En 1973, la Organización de las Naciones Unidas, en todos los lugares de la Tierra, con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública sobre la importancia que, en su contexto más amplio, tiene el medio ambiente, aprobó la creación del programa PNUMA.
Desde entonces, cada 5 de junio, se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente y, nadie puede dudar, porque es algo evidente, que, dicho programa, ha conseguido producir un cambio de actitud social, fomentar la cooperación internacional y motivarnos a todos, hasta convertirnos, directa o indirectamente, en agentes medioambientales activos.
Este año el eslogan es: «Una Economía Verde: ¿te incluye a ti?»
Si partimos de que una Economía Verde, también llamada Bio-economía, es aquella que reduce los riesgos ambientales y los daños ecológicos, mediante la reducción de emisiones de CO2, la mejora de la eficiencia energética, el óptimo aprovechamiento de los recursos y el mantenimiento de la biodiversidad, estoy convencida, no sólo con sentimientos, sino con razones, de que los agricultores y los ganaderos de Castilla-La Mancha y los del mundo entero, se suman gustosos al programa de la Economía Verde y dan un sí rotundo a la pregunta.
¿Acaso pueden responder negativamente a la pregunta quienes viven de, por y para la naturaleza?
¿Acaso pueden responder negativamente a la pregunta quienes son el vínculo entre los ciudadanos y la naturaleza?
¿Acaso pueden responder negativamente a la pregunta quienes, por pura lógica, tienen que trabajar en la conservación del medio en el que se ganan la vida y la de los suyos?
¿Acaso pueden responder negativamente a la pregunta quienes, porque así se lo reconoce la Unión Europea, son auténticos guardianes de la naturaleza?
¿Acaso pueden responder negativamente a la pregunta quienes, además de mantener vivo el medio rural, nos aseguran los alimentos?
En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la famosa FAO, que es una organización específica de la ONU dedicada a erradicar el hambre en el mundo, apunta que, en los próximos 40 años, se espera que la población mundial pase de 7.000 a 9.300 millones de habitantes y, si tenemos en cuenta que, en la actualidad, en el mundo uno de cada siete hombres, mujeres y niños (1.000 millones de personas) pasan hambre crónica, mirar hacia otro lado y no tomar medidas me parece tan desafortunado como injusto.
La propia FAO considera que es posible alimentar a toda la población del planeta y sugiere que, para dar de comer a la creciente población mundial, es fundamental, además de reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en todo el sistema alimentario, avanzar hacia sistemas de producción sostenibles.
Para ello, como Consejera de Agricultura, considero que es imprescindible conjugar y coordinar la conservación del medio ambiente con la actividad agrícola y ganadera, sin afectar a la diversidad productiva, a la rentabilidad de las explotaciones y sin generar mayores cargas administrativas ni a los agricultores, ni a los ganaderos. Hacerlo de otra manera no sería bueno ni para la Economía Verde, ni para mitigar el cambio climático, ni para paliar el hambre en el mundo.