por causas que hemos evitado con medidas como vacunas, medicinas, una nutrición adecuada o acceso al agua y al saneamiento.

La supervivencia es uno de los derechos fundamentales que recoge la CDN y no hay crisis que justifique que un solo niño muera por diarrea, neumonía, sarampión u otras causas que se pueden prevenir. Hablar, hoy, de atajar la mortalidad infantil es hablar de salvar vidas amenazadas por la pobreza extrema o por desastres y conflictos.

Lamentablemente, a pesar de todos los avances, 18.000 niños mueren cada día porque sus familias no tienen medios para garantizar su subsistencia: la desnutrición está detrás de la mitad de estas muertes, como causa indirecta y, junto a ella, de forma directa, enfermedades como el sarampión, la neumonía o la diarrea.

Esta lamentable realidad es la que lleva a muchas familias, con grave riesgo de sus vidas, a emigrar, a través de mares, países y territorios en los que no pocos mueren, hacia lugares en los que saben que esto no ocurre. El único remedio es trabajar sin descanso para atajar la pobreza extrema en la que viven esas familias.

En escenarios de emergencias que dejan a millones de personas sin nada, la vida de los niños depende de la llegada de ayuda urgente para su nutrición, su salud y su protección. Filipinas es uno de los escenarios más recientes, con cuatro millones de niños sufriendo las consecuencias del tifón más fuerte que jamás ha tocado tierra. Y Siria, donde la larga guerra está dejando un rastro de niños que han visto o padecido una violencia extrema, que huyen dejando su infancia atrás y viven en campamentos dependiendo de la ayuda humanitaria. Son situaciones extremas, de hambre, de guerra, de vida o muerte.

En otras partes del planeta, en el mundo rico, los niños también necesitan que sus derechos se vean plenamente cumplidos. En España, que es la decimocuarta economía del mundo, la pobreza infantil ya supera el 27%; más de 2,2 millones de niños viven por debajo del umbral de la pobreza, sufren distintos niveles de necesidad y riesgo de exclusión, porque sus familias no tienen ingresos suficientes para mantener los niveles de bienestar que deberían estar garantizados para todos en un país como el nuestro.

Todos los niños y niñas en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento y en cualquier situación, tienen exactamente los mismos derechos. Sigamos trabajando y luchando por ellos».

José María Calvo, presidente Unicef Comité Castilla-La Mancha.

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