«Ciento diez años habría cumplido hoy y le seguimos recordando. Nacido en Orihuela (Alicante), de familia humilde se dedicó al oficio de pastor y sin embargo, ha pasado a la historia como uno de los mejores poetas que ha tenido nuestro país.
Descubrí a Miguel Hernández Gilabert cuando tenía unos diez años. Lo leí en la escuela y también, gracias a un libro pequeño con sus mejores poesías que me regalaron en aquel tiempo.
Se dice de él que fue autodidacta. Que apenas pudo ir a la escuela pero creció leyendo según podía en la biblioteca de su pueblo.
Fui creciendo como él entre libros y gracias a determinados maestros que tuve, descubrí unos poemas de este insigne oriolano y poco a poco, fueron calando en mí sus versos y sus estrofas y me impregnaron tanto que aún hoy cuando acudo de vez en cuando a su lectura, me sigo emocionando.
En mi recuerdo, cala profundamente aquellos poemas que desde la cárcel escribió como aquellas Nanas de la Cebolla que dedicó a su hijo pues de eso, decía su mujer en las cartas que recibía Miguel se alimentaba ese bebé que tuvo que crecer imagino con el inmenso dolor y pena de no haber podido disfrutar de su padre como otros sí hemos tenido y tenemos aún la fortuna de hacerlo.
Podrán quitar placas con sus versos. Podrán borrar su nombre allá donde quieran los hijos y nietos de los que injustamente lo encarcelaron y dejaron morir de tuberculosis pulmonar al poeta, pero ya estaremos otros para recordarle día a día.
Espero que la vida me otorgue la enorme suerte de ser padre para poder leerles a mis hijos las poesías de este grande de la Literatura. Lo haré en ese caso, para que el olvido no pueda actuar cual hacha inmisericorde contra la obra de Miguel.
Siento que quienes amamos la cultura y quienes la cuidamos leyendo y escribiendo Poesía a lo largo de nuestra vida, seguimos haciendo posible que personas como Miguel Hernández no caigan en el olvido, porque éste es la mayor muerte que puede recibir un ser humano pues mientras haya uno sólo que lo guarde en su memoria, hará posible que siga con vida como por ejemplo, él hizo con su amigo Ramón Sijé en la puerta del cementerio leyendo su famosa elegía que le dedicó tras su fallecimiento.
Pobres de aquellos que dicen ser españoles apropiándose de símbolos que son de todos y que sin embargo, señalan a aquellos que no piensan como ellos. Eso hicieron con el poeta y siguen pretendiendo hacer porque no hay mayor herida para esta gente sin alma que ver cómo a pesar de sus acciones que incluso contradicen la obra de ese Dios en el que creen, que seguir leyendo su obra. No hay mayor dolor seguro para ellos que ver cómo muchos le recordamos para que su huella sea imborrable.
Y es que de tal grandeza fueron sus poemas que algunos han sido hechos canción por grupos como “Jarcha” o cantantes como Joan Manuel Serrat a quienes hay que agradecer que pusiesen voz a las letras de aquel poeta que, por desgracia, se la apagaron por el hecho de querer ser libre y diferente a aquellos cuyos caminos eran ríos de sangre, dolor, muerte y odio.
Siguen vivos los páramos de España y los aceituneros que trabajan los olivos de Jaén y de otros lugares de nuestro país como mi pueblo: Polán, provincia de Toledo.
Sigue también sin cesar aquel rayo que recogieron tantos versos que, algunos investigadores dicen que el poeta pudo hacer gracias al influjo de poetas de otros siglos como San Juan de la Cruz, aunque desconozco si esto fue del todo cierto.
Para muchos, es un poeta inclasificable tal y como también le pasa a Antonio Machado pues no se vincula directamente con la prolífica Generación del 27 ni tampoco queda muy claro si puede hacerse con la del 36.
Sea como fuere, la obra del poeta es indiscutible. Su valor, en mi opinión, incalculable y su repercusión extraordinaria. Tal es así que creo firmemente que si cada uno de los que amamos y defendemos la cultura de nuestro país, lograremos que el poeta sea universal y a su vez, pase de generación en generación.
Tenemos enemigos como él tuvo en vida pero sé que somos más, mejores y más fuertes. Nada ni nadie podrá con sus versos. Nada ni nadie podrá aniquilar su obra. Lo intentarán. Lo sé. Pero no van a poder.
Querido poeta del Pueblo. Querido maestro Miguel sirva de humilde homenaje estas palabras de alguien que se declara seguidor tuyo y que reconoce no ser tan grande como lo es tu figura, pues si has llegado a nuestros días es por eso mismo y porque los que habitamos en la Tierra, nos estamos esforzando cada día en que la llama de tu obra jamás se apague. Porque toda ella es lección de vida, de libertad, de lucha, de amor y paz y que es firme combatiente contra las injusticias provocadas por la raza humana.
No hay palabra tuya que pueda borrarse ni siquiera a porrazos. Ni siquiera con odio. Tampoco con mentiras y con proclamas que intentan romper los puentes de concordia que tiempo después de tu muerte, se lograron construir en nuestra España gracias al esfuerzo de todos.
Desde aquí, pido que no haya ni una sola escuela, ni una sola biblioteca de España sin al menos una colección de tus poemas a fin de que siga leyéndose por cuantas personas sean posible y por eso, espero sirva mi escrito como canto reivindicativo de tu obra para conseguir el hermoso objetivo que es no olvidarte, querido poeta Miguel Hernández».
Diego Rui Ruiz.