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jueves, 21 de noviembre de 2024
Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha.
Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha.
en décimo aniversario de su coronación - 15 junio 2024 - Toledo

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, ha valorado la figura de Felipe VI a las puertas de la celebración del décimo aniversario de su coronación, considerando que tanto él como la Familia Real «han tenido muchas más dificultades de las que se pueden imaginar con acontecimientos que no eran imaginables», pero hoy por hoy puede decirse a su juicio que ha sido «el mejor antídoto frente a los populismos rampantes» y ha representado la «consistencia frente a la futilidad y la liquidez que tiene hoy la vida política».

«Es la constancia, pero sobre todo es la solidez de las instituciones y del Estado frente al populismo peligroso y rampante que vivimos y que se ha colado en las instituciones democráticas, incluido el Congreso de los Diputados«, ha enfatizado en declaraciones a Europa Press con motivo de la efeméride.


Dando por hecho que la Corona goza de buena salud de cara al futuro, ha pedido apuntalar que «todas las instituciones nacen de la soberanía del pueblo».

Con todo, «la Monarquía, tal y como está concebida, es útil porque da consistencia, porque da estabilidad en un país que discute por casi todo hasta llegar a las manos y además permite ofrecer solidez, seriedad y rigor frente al populismo».

«Vértigo conjurado» en el momento del cambio

Tal y como ha recordado, él mismo es, de los presidentes autonómicos de la actualidad, el más veterano, y en casi toda su Presidencia ha coincidido con el reinado de Felipe.

Recuerda vivir «muy de cerca» la sustitución en la Jefatura del Estado, si bien rememora el relevo en la Casa Real con «una sensación de vértigo por el cambio», pero un vértigo que fue «rápidamente conjurado, porque todo el mundo se dio cuenta inmediatamente de que el nuevo rey estaba perfectamente preparado».

Sobre los días del cambio, apunta que vio en directo la comparecencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, un visionado con «tranquilidad», sabiendo además que las conversaciones con el entonces líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, se habían llevado con discrección, tanto las maniobras y «la estética en el anuncio inicial» como en el procedimiento de la posterior ley que «vino a regular el estatus de los reyes eméritos» que hubo que «improvisar».

Todo salió bien gracias a «un acuerdo de los grandes partidos que fue muy util» aunque fuera «demonizado para otros que no lo sentían pero que han traído las mejores cosas para este país».

Recuerda incluso los amagos de protestas y de reivindicaciones de referéndum para preguntar si monarquía o república, si bien defiende que se superó lo que fue «una prueba de fuego» de la que el país salió «con mucha serenidad y normalidad», sin que se planteara «ningún giro en el marco constitucional».

Descarta por tanto que ese debate tenga vigencia en la actualidad toda vez que la figura de la Familia Real es «claramente representativa y moderadora» y «no interfiere en el discurso de la vida política».

«Juan Carlos no debería haber estado fuera de forma obligada»

Sobre si el rey emérito tendría que volver a España, ha considerado que ni siquiera «debiera haber estado fuera, o al menos no de forma obligada», y en cambio el escenario es que las «presiones» han hecho que «estos últimos años viva fuera». «No es bueno ni siquiera para la imagen de España ni para la evolución de la democracia».

«Quienes más demonizan a la figura del rey Juan Carlos son aquellos que realmente querían cambiarlo todo de arriba abajo desde el régimen del 78, que como eran críos de chupete cuando se fraguó, no son capaces y no tienen la altura para reconocer lo verdaderamente importante que fue ese proceso de transición y hasta dónde nos ha traído», ha afirmado.

Ha hecho en este punto un paralelismo entre la situación de Juan Carlos I y los amnistiados del procés, apuntando que en el segundo de los casos, pese a tener «condena clara» volverán como «delincuentes» a España; mientras que el rey, «que no tiene ningún tipo de condena por ello», sigue viviendo fuera de España.

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