El torero toledano Gregorio Sánchez falleció ayer jueves a los 90 años de edad en su domicilio familiar de Galicia, su lugar de residencia tras la jubilación. El mundo taurino pierde así a una gran figura que pasará al recuerdo por las nueve veces que salió por la puerta grande de la plaza de Las Ventas y por su gran labor al frente de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, desde donde descubrió el talento de El Juli.
Nació en 1930 en la localidad de Santa Olalla (Toledo) y pasó muchos años de su vida en Talavera, ciudad que siempre le acogió con mucho cariño y que nunca le ha olvidado. Su infancia y juventud estuvo marcada por la penuria y la pobreza. Le tocó vivir una época muy dura, con una Guerra Civil de por medio y una posguerra llena de miserias. No solo perdió a su padre, que fue fusilado, sino que además vio cómo siete de sus 11 hermanos fallecían. El toro se convirtió a lo que aferrarse para salir del hambre. Y lo consiguió ya que llegó a torear junto a los más grandes.
Tomó la alternativa el 1 de abril de 1956 en la Real Maestranza de Sevilla con Antonio Bienvenida como padrino, llegando a ser líder del escalafón en la temporada 1957 y 1958 con 87 tardes. Una de sus grandes proezas fue la que protagonizó en junio de 1960 en una corrida a beneficio del Montepío de Toreros, cuando en solo 80 minutos mató seis toros en solitario de la ganadería de Barcial, a los que cortó un total de siete orejas.
Se retiró en 1973. Sin embargo, siempre estuvo vinculado el mundo del toro a través de la Escuela de Tauromaquia de Madrid.