Los últimos datos de la EPA prevén para este año una pérdida de 45.000 puestos de trabajo en CLM, lo que supondrá que el 27 por 100 de los castellano-manchegos estarán en paro. Pese a tan nefastas previsiones, ni el Gobierno de España ni el de Cospedal hacen nada por remediarlo; al contrario, cada día adoptan nuevas medidas que agravan la situación. Y es que el inefable empeoramiento en la prestación de los servicios, sobre todo en Sanidad, Educación y Atención Social, va acompañado de una pérdida sangrante de puestos de trabajo que se incrementa día tras día con cada nueva medida.
Por centrarme en el mundo educativo, todas las semanas se recorta alguno de los logros conseguidos tras mucho esfuerzo: la cuantía y número de becas, el programa de gratuidad de materiales curriculares, el Escuela 2.0, el Educa 3, la desaparición de la red de formación permanente del profesorado y los recursos de los CEP y Craer, el aumento de la ratio y del número de horas lectivas del profesorado, la desaparición del profesorado de apoyo a la Educación Infantil… A todo eso se suman las amenazas que, en forma de borradores, circulan entre los responsables educativos y las organizaciones sindicales: la reorganización del transporte y los comedores escolares que endurecen las condiciones a los beneficiarios, la supresión de aulas de educación de adultos, el cierre de escuelas rurales, la supresión de modalidades de Bachillerato y cierre de ciclos de Formación Profesional… En fin, un largo rosario de amputaciones al sistema educativo que nos había permitido mejorar, aunque aún necesitaba fortalecerse para aumentar el éxito del alumnado y el entramado social de CLM.
Todas esas medidas se toman a costa de una pérdida escandalosa de puestos de trabajo. A los 1.000 interinos de Secundaria que se fueron a casa en septiembre les siguieron los que fueron desplazados por los asesores de formación tras el cierre de los CEP y CRAER y los que no son contratados día a día porque no se sustituyen debidamente las bajas por enfermedad… y los que vendrán ahora. Acaban de ser publicadas las plantillas y la relación de vacantes del concurso de traslados de los centros de Infantil y Primaria, CEIPs y CRAS, y en ellas se recoge una disminución de 566 puestos de Educación Infantil y 596 puestos de Educación Primaria; sabemos que algunas de esas plazas permitirán recolocar a determinados maestros cuyos puestos se han suprimido, pero otras, aún sin cuantificar, suponen una nueva pérdida directa de puestos de trabajo por el aumento generalizado de horas lectivas de 23 a 25 y por otros aumentos de horas lectivas previstos, por ejemplo, para los equipos directivos.
No podemos olvidar tampoco el empeoramiento de las condiciones de trabajo del profesorado, la pérdida de estabilidad y de salario, la inseguridad ante la enfermedad, la falta de indemnizaciones por desplazamiento, las bajas por enfermedad… por no hablar del trato cada vez que a los profesores de la escuela pública nos llaman vagos o adoctrinadores, o nos acusan de no impartir suficiente número de horas lectivas o de ser los culpables de la mala situación de la Educación en España.
Esto tiene mal remedio y lo menos importante son nuestras condiciones de trabajo. Nos preocupa más la pérdida de derechos del alumnado, la falta de igualdad de oportunidades que se deriva de recortar profesores y recursos a los centros, el aumento de la dificultad de acceso para el alumnado del medio rural y las difíciles condiciones a que se verán sometidos los jóvenes cuyas familias lo están pasando mal.
Hace ya mucho tiempo que sabemos que la Educación no es un gasto sino una inversión de futuro. Sabemos que nos saldrá mucho más cara la ignorancia desde el punto de vista social y económico. Por ello, pido a mis compañeros maestros y profesores y a las familias de todo el alumnado, a los ediles de cualquier color de todos los Ayuntamientos y a las asociaciones de la provincia de Cuenca, que manifiesten su descontento con este desbarajuste y hagan saber a nuestros responsables educativos que no estamos dispuestos a consentir la pérdida de la calidad de un sistema que, aunque mejorable, nos ha permitido en los últimos treinta años salir del profundo agujero de ignorancia y analfabetismo en el que históricamente habíamos permanecido.